La
Reconciliación
Jorge Hernández Fonseca. CUBANET
Aparentemente
─ y según la línea de pensamiento que defiende el Cardenal Ortega para la
solución del “problema cubano” ─ el arreglo pasaría por un proceso de
‘reconciliación’. Es sin dudas un camino y podría ser parte de la solución. El
problema es que cuando existen dos partes con posiciones tan antagónicas, y una
de ellas ─ la dictadura castrista – continúa en una posición de fuerza contra
la oposición pacífica, hay que caminar varios pasos antes de poder llegar a tal
proceso. Sobre todo, es fundamental que ambas partes reconozcan la
reconciliación como el inicio de un entendimiento. Reconciliación unilateral de
parte de la oposición, hacia una dictadura que no habla de ello y continúa
encarcelando y usando la fuerza, es rendición.
Cuando
el cardenal Ortega habla de reconciliación podría estar mostrando un camino de
sometimiento a la oposición política cubana, si no consigue ser públicamente
enfático al hablar de reconciliación cuando dialoga con los personeros del
régimen, incluso porque esa filosofía forma parte de la doctrina cristiana que
defiende y encabeza dentro de la isla. Pero antes de la oposición considerar
semejante vía de entendimiento ─ factible como se ha dicho antes – habría que
pedirle a alguno de los altos dirigentes de la dictadura castrista que hablara
de reconciliación en relación a la disidencia o la oposición de dentro y fura
de la isla, cosa que no ha sucedido rigurosamente ninguna vez en este más de
medio siglo de dictadura pura y dura.
El
llamado problema cubano tiene características muy peculiares. La dictadura
castrista para nada se dispone a reconocer ‘valores’ en la oposición política
nacional. El trato que exige siempre el gobierno hacia la oposición es de
sumisión total, nunca de reconocimiento de errores – de parte y parte – o de
negociación para compartir civilizadamente el espacio que nos brinda la
República. El principio que enarbola la dictadura es: “el gobierno que tomamos
por la fuerza, por la fuerza tienen que quitárnoslo”, incitando a un proceso
violento, nada conciliatorio.
Por
otro lado, vemos como dentro de la propia Iglesia no existe la reconciliación
con aquellos católicos que decidieron libremente tomar el camino de la
oposición política. Es el caso de Oswaldo Payá y su Movimiento Cristiano de
Liberación. ¿Por qué Payá y su movimiento es perseguido y mal visto dentro de
la Iglesia? Si hubo diferencias antes, ¿por qué no se ejerce la reconciliación
con esos hermanos de religión? ¿por el simple hecho de ser opositores políticos?;
si los infiltrados del sistema de espionaje castrista en la Iglesia hablan y
defienden la dictadura dentro y fuera de Cuba a nombre de la iglesia, ¿por qué
no puede Oswaldo Payá y su Movimiento Cristiano de Liberación hablar contra la
dictadura como católicos que son?
Hay
muchas preguntas como las anteriores a ser respondidas antes de querer dar
lecciones de reconciliación: ¿podrá haber reconciliación unilateral de las
Damas de Blanco hacia sus verdugos, que semana tras semana las apalean, apresan
y maltratan?; ¿podrá haber reconciliación unilateral de parte de la familia de
Orlando Zapata hacia la policía que le negó el agua y lo dejó morir
cruelmente?; ¿podrá haber reconciliación unilateral de Andrés Carrión hacia el
policía político disfrazado de Cruz Roja que lo golpeó cobardemente, ya
dominado?
Hay
adicionalmente aspectos del “problema cubano” que son de tipo netamente
político. Se sabe que la dictadura castrista ha adoptado la estrategia de
confrontar, dentro y fuera de la isla, a los opositores como siendo partes del
gobierno norteamericano y no como realmente son, personas libres que quieren
una alternativa democrática para el gobierno de la isla. No puede haber
reconciliación política con quien no reconoce jurídicamente la independencia de
la oposición cubana respecto a gobiernos extranjeros, EUA u otros. La base de
la reconciliación debe ser el respeto. Sin respeto y con consignas falaces
sobre la oposición cubana, no hay alternativas que no sea la lucha por
rescatar, en cualquier campo, la dignidad opositora.
Para
la alta jerarquía católica, así como para los laicos pro-castristas infiltrados
en la dirección de varios órganos de prensa de la Iglesia y en la dirección de
ciertas estructuras laicas católicas cubanas, la dictadura cubana es lo mejor
para la sociedad de la isla, como se han cansado de repetir dentro y fuera de
Cuba. Pero la oposición no piensa así y junto con ella, una mayoría del pueblo
cubano y de los católicos cubanos. El hecho que la Iglesia castrista cubana
llame a seguir a Raúl Castro a través de una reconciliación unilateral, no
significa que la oposición acepte semejante desvarío, porque en el plano
conciliatorio, el castrismo no ha propuesto rigurosamente nada. La oposición
continúa así su camino para cumplir su misión de luchar por una Nación libre,
democrática e independiente. Lo contrario sería traicionar la patria cubana.
Si
existiera buena voluntad, todo es posible. Sobre todo, si ambas partes – oposición
y gobierno – admiten que la reconciliación es el proceso que los llevará a
compartir un país más civilizado. Pero continuar pregonando una reconciliación
solamente de las víctimas hacia sus victimarios indolentes, de los opositores
pacíficos hacia las fuerzas represivas que los apalean, de la oposición hacia
una dictadura sin apertura política, es simplemente traicionar lo más sagrado
que tenemos los cubanos honestos hoy en día: la dignidad de un pueblo que no se
doblega ante la dictadura. Como pregonó el Apóstol, “sin patria pero sin amo”.
Para los cubanos de hoy, la dignidad ante la dictadura es más sagrada que la
propia religión que pregona lo contrario.
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