La conspiración de Chávez y Rangel
Fernando Ochoa Antich.
EL UNIVERSAL
No
había entendido la estrategia de estos dos mefistofélicos personajes. Por
suerte Hugo Chávez habla mucho y la manera de actuar de Rangel ha perdido la
sinuosidad que tenía en otros tiempos. Ahora deja el rastro como si fuese un
aprendiz de politiquero y no el viejo veterano lleno de cinismo y viejas mañas.
La pista la dio el propio Hugo Chávez en la perorata que le dirigió al país en
la firma de la tan postergada Ley del Trabajo. En medio de las palabras se
dirigió a Rangel, que ahora como obsecuente chavista aparece en todos los actos
del Gobierno, y le comentó su último artículo. El título me llamó la atención: "La
conspiración permanente". El uso que hizo Hugo Chávez de su contenido aún
más. Lo más curioso fue que al ir a leer el artículo me di cuenta que Rangel
había repetido invariablemente esa tesis en varios de sus escritos.
¿Qué
es para J. V. Rangel la conspiración permanente? Acusar a la actual oposición
democrática, liderada por Henrique Capriles, de ser la misma que conspiro
contra el régimen chavista el 11 de abril de 2002. Su razonamiento no tiene
ninguna base histórica pero crea en cualquier lector, con facilidad, una
inmensa duda: "a diez años de esos sucesos la oposición ratifica su
pasado. Mantiene el mismo discurso, maneja las mismas ideas: desprecia la
Constitución, la verdad y las instituciones. Al observarlos desafiar
elementales principios cívicos, montados en el mismo tsunami de odios concluyo
que si esa oposición, la actual, la misma del 11 de abril y otras aventuras,
cuya praxis consiste en asumir la política como 'conspiración permanente al
servicio de las peores causas', vuelve al Gobierno, Venezuela se hundiría en
una crisis de proporciones colosales".
Al
leer los demás artículos se obtiene el hilo conductor de la maniobra y su claro
objetivo. El primer elemento surge de un análisis del resultado de las encuestas:
ellas confirman la segura derrota de Henrique Capriles. Esta realidad, según
Rangel, conduciría a la oposición a buscar el camino de la conspiración
mediante el desconocimiento del resultado electoral. Su negativa de aceptar
reconocer de antemano la transparencia del proceso electoral y la legitimidad
democrática del ganador, así lo demuestra. Presionar a la oposición es el
objetivo. Un señalamiento grave, pero que le falta fuerza. Hay que vincularlo
con los intereses imperiales. La imprudencia del general Douglas Fraser.
Comandante del Comando Sur, lo permite. "En conclusión, la elección
venezolana trasciende las fronteras. Es un asunto propio de Estados Unidos y de
la Unión Europea".
El
objetivo no presenta dudas. Es una respuesta a una realidad que le causa
preocupación al chavismo. La legitimidad electoral es fundamental para el
futuro del régimen. Perderla, por los permanentes abusos de poder, no solo
produciría su aislamiento internacional sino un debilitamiento estructural que,
ante la enfermedad de Hugo Chávez, podría comprometer la propia estabilidad del
Gobierno. Este tema debe haber sido tratado, repetidas veces, en esas
angustiantes y solitarias noches de Miraflores. Allí, el habilidoso Rangel, que
aspira la Vicepresidencia para poder optar a la Presidencia en caso de una
crisis, debe haber utilizado su más fina dialéctica, para convencer de esos
reales riesgos al temeroso Hugo Chávez. Debe haberle susurrado: "tan grave
crisis requiere del manejo de un hombre que como yo no lo abandoné el 11 de
abril".
Hugo
Chávez se aprendió la lección casi al caletre: "Estados Unidos sabe que la
burguesía jamás ganaría unas elecciones en Venezuela, por ello no es casual la
injerencia estadounidense en el proceso electoral del 7 de octubre. Existe un
plan conspirativo en marcha contra la voluntad del pueblo. Esto ocurre porque
la oligarquía sabe que no puede ganar las próximas elecciones y que el pueblo
venezolano decidió vivir en paz y democracia". No satisfecho con esta
filípica tomó varias medidas buscando impactar a la opinión pública: crear el
Consejo de Estado, designando a Rangel y a Luis Brito García como demostración
de gran confianza, y retirarse de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos. El objetivo de esta maniobra se mantiene: presionar a la oposición
para que reconozca de antemano la legitimidad del proceso electoral.
La
oposición no puede aceptar esta presión: el resultado electoral, si triunfa el
chavismo, es ilegítimo. Esta verdad hay que decirla al mundo. Un proceso
electoral requiere de iguales condiciones y oportunidades para todos los
participantes. En Venezuela no las hay. La pregunta que surge de inmediato es
la siguiente: ¿debe la oposición ir a las elecciones en tan desfavorables
condiciones? Estoy convencido que sí. Las posibilidades de derrotar a Hugo
Chávez son reales. De allí que haya muchos chavistas, entre ellos Rangel, que
les interesa suspender las elecciones. Eso sí, tienen dos grandes problemas:
Hugo Chávez quiere ser candidato aunque le cueste la vida y Henrique Capriles
se fortalece, cada día más en la opinión pública, por su mensaje renovador y su
creciente carisma.
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