Thursday, May 31, 2012


Chile: Se busca un culpable

Fernando Mires. Blog POLIS
Patricio Aylwin

De pronto, sin que nadie lo pidiera, contradiciéndose a sí mismo, cuando siendo presidente y con lágrimas en los ojos pidiera perdón a su nación por errores cometidos antes del sangriento golpe, y a una edad que más pertenece a los muertos que a los vivos, Patricio Aylwin ha hecho declaraciones al diario El País. En ellas afirmó que Allende realizó un mal gobierno y cayó por las debilidades de su gente, subrayando que Carlos Altamirano fue uno de los responsables en el deterioro político de la UP ¿Por qué dijo eso Aylwin tantos años después?

Evitaré responder a esa pregunta con el recurso fácil que alude a la ancianidad de Aylwin. Ese recurso, además de irrespetuoso, es infundado. Durante la ancianidad aparecen enfermedades, pero la ancianidad no es una enfermedad. Más cerca de la muerte que de la vida, podemos alcanzar esa lucidez sólo posible en quienes no temen por un futuro que casi ya no se tiene.

Político de vieja escuela, todo lleva a pensar que la de Aylwin fue una clásica jugada de bajo nivel. Pues, si Allende era atacado, sólo cabía esperar que la izquierda chilena, de acuerdo a una reacción “pavloviana”, saliera en defensa de su mito histórico, profundizándose así la fisura con la Democracia Cristiana (DC) la que, en opinión de algunos comentaristas, deberá llevar, más pronto que tarde, a la constitución de un centro político formado por la DC y la Renovación Nacional de Piñera. Esa opción es probablemente favorecida por Aylwin. De ahí su “movida”.

Naturalmente las reacciones no tardaron en aparecer y, como es  típico en Chile, de acuerdo a un libreto hamletiano mediante el cual los hijos vindican de modo casi patológico a la memoria de sus padres.
Carlos Altamirano

El hijo de Altamirano, Juan Carlos, defendió a su padre y atacó a la Democracia Cristiana. La hija de Allende, Isabel, hizo lo mismo. Y por si fuera poco, el hijo de uno de los asesinos del 11 de septiembre chileno, el general Arellano Stark, también estimó conveniente defender a su padre, afirmando que el ex-presidente Eduardo Frei Montalva había sido miembro de la conjura golpista. Se espera entonces que Eduardo Frei Ruiz Tagle entrará pronto a defender a su padre y, quizás, hasta la señora Bachelet al suyo. En breve: en Chile ha sido desatado un debate que nadie tenía en la agenda. Bienvenido; debatir es siempre bueno. Aunque sea entre huérfanos.

Quizás a través de ese debate los jóvenes del movimiento estudiantil de nuestros días aprendan algo más de la historia que de esa “leyenda rosada” legada por sus padres y abuelos, leyenda según la cual todo lo que hicimos fue “el descueve”, y todo se echó a perder por culpa de la ITT, la CIA, y el imperialismo. Ojalá hubiera sido así; tan fácil; tan simple.

No es primera vez que los políticos chilenos hunden sus uñas en las heridas del pasado para justificar estrategias ocasionales. Eso demuestra a la vez que ese pasado no ha pasado en Chile, y al no haber pasado, continúa actuando, como todo trauma, en el presente. Por eso Aylwin no mintió. Solo se limitó a culpabilizar a “los otros”, eludiendo la responsabilidad que a él mismo incumbe.

Por cierto, la política no es el lugar de la verdad absoluta. Pero la política, a su vez, no puede ser construida sobre verdades a medias, como intentó Aylwin. Si Aylwin hubiera leído a Hannah Arendt, habría sabido, por ejemplo, que hay dos tipos de verdades. La verdad de  opinión, y la verdad de hecho. Sobre esta última ─ postulaba Arendt ─ ha de ser construida la historia, molestia que no se han tomado, salvo raras excepciones, los ideologizados historiadores chilenos.

Decir que el de la UP fue un mal gobierno es, desde luego, una verdad de opinión. Decir que Altamirano fue uno de los grandes responsables en los acontecimientos, es una verdad de hecho, reconocida incluso por el mismo Altamirano. Decir que la DC no tuvo nada que ver con el golpe, es una mentira o una verdad que debe ser históricamente investigada.

Inmediatamente después del golpe, la izquierda chilena, sabiendo que sin la DC nunca iba a haber una verdadera oposición a la dictadura, buscó un chivo expiatorio al cual responsabilizar de todo lo ocurrido. Los comunistas, recordemos, afirmaban que “la culpa” era del MIR. Mas, pronto tuvieron que echar pie atrás, sobre todo por tres razones. La primera es que el MIR ─ muy minoritario ─ no formaba parte de la UP. La segunda es que gran parte del Partido Socialista asumió dentro de la UP un ultraizquierdismo mucho más desenfrenado que el del MIR. Y la tercera, la más decisiva fue que, para cuestionar al MIR había que cuestionar a Fidel Castro, pues no hubo ninguna política del MIR que no hubiese sido realizada sin el apoyo (e incluso iniciativa) de La Habana. Y si, además, se tiene en cuenta que los cubanos entraban y salían de la Moneda al igual que hoy del palacio de Miraflores en Caracas, la responsabilidad que corresponde a Fidel Castro en los acontecimientos del Chile de 1973 es mucho más grande de la que se piensa. Esa es una verdad de hecho y no de opinión.

Que Renán Fuentealba y su grupo propiciaba en la DC el dialogo con la Unidad Popular y que la política de Aylwin y su fracción no era la de Fuentealba, es una verdad de hecho y no de opinión.

Que los comunistas tenían una línea política más prudente que la de otros partidos de la UP es una verdad de hecho, no de opinión. Pero también que era un partido que seguía de modo obsecuente las instrucciones que provenían del Kremlin, es una verdad de hecho y no de opinión.

Que la derecha chilena nunca ha logrado constituirse en una derecha republicana, sólo en derecha económica pero no política, y que en aras de la economía acordó su propia disolución, es una verdad de hecho y no de opinión.

Que Kissinger apoyó el golpe de estado, es una verdad de hecho y no de opinión. .

