Luis Cino Álvarez. Blog CIRCULO CINICO
En la Conferencia Nacional del Partido Comunista, que nadie acierta a explicarse para qué coño la convocaron los vejetes si no fue para verse las caras y hablar un poco más de mierda, se pidió estimular un periodismo objetivo que “permita desterrar la autocensura, el lenguaje burocrático y edulcorado, el facilismo, la retórica, el triunfalismo y la banalidad”.
¿Pueden imaginar la prensa oficial sin esas características? Porque yo les doy mi palabra de que, por más que me esfuerzo por imaginarla, no puedo. ¿Acaso habrá el régimen encontrado la fórmula definitiva para acabar con los molestos periodistas independientes sin tener que meterlos en la cárcel? ¿Irán los papagayos del Granma a robarnos el discurso y decir exactamente lo mismo que nosotros pero con menos ácido? Eso sería algo así la libertad de prensa, pero nos tememos que ni remotamente es de eso que hablan los Jefes.
Así, los periodistas oficiales, sin saber exactamente qué cojones le piden Los Jefes y mucho menos cómo dejar de ser los obedientes propagandistas que siempre fueron sin pasarse de la raya, están como San Agustín: al borde de la esquizofrenia. Y ese puede ser el mejor de los estados de ánimo para escribir cuentos –incluso cuentos de camino- pero evidentemente no para hacer un periodismo serio y digno. Quiero decir, periodismo. Así, sin apellidos.
Ahora mismo, los periodistas oficiales, asaeteados a diestra y siniestra, son obligados a caminar por un campo minado, sin hoja de ruta y con los ojos vendados. Las exhortaciones a la transformación que les llegan “de arriba” sólo contribuyen más a la confusión…y al peligro.
Una muestra de ello es el caso de José Antonio Torres, el periodista del Granma que está preso desde marzo de 2011. Acusado de corrupción, puede ser condenado a más de 10 años de cárcel.
El reportaje de Torres donde criticaba las deficiencias en los trabajos de rehabilitación del acueducto de Santiago de Cuba, que eran supervisados personalmente por el comandante Ramiro Valdés, mereció una resurrección de la coletilla, escrita por el mismísimo general Raúl Castro, quien le hacía llegar a Torres un reconocimiento y señalaba: “Este es el espíritu que debe caracterizar a la prensa del Partido”.
Pero unos meses después, José Antonio Torres cayó preso, diz que por corrupción. Y uno se pregunta: ¿Qué delito de corrupción pudo haber cometido un periodista del más oficial de los periódicos oficiales? ¿Qué pudo haber robado? ¿Unos pesitos de la dieta? ¿La gasolina asignada al Lada para desplazarse en sus funciones de trabajo? ¿Habrá aceptado sobornos de algún peje gordo para que se callara la boca y luego el peje cayó en desgracia y cantó? ¿Una vendetta? ¿Será Torres una víctima colateral de una guerrita en las alturas?
Porque el rumor ─ echado a rodar sabe Dios por quién ─ de que Torres era agente de la CIA no lo cree ni Wejebe Cobo, el de la Calle del Medio, con su manía de los espías. Es más, no se lo cree ni el zoquete de Jean Guy Allard, que es de los pocos periodistas oficiales que sigue encarnado en los planes siniestros de la Inteligencia yanqui contra Cuba…
Evidentemente, el caso de José Antonio Torres, sean cuales sean sus culpas, no contribuye a la transparencia. Mucho menos al fin del secretismo oficial. Todo lo contrario. El mensaje está claro: ciertos funcionarios estatales, además de con doble llave, pueden cerrar con candado sus archivos, que seguirán inaccesibles, a prueba de periodistas indiscretos, por muy del periódico Granma que sean.
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