Sin respeto a la inteligencia.
Un reportaje sobre el sistema penitenciario castrista.
Mario J. Viera
Patio de uno de los edificios de la prisión Combinado del Este |
Debo
confesar que en mí hay un cierto componente de masoquismo intelectual. Tiene
que ser así porque, de vez en vez, me introduzco en la lectura de esos libelos
castristas Granma y Juventud Rebelde. Hay que tener una capacidad tremenda de
aguante para leer lo que garrapatean esos periodistas oficiales convertidos en
aedas sublimes de la dictadura denominada “revolución cubana” que le cantan
loas y alabanzas.
Los
reportajes, supuestamente periodísticos, de los medios castristas van de lo
sublime a lo ridículo con más de ridículo que de sublime. Unos inspiran risas
de burlas, otros, indignación por el desprecio que hacen a la inteligencia. Entre
estos últimos puedo ubicar el recién publicado en Granma bajo el tema “Sistema
penitenciario cubano”. Su autor ─ no sé quién rayos es ─ Sergio Alejandro
Gómez. Un periodista oficial que escribe sobre un tema del que evidentemente no
tiene ni la más remota idea ni ha contrastado in situ.
De
inmediato me llamó la atención el título del reportaje, “Respeto a la dignidad y al mejoramiento
humano” ¿se trataba de un sarcasmo sutil referido al sistema que en Cuba rige
para las prisiones? No, aunque parezca sarcástico no era esa la intención del
autor. Se trataba de un canto de alabanza a ese sistema.
Este
Sergio A. Gómez comienza su reportaje con esta afirmación: “Uno de los grandes desafíos que tuvo que
afrontar la Revolución Cubana fue desmantelar el sistema penitenciario
establecido por la tiranía batistiana…”. Bien, en primer lugar, durante el
gobierno de Fulgencio Batista no se estableció ningún nuevo sistema
penitenciario; era el mismo que estaba en vigor cuando se apoderó del poder por
medio de un golpe de estado. Esto lo
puede constatar el propio Fidel Castro. Léase ese bodrio de Mario Mencía
titulado “La prisión fecunda”.
Según
Gómez en aquel sistema penitenciario “imperaban
la corrupción judicial y administrativa, el crimen despiadado, los maltratos
físicos y la tortura, las desapariciones, la discriminación racial y social y
el tratamiento brutal al hombre sancionado, en detrimento de su integridad y
dignidad humanas”. Bien, era tan alta la corrupción judicial que a los
revolucionarios presentados ante los tribunales por hechos, hoy catalogados de
terrorismo, se les imponían leves sanciones penales o se les declaraba
inocentes, razón por la cual los esbirros del batistato se decidían por las
ejecuciones extrajudiciales.
Había
corrupción administrativa durante el gobierno de Batista como en cualquier otro
gobierno anterior; pero en muchas ocasiones esa corrupción permitió a algún que
otro revolucionario librarse de la prisión por gestiones impulsadas por un
determinado político de la época.
No
existen pruebas documentales de que en las cárceles durante el gobierno de
Batista se produjeran maltratos físicos, torturas o crímenes despiadados. Esos
horrores se vivieron en las cárceles de Cuba durante el machadato en los años
de la década del 30 (Consúltese “Presidio Modelo” de Pablo de la Torriente Brau
en cualquiera de sus ediciones, 1969 o 1975). Esos horrores fueron también
prácticas solo en las estaciones policiacas o centros de detención durante la
dictadura batistiana.
Tal
vez, en aquel sistema penitenciario quedaban rezagos de aquello que cruda y
violentamente denunciaba Carlos Montenegro en su novela “Hombres sin mujeres”
(1938) justamente considerada como la primer novela cubana que abordaba el tema
de la homosexualidad.
Continúa
el cronista del Granma señalando que “junto
al combate contra la injusticia y la desigualdad social, la ignorancia, la
violencia, los males y vicios de la sociedad capitalista que llevaba a prisión
a los humildes, mientras que los corruptos y malversadores disfrutaban del
poder y se repartían el país”. No se puede concebir mayor cinismo. Esos
términos parecen actuales. Gómez no conoce o no le da la gana conocer el
carácter del sistema penitenciario del castrismo. Los corruptos, los
malversadores del actual gobierno disfrutan del poder y se reparten el país
como si fuera un extenso latifundio feudal, mientras que en las prisiones
continúan los humildes, en ocasiones por delitos baladíes u originados por las
penurias que el sistema que defiende Gómez ha generado y multiplicado. Las
cárceles castristas son un espejo, una foto real ─ para decirlo con las propias
palabras del cronista ─ de la injusticia y la desigualdad social, la
ignorancia, la violencia y los vicios que el régimen de octogenarios ha
instituido en todo el país. Pues junto a ese combate revolucionario, Gómez
agrega:
“…hubo que destruir el régimen
carcelario heredado y sustituirlo por un sistema penitenciario profundamente
humano, sustentado en el respeto y el control riguroso de la aplicación de
leyes, reglamentos y políticas que se inspiran en la máxima de reeducar y rehabilitar
a cada persona recluida para su reinserción social”
Gómez
si ha visto una cárcel en Cuba, debe haberlo hecho desde la lejanía y a la
velocidad de algún carro en que se transporta para pergeñar alguna de sus enjundiosas
crónicas. No sabe qué es una cárcel castrista. No conoce, no le interesa
conocer como transita la vida en prisiones como el Combinado del Este, Agüica,
Canaleta y las más de cien prisiones que a todo lo largo del país ha erigido el
gobierno de los Castro.
Los
que hemos conocido y sufrido las condiciones carcelarias en Cuba no coincidimos
con la apreciación del reportero de Granma sobre ese “sistema penitenciario
profundamente humano” que describe. Edificios con condiciones detestables de
salubridad, con filtraciones, calurosos, en los que pululan los insectos y las
ratas; celdas atestadas a más allá de su capacidad. Hemos sido testigo de las
palizas propinadas a los presos por sus custodios. Hemos conocido reclusos
muertos sin asistencia médica con la complicidad de las autoridades del penal.
Hemos comido el miserable alimento que se ofrece en las prisiones suficiente
para mantener a los reclusos en una condición animal pensando en qué comer, con
el hambre traspasándole las entrañas. Ha corrido la sangre en disputa de dos
reos por un mendrugo de pan.
Tan
humano es el sistema penitenciario que muchísimos presos acuden al acto
desesperado de la mutilación esperando lograr con ese sacrificio obtener alguna
ligera mejoría en sus condiciones de vida, Unos se inyectan queroseno que les
provoca gangrena, otros se deciden por tajarse las venas, otros hasta se
mutilan el pene y no faltan los que compran la sangre de algún afectado con el
VIH y contagiarse, todo motivado por la desesperación que se vive en las
prisiones.
Junto
a todo esto, el matonismo de los reclusos comunes que sirven de auxiliares a
los custodios y muchas veces empleados por estos para provocar a los presos
políticos y agredirlos. Los delincuentes más tenebrosos e inescrupulosos
actuando como delatores dentro del llamado Trabajo Operativo Secreto a cambio
de miserables privilegios concedidos como “beneficios”.
Es
limitado el espacio de una crónica para reseñar todos los horrores que se viven
en un presidio castrista, baste con agregar que, como en El Infierno de Dante,
se podría colocar ante la puerta de entrada de cualquier cárcel de Cuba, un
cartel advirtiéndole a los recién llegados “Abandonen Toda Esperanza”
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