Que en Chile el golpe fue posible porque encontró a su "hombre", el monstruo más repugnante de toda la historia del país; el desalmado que no sólo traicionó a Allende sino también a los suyos: (envió asesinar al general Prats; probablemente al general Bonilla, hombre de la DC en el generalato y a tantos otros)  Un sinvergüenza de bajos fondos, ladrón y asesino serial, con el cual Aylwin ─ quizás obligado por el cargo que ostentaba, quizás no ─ tuvo excelentes relaciones. Esa es una verdad de hecho y no de opinión.

 Y así sucesivamente.

 Para abreviar: en política hay verdades y mentiras. Hay verdades a medias y hay verdades completas. Hay verdades de hecho y hay verdades de opinión. Aylwin, al dar por absolutas a las medias verdades y a las verdades de opinión, ha prestado un mal servicio a su traumatizada nación. Ha mirado la paja en el ojo ajeno sin ver la tremenda viga que tiene en el propio (¿dónde he escuchado eso?) Eso no lo convierte, por cierto, en culpable de nada. Mucho menos lo es si tomamos en cuenta que la culpa es una noción religiosa y no política. Pero sí, lo hace responsable frente a su país, frente a su partido y, no por último, frente a su propia biografía.

La “disidencia” diversionista de Mariela Castro

¿Que pasaría si gente del “pueblo enardecido”, de manera “espontánea”, se lanzan contra la “disidente” Mariela y le propinan un mitin de repudio o una buena golpiza, incluido un “camillazo” mientras la tienen inmovilizada?

Eugenio Yáñez. CUBAENCUENTRO

Sin duda, Mariela Castro desperdicia excelentes oportunidades de quedarse callada, al menos cuando se pasea de San Francisco a Nueva York, en este periplo por el Norte revuelto y brutal que ella desprecia.

Tal parecería que las exiguas asistencias de público a sus conferencias le sacan de paso. Basta ver las escasas imágenes que muestran a los asistentes a las conferencias de la “ilustre científica”, para darse cuenta de que con todos los presentes difícilmente podría organizar nada más allá de un bloque de la Federación de Mujeres Cubanas, o una raquítica conga gay en el puerto de La Habana.

Entonces, aparentemente en deslices freudianos, el subconsciente la traiciona y da rienda suelta a la lengua como un Evo Morales cualquiera, sin pensar en lo que dice, o demostrando exiguo coeficiente de inteligencia y sin par torpeza política, si es que acaso piensa lo que dice en público.

Primeramente, en un evento dedicado a las ciencias sociales, a donde fue invitada para participar en temas relacionados con educación sexual, nada le pareció más apropiado que insultar y atacar a más de un millón de cubanos en Estados Unidos que con sus remesas familiares y visitas a Cuba contribuyen significativamente a que el feudo que ahora administra su padre, como antes su tío durante casi medio siglo, siga funcionando malamente sin desbaratarse a pedazos.

Ni siquiera tuvo en cuenta que en estos mismos momentos su propio padre y la camarilla que lo secunda han cambiado su lenguaje hacia la “emigración respetuosa”, dada la imperiosa necesidad de dinero de un país en bancarrota, con su benefactor externo enfermo de cáncer, y sin que el primer pozo petrolero perforado en aguas ultra-profundas haya dado más que decepciones, y tratan de hacer guiños a esos mismos cubanos que ella insulta tal vez por no tener nada “científico” que decir sobre el tema que la trajo a este país.

Por si fuera poco, tuvo también la osadía de entrometerse en asuntos de política interna de Estados Unidos y declarar, admirada por el apoyo del Presidente de Estados Unidos al matrimonio gay, que si ella fuese norteamericana votaría por Obama.

¡Ay, Mariela, doblemente torpe! No solamente por tocar un tema de política interna (por quién votar) que ningún visitante con dos dedos de frente menciona en público en ningún país, sino por algo peor a la vez: dejar entender que votaría para gobernante de EEUU de acuerdo a las políticas del candidato hacia la comunidad homosexual, no por sus propuestas sobre economía, deuda nacional, impuestos o política exterior.

Señora Castro: ¿Usted votaría por quien “ha recrudecido” el “criminal bloqueo imperialista contra Cuba”, por quien mantiene en la cárcel a los “cinco héroes antiterroristas”, por quien no se merece el Premio Nobel de la Paz o asesinó a Osama Bin Laden, según ha escrito su tío en sus “reflexiones”, simplemente porque sea tolerante con el matrimonio gay?

Con esos criterios, habría que preocuparse de qué sería de la batalla de ideas, de la “resistencia heroica de nuestro pueblo”, de los “logros de la revolución”, de los nunca demostrados veinte mil mártires o de la “actualización del modelo”.

Entonces, Mariela, mientras el Gobierno cubano no autorice los matrimonios gay, ¿deberían todos los cubanos oponerse al Gobierno de su padre? Todos esos cubanos que dentro de Cuba se oponen hoy al Gobierno y lo denuncian, ¿deberían ser considerados una especie de “vanguardia disidente” de los proyectos “castristas” de Mariela, pero no de los de Fidel o Raúl Castro?

Muy confuso todo esto. Más aún cuando la sexóloga se declara “disidente” que mira “críticamente” la realidad del país y que desea una Cuba “soberana”. Lo mismo que Laura Pollán, fundadora de las Damas de Blanco, lo mismo que dicen hoy las Damas de Blanco, mientras el padre de Mariela ordena que acosen y golpeen a las que no se apellidan Castro Espín.

¿Que pasaría si gente del “pueblo enardecido”, de manera “espontánea”, se lanzan contra la “disidente” Mariela y le propinan un mitin de repudio o una buena golpiza, incluido un “camillazo” mientras la tienen inmovilizada?

¿O es que acaso el régimen nos quiere proponer ahora dos tipos de disidencia: la de mentiritas, la “light”, la suavecita, a lo Mariela, y otra disidencia, la de verdad, la de tantos años enfrentando al monstruo, la que recibe golpes, represión, violencia, la que va a la cárcel, la muerte o al destierro, la que acusan de “mercenaria” y “terrorista”, y seguirá siendo reprimida y golpeada?

¿O es que acaso si esa disidencia cubana de verdad, que no se asusta y se mantiene firme, se proclamara favorable al matrimonio gay, recibiría la bendición de Mariela Castro, que hasta podría votar por esa disidencia, como votaría por Barack Obama?

¿O tendríamos que llegar a la conclusión de que la sexóloga no sabe lo que habla cuando se mete en temas políticos, o sí lo sabe, pero es una desvergonzada?

No tengo la respuesta para ello, ni me interesa, pero lo que con seguridad queda muy claro es que, en ninguna de las dos circunstancias, son cosas que merezcan nuestro apoyo, ni siquiera nuestra atención.

El debut de Romney

Andrés Oppenheimer. EL NUEVO HERALD

Si el primer discurso importante del virtual candidato republicano Mitt Romney ante una audiencia hispana en esta campaña electoral fue una indicación de su estrategia para ganar votantes latinos, entonces está en problemas.

Durante su discurso del 23 de mayo, dirigido a la Coalición Latina, un grupo de pequeños comerciantes hispanos, Romney no mencionó ni una vez la palabra “inmigración”, según el texto de su discurso publicado en el sitio web de The Washington Post. En cambio, dedicó todo su discurso a sus planes de revivir la economía y mejorar los estándares educativos.

Tras el discurso, los estrategas demócratas señalaron que Romney está tratando de desviar la atención de las posturas extremas contra la inmigración que adoptó durante las primarias.

Durante los últimos meses, en su afán de ganar el voto de los republicanos conservadores, Romney propuso replicar a nivel nacional la draconiana ley inmigratoria de Arizona, y pidió la “autodeportación” de los inmigrantes ilegales. Muchos latinos interpretaron esta última propuesta como un plan para hacerle la vida imposible a los hispanos indocumentados, que podría conducir al acoso de todos los hispanos, independientemente de su estatus legal.

Además, Romney se ha opuesto al “Dream Act”, una ley respaldada por la administración de Obama que ofrecería una vía de legalización a un gran número de estudiantes universitarios indocumentados a quienes sus padres trajeron al país de muy chicos.



El voto hispano

Según una nueva encuesta de votantes latinos realizada por NBC/Wall Street Journal/Telemundo, el 61 por ciento de los hispanos planea votar por Obama en noviembre, mientras sólo el 27 por ciento piensa votar por Romney.

En comparación, el ex candidato republicano, el senador John McCain, conquistó el 31 por ciento del voto hispano en las elecciones del 2008, y el ex presidente George W Bush obtuvo el 40 por ciento del voto hispano en el 2004.

Los asesores de Romney parecen creer que su candidato puede ganar en noviembre manteniendo su actual retórica antiinmigratoria ante audiencias conservadoras, y centrándose en la economía ante audiencias latinas.

Dicen que las encuestas nacionales de votantes hispanos — tal como la de NBC/Wall Street Journal/Telemundo — no significan nada, porque reflejan principalmente la enorme población hispana de estados como California y Nueva York, que de todas maneras votarán por Obama. Lo que importa son las encuestas de estados indecisos como Florida y Arizona, y a Romney le va bien en esos estados, dicen los republicanos.

Cuando le pregunté si Romney ignorará el tema de la inmigración, el vocero de la campaña de Romney, Alberto Martínez, me dijo que “los hispanos no votan solamente basándose en el tema inmigración. Una encuesta tras otra revela que los empleos y la economía serán los temas más importantes para los votantes hispanos en noviembre”.

Y Martínez agregó: “Como todos los norteamericanos, los hispanos votarán basados en su percepción de quién es el más adecuado para levantar la economía y crear empleos, y por eso confiamos en que el gobernador Romney conquistará un respaldo considerable”.

Además de concentrarse en la economía, los Super PACS (comités de acción política) republicanos probablemente tratarán de debilitar el apoyo latino a Obama en los estados indecisos mediante propaganda televisiva que atacará a Obama por deportar un número record de latinos indocumentados, cosa que es cierta, y por no cumplir con su promesa de campaña de aprobar una reforma integral de la ley de inmigración.

Así, los estrategas republicanos esperan reducir el voto latino a favor Obama en los estados indecisos, y lograr que muchos hispanos se queden en su casa el día de las elecciones, dicen los estrategas demócratas.



El factor emocional

Mi opinión: si las elecciones fueran decididas por razones puramente racionales, y por los temas que figuran en las encuestas como los más importantes para los votantes, Romney podría ganar. Las encuestas muestran que los votantes hispanos están más preocupados por la economía y la educación que por la inmigración.

Pero las elecciones muchas veces se deciden por factores emocionales, y el hecho es que Romney ha alienado a muchos hispanos con sus discursos contra los “ilegales”, que muchas veces suenan como descalificatorios de todos los hispanos.

Un gran número de latinos no le creen a Romney cuando dice que es un fuerte partidario de la inmigración “legal” y que tan sólo se opone a la inmigración “ilegal”, porque se trata de un argumento tramposo.

Bajo el sistema actual, es muy difícil para un extranjero conseguir la residencia legal en Estados Unidos, y Romney se ha opuesto a una reforma inmigratoria que aumentaría el número de visas para adaptarlas a las necesidades del mercado laboral estadounidense.

La estrategia de Romney de tratar de solucionar su problema con los hispanos ignorando el tema de la inmigración no funcionará. Si quiere ganar más votos latinos, deberá no solo abordar el tema de frente, sino también moderar sus drásticas posturas sobre el “Dream Act”, y sobre la inmigración en general.

La jauría anda suelta

Los índices de arrestos a disidentes, mes por mes, y la violencia sistemática e institucionalizada ante las manifestaciones de descontento, son hechos que hablan por sí solos.

José Hugo Fernández. CUBANET

Cualquiera diría que en Cuba la política pretende ir hoy por un lado, mientras que las fuerzas represivas del ministerio del interior van por el lado opuesto. Claro que el tal distanciamiento es aparente, otro de esos decorados que suelen montarse aquí para los tontos útiles del exterior. Pero también es un síntoma. Indica que el régimen se acerca a un nuevo punto sin retorno en su proceso de decadencia. Y todavía más, sugiere que lo está haciendo a partir de la plena conciencia.

Nunca como ahora recibieron nuestros caciques tantos elogios juntos, y en tan poco tiempo, por parte de distintas representaciones de la ONU. Nunca antes fue tan notable su preocupación por entonar (o aparentar que entonan) con los programas y las proyecciones políticas de otros gobiernos del continente, elegidos democráticamente, y con su discurso de fatuo pero aún eficaz progresismo.

El apuro por sacarse de la manga un remedo de sociedad civil organizada, junto a la gran ofensiva mediática que hoy despliegan intelectuales y artistas cubanos en línea con el poder, así como distintas instituciones religiosas (entre otras) afines a sus planes, delatan el propósito de legitimar nuestra dictadura como un sistema compatible con las prácticas de la política a nivel internacional.

Sin embargo, al mismo tiempo, ha estado aumentando la represión de la Seguridad del Estado en las calles cubanas. Los índices de arrestos a disidentes, mes por mes, y la violencia sistemática e institucionalizada ante las manifestaciones de descontento, son hechos que hablan por sí solos. Incluso, se han ensayado nuevos métodos restrictivos, como la desconexión de los teléfonos y de otros medios de comunicación con el exterior, a los opositores, blogueros y periodistas independientes, cada vez que se arrima a nuestras costas un visitante de rango, o cuando ocurre aquí algún acontecimiento de repercusión noticiosa.

Es como si existiera una especie de acuerdo tácito para que el funcionariado ideológico se concentre en la tarea de lavarle la cara al régimen, a fin de que luzca presentable ante la opinión internacional, mientras que las fuerzas brutas se ocupan de apuntalar el éxito de la operación, garantizando que no se mueva ni una hoja del Morro hacia adentro, aunque para ello tengan que violentar todos los límites, sean éstos de la legalidad, la decencia, o el mero sentido común.

Sería un pacto de horror, cuyos más tenebrosos frutos tal vez estén por verse, a pesar de todo lo que ha mostrado ya. Y supone una deriva desesperada, por parte del régimen, que no sólo compromete sus deseos de perpetuarse en el poder, sino que en general abre una brecha muy peligrosa para el porvenir de Cuba.

Bien se sabe, porque abundan los ejemplos históricos en todas las épocas y latitudes, lo que sucede en un país cuando a las fuerzas policiales y a los demás organismos represivos se les otorga patente de corso para que mantengan a la ciudadanía bajo el control de sus botas, sin reparar en remilgos.

Es algo que aunque jamás dejó de hacerse aquí durante las últimas décadas, se hizo siempre desde un único mando central que englobaba todas las fuerzas y las presentaba, precisamente a través de una coartada política, como el poder del pueblo.

Los cuerpos armados, y en especial sus instancias que se responsabilizan con el dominio de las calles, no tuvieron antes esa autonomía de la que al parecer disponen hoy para ejercer el atropello público, digamos por propia iniciativa. Al punto que comienzan a mostrar toda la traza de un poder autárquico dentro del poder.

Hace poco, Cubanet hizo público el caso de un asalto de las brigadas de respuesta rápida a la vivienda de un periodista independiente, acción a todas luces perpetrada por iniciativa e interés particular de un oficial del ministerio del interior. El reporte (publicado el 7 de mayo, con el título Agresión Frustrada El violento intento dedesalojo de una familia ...  ), además de ofrecer pruebas gráficas de la agresión, deja al descubierto su carácter de pandillaje con beneficio privado para quien la organizó. Incluso, demuestra que la dirección política del municipio Plaza, donde tuvo lugar, no sólo estaba ajena a su ejecución sino que la desaprobó en forma manifiesta.

¿Sería este un caso aislado, o se trata de un nuevo resabio que tiende a hacerse común dentro del cada vez más enrarecido panorama represivo de la Isla?

De momento, lo único que nos consta es que apenas unos días después de aquel asalto, el máximo representante de la dirección política del municipio Plaza fue sustituido. En tanto, el hecho vandálico y su organizador permanecen impunes.

¿Será que la sustitución de uno y la impunidad del otro son casos que no se imbrican necesariamente? ¿O será que en efecto le abrieron las puertas a la perrera, y una vez suelta y a su aire, la jauría comienza a tornarse incontrolable?

Tuesday, May 29, 2012


Dios los cría y Fidel los junta

Alexis Jardines. DIARIO DE CUBA

El acercamiento táctico del régimen ― con la mediación del cardenal Jaime Ortega y su grupo de apoyo ― al dinero del exilio se llama ahora "reconciliación". Dentro de este panorama, la oposición política es redefinida, atendiendo al último editorial de la revista Espacio Laical, como "minorías rapaces, presentes en casi todas las partes del espectro político cubano".

La pregunta ante esto podría ser: ¿quieren el Cardenal y sus apóstoles laicos usurpar el lugar de la oposición o desde Villa Marista se intenta recurrir al prestigio de una institución sagrada para agrietar la credibilidad del activismo político? Creo, sin embargo, que tal disyuntiva "tomaría el rábano por las hojas". Lo preocupante aquí es el reparto ― en proceso ― de cuotas de poder que estimula la cooperación y la alianza de la que estamos siendo testigos y que merece un tratamiento aparte.

En lo que sigue, repasaré tan solo la cortina de humo que la Iglesia ha levantado a su alrededor.


El falso inclusivismo

Hay dos poderes que no han dejado de competir por lo que, en términos modernos, pudiera caracterizarse como el acceso al mercado de las almas. El adoctrinamiento sistemático de esas almas es también una práctica esencial compartida por ambos. Lo que define la relación de esas instituciones parece ser, pues, el ganar adeptos y la necesidad de mantenerlos orbitando en torno a sí. Ello se deja sentir, particularmente, en otras prácticas compartidas como pudieran ser, por ejemplo, la compulsión a que el fiel (militante) reconozca sus pecados (autocrítica), los procesos inquisitoriales (purgas políticas), la promesa del Edén (la sociedad comunista sin clases ni Estado).

Todo ello es sabido. Pero, en la Cuba de hoy ocurre algo novedoso: la Iglesia comienza a posicionarse políticamente, pero asumiendo la retórica y la lógica del poder revolucionario.

"Divide y vencerás", ha sido la máxima acogida por la Revolución desde el mismo 1 de Enero de 1959, sino antes. La Revolución cubana ―sabido es― necesita de la contrarrevolución, de la imagen del enemigo a tal punto que, de no existir, tendría que inventarlo. En la temprana fecha de 1961, Fidel Castro llegó a la formulación doctrinal de su proyecto, expresada en el conocido mandamiento: "Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho".

El carácter exclusionista de tal planteo salta a la vista: arruina la variedad del panorama político nacional dividiendo a los cubanos, sin más, en revolucionarios y contrarrevolucionarios, de tal manera que los últimos quedan a priori estigmatizados. Esta reducción de toda la diversidad social en general a la disyuntiva "revolucionario/contrarrevolucionario" es esencial para fines de control.

En un giro notablemente castrista, el vice-editor de la revista Espacio Laical clasificó recientemente a los cubanos en "nacionalistas" y "antinacionalistas", con el propósito de tomar las riendas del tema de la reconciliación. Los antinacionalistas quedan, por principio, excluidos del diálogo. "In this new national Universe ― dice el autor refiriéndose ya al proyecto Casa Cuba ―, "'the inside' and 'outside', the Revolution and Exile, teleology and pragmatism, have at least the possibility to recognize each other as part of a single and indivisible whole". Como se ve, se pasa por alto a la sociedad civil y, dentro de ella, a la oposición y a la disidencia, que quedan ahora fuera de este fraterno universo conformado por la Revolución, el Exilio y la mediación sagrada de la Iglesia.

Lo curioso de todo esto es cómo se excluye radicalmente a la oposición/disidencia de la propuesta de los seguidores del Cardenal, mientras esta última se identifica con la del Gobierno al punto de hacerse indistinguible: "In that sense, the 'reinvention' of Cuban socialism is not only based on economic functionality, but on a real chance to receive and integrate the growing plurality of subjectivities present in Cuban society". Sin olvidar, por supuesto, que de esa creciente pluralidad se excluye justo a quienes más han hecho por fomentarla y sostenerla a pesar de la también creciente represión.

La posición de Espacio Laical — darle cabida a toda la diversidad nacional ("the entire national diversity") con el solo rediseño de las mismas instituciones estatales y de la arquitectura del actual Partido Comunista — entraña un gesto manipulador tendiente a promover un falso inclusivismo que justifique a la dictadura.

Para la revista laica (y remito aquí también a las intervenciones de sus editores en el Último Jueves de Temas, así como a las más recientes de Roberto Veiga) hay un sector que adopta una actitud de enfrentamiento y aplastamiento del contrario. Esos que quieren destruir al otro, según sostienen Veiga y González, son los antinacionalistas que deben ser excluidos del diálogo nacional.

Yo me pregunto: ¿cuál ha sido siempre ― y continúa siendo ― la actitud del Gobierno hacia la oposición política? "Destructiva", sería un calificativo cariñoso. Tal y como hace la propaganda revolucionaria (que cierra los ojos ante la realidad y ante sus propias inconsistencias lógicas), Lenier González sigue hablando de inclusión como si él mismo no hubiera excomulgado, siguiendo la tónica del Cardenal y del propio gobierno, a la oposición política, a la disidencia y a todos los movimientos cívicos y proyectos independientes que claman por una transición pacífica a la democracia (la cual, a diferencia de Iglesia y Estado, debe tener lugar en condiciones de libertad plena y pluripartidismo, única manera de garantizarle a todos los involucrados la igualdad de condiciones).

El vice editor, en suma, propone un escenario "of gradual and orderly change, preserving national stability, national sovereignty, social inclusion standards, and works towards a more inclusive and pluralistic society, a scenario without losers, where the Cuban government participates as a facilitator". Insisto, no es el obvio compromiso con el Gobierno lo que resulta inquietante, sino lo que hay detrás del mismo.

 Los supuestos de los que parte la reflexión de Lenier, simplemente, son erróneos. "In the XXI century ― nos dice ― we are challenged as a nation to expand the horizons of political imagination". Sin embargo, esto trata de implementarlo desde una perspectiva nacionalista y pre postmoderna, completamente ajeno a los resultados de la ciencias políticas, sociales y culturales en general que, justo en el siglo XXI ― y ya desde la segunda mitad del XX ― son incompatibles con tales reclamos y han apostado por lo postnacional, en correspondencia con el nuevo orden mundial y los tiempos que corren.

Los cabildeos reconciliatorios también se dejan sentir en las gestiones que el grupo C.A.F.E (por sus siglas en inglés) realiza en territorio norteamericano. El objetivo parece ser el mismo: excluir a los elementos más radicales, es decir, a aquellos que más molestan al régimen de La Habana.

Los movimientos tácticos de este grupo están dirigidos a aislar a la parte más beligerante del exilio, mientras suman a las mayorías silenciosas de los emigrados con el ánimo de incidir en las elecciones presidenciales, según la dirección señalada por los jerarcas del Estado totalitario y de la Iglesia católica.

Me temo que por ese camino los servicios de inteligencia cubanos terminarán gobernando los EE UU, tal y como lo hacen con Venezuela. Detrás de la campaña por la reconciliación está la idea de que sea el propio exilio (la diáspora o la emigración, según se prefiera) el que le otorgue legitimidad (y dinero) al gobierno de La Habana. O lo que es lo mismo, a los ahora "convertidos" hermanos Castro.

Obviamente, la jerarquía católica tiene un particular interés en lavar la imagen de la empresa castrista, en la que está adquiriendo acciones con la bendición de Benedicto XVI. Palabra Nueva también es parte de este plan reconciliatorio. Su director ataca a los que ― según su opinión ― insultan y descalifican. Lo que nunca se dice en estos casos es a quién. Y justo ahí está el punto: ¿a quiénes defienden? ¿Qué los hace ser tan intolerantes con el otro y, al propio tiempo, abogar por la reconciliación? ¿Cómo no imaginar una componenda entre Iglesia y Gobierno cuando estamos en presencia de la construcción paulatina de una mentira deliberada: la oposición y la disidencia son agresivos y destructores, gente violenta que quiere aniquilar al otro (nótese cómo se enmascara a la dictadura con la otredad) y, por lo tanto, se muestra incapaz de diálogo?

No importa lo que se argumente a su favor, el hecho es que la Iglesia Católica (el Cardenal y sus discípulos) intenta ocupar en el diálogo el lugar de esos cubanos que legítimamente lo han ganado arriesgando su felicidad, sus familias y hasta la propia vida. Esto es un secuestro del espacio opositor y una traición a la libertad y a la democracia.

Fue el gobierno dictatorial el que invitó a la Iglesia al diálogo y ésta ahora le paga excluyendo a la oposición. Solo pido que se reflexione al respecto. Los presos de la Primavera Negra fueron puestos en libertad por la presión de las Damas de Blanco que desbordó ampliamente las fronteras nacionales, pero esa victoria se escamoteó cuando Raúl Castro "accedió" a dialogar con el Cardenal para entre ambos repartirse los méritos (uno solicitando y el otro concediendo). Ahora intentan repetir la maniobra: el sacrificio de todos estos años, las muertes, las golpizas, las cárceles, todo se intenta eclipsar con la mediación de la Iglesia que se dispone a recoger los frutos de la lucha opositora y a colonizar la sociedad civil.

Y qué decir del viaje a EE UU de Eusebio Leal (leal tanto al Gobierno como a la Iglesia), que dijo: "No estoy aquí accidentalmente, sino buscando y trabajando en la dirección que considero correcta, de que salvados los derechos nacionales y nuestro culto ancestral a nuestra soberanía, se establezca una relación normal entre Estados Unidos y Cuba".

Nótese que ― en conformidad con la operación de blanqueo ― se le está dando protagonismo a las figuras más alejadas de la ideología marxista y del aparato policíaco-militar (con especial mención aquí a la infanta Mariela, cuyo coto de caza como todos sabemos es el influyente sector gay). Sin embargo, estos movimientos no apuntan al arrepentimiento ni a la buena voluntad repentina del Gobierno. Solo se trata de negociar apoyo político y financiero con sus propios enemigos históricos (la Iglesia Católica, el exilio y EE UU). Tan perversa es la apuesta.


Los parches de Espacio Laical

 Tras una campaña tan activa a favor de extenderle un cheque en blanco al Gobierno, cabía esperar que la necesidad del lavado de imagen tocara a las puertas de la propia Iglesia Católica y, particularmente, de su representante nacional. El editorial de la revista Espacio Laical, del pasado 21 de mayo, es el esfuerzo más reciente en este sentido.

 Por tal motivo, no podemos encontrar en él algo realmente novedoso o metodológicamente (y la palabra es de los editores) interesante. Sin embargo, algunos pasajes de esa apología del Cardenal Ortega han llamado mi atención. Sobre éste se dice: "ha cuestionado el quehacer político opositor dentro y fuera de Cuba, que suele caracterizarse por criticar, condenar e intentar aniquilar, sin proyectos claros y universales para el destino de la nación. Desde su amor indiscutible a Cuba libre y soberana [...] no puede comulgar con proyectos monitoreados y acoplados, en muchos casos, a agendas dictadas desde fuera de la Isla y sin un distanciamiento crítico claro sobre las medidas de bloqueo contra nuestra Patria".

 Diga el lector si no le suena a Raúl Castro hablando de la "gloriosa Revolución cubana" o leyendo la conocida biografía militante de un dirigente que acaba de ser promovido. Tras blandir el currículo político del Cardenal, el editorial agrega: "Todo ello lo ha llevado a conseguir una posición de liderazgo que ha desbordado lo estrictamente pastoral para convertirse en una propuesta de transformación ordenada y gradual del orden nacional".

Lamentablemente, tanto el cubano de a pie como la oposición y la disidencia no se ven representados en este diálogo que incluye solo al Gobierno y sus simpatizantes del exilio. El siguiente pasaje, dirigido contra los excluidos, habla por sí mismo: "cargados de odio, de prejuicios y en algunos casos hasta de escasísima inteligencia política, prefieren derrocar al actual Gobierno y conseguir un triunfo que nuevamente excluya a los adversarios. Este tipo de victoria, por supuesto, podría conducirnos hacia un cambio político y económico, pero no hacia el necesario equilibrio nacional de inspiración martiana, en tanto muchas veces sus promotores parecen empecinados en excluir a todos aquellos que de alguna manera apoyan o han apoyado a la dirigencia de la Revolución. Dicha pretensión podría cincelar nuevos mecanismos electorales, que tal vez satisfagan a ciertos sectores políticos, pero serían reglas deficitarias de un verdadero contenido democrático y reconciliador. De lo que se trata no es solo de cambiar políticas o incluso instituciones, sino de lograr una solución armónica capaz de enaltecer la cultura cívica cubana".

¿Cómo verían los editores de Espacio Laical que la oposición comenzara a reclamar la devolución de Vitral a Dagoberto Valdés y a cabildear en favor de una presunta promoción del padre Conrado a Arzobispo de La Habana? ¿Por qué ― en lugar de andar especulando con eventos que no han acaecido ― no propician el diálogo entre los Castro y esa parte beligerante (que no se aclara si es interna, externa o ambas) y dejan que la política la hagan los políticos?

Los que tienen que sentarse a hablar, en todo caso, son justo los que se pelearon entre sí con el advenimiento de la Revolución, es decir, las generaciones históricas de ambas orillas, diálogo en el que nada tiene que hacer la Iglesia. Y estas conversaciones deberían llevar a ambas partes a reconocer que el cubano de a pie (exiliado o insiliado) los sobrevivió y los olvidó definitivamente, que la Cuba de hoy no cuenta con ninguna de las dos ideologías en pugna y que, más allá de la retórica patriótico-nacionalista, lo que nos mueve son las libertades individuales, la prosperidad económica y la recuperación del concepto de familia, destruido por 50 años de comunismo de guerra.

El meollo de todo reside en que el Cardenal y su grupo de apoyo, en plena concordancia con los intereses de la cúpula del Gobierno, rechazan la reforma política y abogan por una transición económico-social gradual, encabezada por Raúl Castro. Es por eso que excluyen a la oposición política interna y al anticastrismo externo, ya que la pretensión de los mismos "podría cincelar nuevos mecanismos electorales, que tal vez satisfagan a ciertos sectores políticos, pero serían reglas deficitarias de un verdadero contenido democrático y reconciliador".

Tales reglas, al parecer, solo están al alcance de la dictadura totalitaria. Cómo se puede llegar a la democracia sin reforma política real ― y no aquella cosmética que apuntala la arquitectura del Estado comunista ― es algo que Espacio Laical todavía no ha explicado. Por el contrario, en esta frase, se acerca mucho al mandamiento castrista de Palabras a los intelectuales: "Quienes no consigan la madurez suficiente para alcanzar estos atributos se autoexcluyen de aportar al objetivo principal de nuestro proyecto". Es decir, o te conviertes o te quedas fuera y te anulamos.

Destacaré tan solo un remiendo más de la posición del Cardenal intentado por el editorial: "Igualmente tomamos distancia de los mesianismos políticos, oficiales y opositores, que pretenden autoproclamarse únicos portavoces de la sociedad civil y la vida política nacional".

Es obvio que tras la copiosa crítica al cardenal Jaime Ortega hay que desmarcarse un tanto de la posición gubernamental, sin embargo, seguidamente se desliza la idea que el argumento anterior va dirigido contra las fuerzas que, desde la propia nomenklatura, obstaculizan las reformas raulistas. Esta situación ya la conocemos por boca del propio Gorbachov tropical, quien justifica la trivialidad de sus reformas con giros perestroikos tales como la necesidad de la nueva mentalidad y la lucha contra la burocracia, pero sin mencionar la palabra Glásnost (trasparencia, apertura informativa, libertad de expresión).

Si se quiere entender esta "metodología política" que intenta vendernos Espacio Laical hay que reparar en un detalle: los argumentos del Cardenal y sus aliados podrán estremecer a buena parte de la burocracia partidista ― que sin nombres y apellidos no pasa de ser pura retórica ― pero jamás se dirigen contra las figuras de Fidel y Raúl Castro. En general, los cabildeos de los grupos de influencia (castrista y orteguiano) indican a una nueva alianza por el poder.

 Si el argumento de lujo aquí es preservar al Estado socialista para evitar el desgobierno, el caos y el revanchismo durante la transición ¿por qué apostar por el líder y no por las instituciones del Estado? No se olvide que en esta parodia caribeña de la URSS, Raúl Castro no ocupa el lugar de Gorbachov, sino el de Stalin.

 En lo personal, no me inclino por ninguna de estas dos apuestas. Hay que reconocer que el fin ha llegado y hacerse a un lado o ponerse en función del fortalecimiento de la sociedad civil y de la legalización de los partidos políticos con vistas a elecciones libres que puedan garantizar el desmontaje completo de las estructuras totalitarias. Solo así ― y no porque lo prescriba el editorial de una revista laica ― sabremos si Cuba cuenta o no con verdaderos políticos, proyectos y programas capaces de sacar adelante el país.

 A mí no me cabe ninguna duda que, para los cubanos, la peor de todas las opciones es aquella por la que ha apostado la Iglesia.


Una simple moraleja para los orteguianos

 El gran problema que ha tenido Cuba ― y que viene siendo el nódulo de todos los restantes ― es haber mantenido a las mismas personas gobernando durante medio siglo. Trátese de los Castro, los Pérez o los Rodríguez, eso no es lo importante. El gran problema que comienza a tener Cuba es que las mismas personas que la han administrado durante medio siglo intentan ahora diseñar su futuro y decidir el relevo.

En medio de todo esto, lo más valioso que tiene Cuba es su gente, no sus instituciones, tampoco el escudo ni la bandera de la estrella solitaria.

Monday, May 28, 2012


Los hijos de sus padres

El asunto de los hijos de estos y otros padres muy encumbrados llega ya al punto de que no es extraño escuchar decir que tras la muerte de sus progenitores, ancianos todos, ellos serán los que tomarán el bastón de mando porque son los que poseen el dinero.
José Antonio Fornaris. CUBA ACTUALIDAD (PD)

Hijo de Fidel Castro, Antonio Castro entre cervecitas y saladitos

Hace unos meses, mientras viajaba como pasajero en un taxi colectivo, un auto marca Lada, escuché a su conductora  ─ que iba quejándose de muchas cosas ─ preguntar por qué Antonio Castro, uno de los cinco hijos de Fidel Castro con Dalia Soto, tenía que ocuparse de la pelota.

 En la actualidad, Antonio Castro, siendo médico (ortopédico), es el vice comisionado nacional de beisbol.

"¿Por qué no lo mandan a Venezuela o a Bolivia a enderezar huesos, como mandan a muchos otros médicos cubanos?", se preguntaba la mujer, y al mismo tiempo nos lo preguntaba a todos los que viajábamos en su auto.

En estos días, en otro taxi colectivo, volví a escuchar, salvo matices, la misma pregunta, Pero en esa ocasión lanzada por un pasajero, quien agregó: "A esta gente no les gusta que sus hijos corran peligro, y mandan a los hijos de otros a correrlos".

Pero más allá de peligros, que aun teniendo en cuenta la ley de las posibilidades ─ se sabe que acechan en cualquier parte ─ lo cierto es que no se conoce de ningún hijo de un alto dirigente de la vieja guardia que sea un obrero. Y eso es muy significativo en un "Estado de obreros y campesinos". Máxime si se tiene en cuenta que esos "líderes" son los más altos representantes de ese Estado.

Aparte del ya mencionado, los otros que más o menos están en la palestra pública no tienen nada de obreros y menos de campesinos.

Fidel Castro Diaz-Balart es miembro de la Academia de Ciencias, y presuntamente es un intelectual que ha escrito varios libros.

Mariela Castro Espín es la directora del Centro Nacional de Educación Sexual. Su hermano, Alejandro Castro Espín, es un general que de acuerdo a comentarios populares, está al frente de una comisión que supervisa todos los activos ligados a la economía que pertenecen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), los que son disímiles y abundantes. También tiene libros publicados.

La hija del Comandante de la Revolución, Guillermo García, cuyo nombre es Loreta, es una importante gerente de la Empresa Nacional de Flora y Fauna, que dirige su padre. De ella se comenta que es amiga de sus amigos, a los cuales les hace caros regalos.

El asunto de los hijos de estos y otros padres muy encumbrados llega ya al punto de que no es extraño escuchar decir que tras la muerte de sus progenitores, ancianos todos, ellos serán los que tomarán el bastón de mando porque son los que poseen el dinero. Es decir, que son grandes millonarios.

En lo personal, no creo que ellos, que no son tantos, sean los que mantengan el poder en sus mano tras la desaparición ─ estamos hablando nada más que del fin biológico ─ de sus padres. Habrá, en primera instancia, demasiados reclamantes de muchas cosas, y aunque lo quisieran les sería imposible mantener el control.

Puede suceder, que a través de testaferros, estén manteniendo bastante dinero en el exterior, y que se vayan a otros países a vivir con lo "heredado".

No obstante, no parece que exista nadie en ningún estrato social en Cuba que no esté convencido de que impedir la llegada de la democracia al país es imposible. Y cosa lógica, los hijos de sus padres también se verán sometidos al examen público.

Ofensiva revolucionaria

Alejandro Armengol. Blog CUADERNO DE CUBA

El gobierno cubano está empeñado en una nueva ofensiva. No la lleva a cabo contra los residentes de la isla; no pretende intervenir nada ni nacionalizar negocio alguno; nada tiene que ver con piruetas ideológicas anteriores, como la construcción paralela de socialismo y comunismo; tampoco está interesado, en este caso, en perseguir la bolsa negra y el contrabando. No, lo que quienes mandan en la Plaza de la Revolución quieren es anular el exilio moderado, convertirlo en corderito amaestrado y restarle independencia.

Dos factores explican este intento. Uno es que La Habana se siente cómoda con la bipolaridad política que hasta ahora ha definido al exilio. Otra es el fracaso de Raúl Castro como proveedor de alimentos y en general de bienes de consumo para la población.

Basta recorrer los datos que con frecuencia ofrece el economista Oscar Espinosa Chepe en sus artículos, basados en las estadísticas cubanas, para comprobar que la agricultura continúa sin avanzar. Si a ello se une la pobre producción cañera en particular ─ la zafra azucarera volvió a incumplir los planes este año, según Granma ─ y la incertidumbre sobre el futuro del mandatario venezolano, Hugo Chávez, es lógico que los ojos del gobernante cubano se vuelvan hacia el norte, Estados Unidos y el exilio de Miami, en busca de fondos para la supervivencia.

El problema es que el régimen castrista decepciona a diario.

No a los exiliados.

Quien se marchó de Cuba – más o menos voluntariamente – trajo la decepción con su salida. Sin embargo, para los que optaron permanecer en la isla, o se han visto obligados a ello, no hay la más remota esperanza de mejoría.

Acaba de ser demostrado, con la vuelta a la prensa de la historia del famoso cable para internet, que es otro misterio u otro desconsuelo en una larga lista de engaños. La periodista Andrea Rodríguez muestra en un excelente reportaje que a más de un año del anuncio de la llegada del cable submarino a las costas de la isla, la conexión de Cuba a la red de redes sigue siendo de las peores del mundo. Cuba tiene la segunda conectividad más baja del mundo por detrás de la isla de Mayotte, al norte del canal de Mozambique en Africa. Así que si uno vive en Burkina Faso o en Chad, no debe olvidar que es un afortunado con respecto a Cuba al entrar en la red.

Nada que ver con el famoso embargo. El gobierno venezolano asegura que el cable submarino de fibra óptica que su país tendió hacia Cuba está “absolutamente operativo”, y señala que cualquier inconveniente de internet en la isla es un “asunto soberano” del gobierno cubano.

Esto coloca a los problemas de conexión que afrontan los cubanos en el terreno de la censura. Y la censura en la isla es algo que se extiende sin límites, cuando se trata de un objetivo priorizado.

Así que no solo se le veta la posibilidad de tener internet en la casa a los opositores de cualquier tipo. El simple ciudadano que simplemente quiere disfrutar un video en You Tube no puede hacerlo. Ni en su casa, ni en un establecimiento estatal ni en parte alguna. Simplemente porque el servicio no cuenta con la velocidad necesaria.

Al final el problema no es técnico y tampoco económico, sino de ideología. Una ideología que se limita a la supervivencia del régimen.

También el gobierno cubano apela a esta ideología ─ a la que se sacrifica todo no por una cuestión de pureza sino de mando ─, para desde La Habana intentar dictar pautas sobre el exilio. No sobre el exilio histórico, que por regla general ya no tiene familiares en la isla, sino sobre quienes han llegado en las dos últimas décadas. A cambio no está dispuesto a concesiones o cambios, sino a lanzar migajas.

Por supuesto que el esfuerzo ahora no es convertir a los exiliados moderados en marxistas, comunistas o socialistas ─ esto quedó atrás y nunca tuvo mucho sentido en Cuba ─ sino en nacionalistas. La definición nacionalista que La Habana aplica en este caso cumple un uso operativo: subordinación a los dictados de un régimen del que se ha escapado al llegar al exilio.

En primer lugar hay una farsa legal. Si la actual constitución cubana, en lo cual sigue las pautas de la Constitución de 1940, no admite la doble ciudadanía ─ y fundamenta que una vez que un cubano adopta una ciudadanía extranjera pierde automáticamente la cubana ─, carece de sentido jurídico que al mismo tiempo se exija a los que se han nacionalizado estadounidenses, pero nacieron en Cuba, que tengan que entrar a la isla con un pasaporte cubano.

En segundo una mezquindad política. La no satisfacción con la forma de proceder de un sector del exilio, con algunas de las normas existentes en el trato del gobierno norteamericano hacia la isla, o con la actuación de los congresistas cubanoamericanos, implica necesariamente el convertirse en coro o cotorra a favor de la libertad de “Los Cincos”.

El gobierno cubano no solo ignora la independencia política, sino la desprecia. No está dispuesto a un diálogo serio y abierto con quienes viven en el exterior. Se limita a reuniones ocasionales, con mucha publicidad y pocos resultados. Esa es su ofensiva, y también será su fracaso.