El nuevo enemigo
Julio
Cesar Álvarez. CUBANET
Las enemigas públicas número uno para el Estado cubano ya no
son las Damas de Blanco, sino las imágenes que captan los lentes de los
periodistas independientes o los ciudadanos comunes, y que puedan mostrar la
cara oculta de nuestra sociedad.
Dice un refrán que una imagen vale más que mil palabras. En
política esto es doblemente cierto, pero para nosotros, los periodistas
independientes cubanos, que somos acusados por el gobierno de mercenarios, de
calumniadores, y de escribir siguiendo el guión de Washington, las imágenes son
cuestión de vital importancia.
Si nos limitáramos a denunciar los desmanes de nuestro
gobierno sólo con palabras, bien podrían ellos replicar con más palabras. Pero
si los lentes de nuestras cámaras o celulares pescan, in fraganti, a un policía
maltratando a un ciudadano, no hay palabras para desmentir el hecho.
El gobierno conoce esta realidad, y no se ha quedado con los
brazos cruzados. Ya se observa una hostilidad creciente, por parte de los
partidarios del régimen, contra los que toman imágenes que tengan el potencial
de desmentir el discurso oficial, o que puedan reflejar una realidad distinta
de la paradisiaca ofrecida por los lentes de los medios oficiales.
Pero lo más preocupante es que también se nota que el miedo a
tomar imágenes comienza a reinar entre la gente común, que ve ya el hecho de
tomar fotografías o videos, como algo prohibido, punible, o contrario a la seguridad
del Estado, incluso en situaciones que nada tienen que ver con la política.
Semanas atrás, en el edificio ubicado en la calle habanera
Porvenir esquina a Kessel, se suicidó un señor lanzándose del cuarto piso.
Hecho aparentemente sin ninguna implicación política, que puede suceder en
cualquier lugar del mundo. Yo pasaba casualmente por allí, y me sumé a los
curiosos al ver el despliegue de policías, ambulancias y carros de bomberos.
En el mismo momento en que saqué el teléfono celular para
grabar algunas imágenes, un señor del público me advirtió: “Oye, mira a ver,
que eso es contrarrevolución”. Segundos
después, otro señor me dice: “Oye, ten cuidado con eso”. Y una señora, al
parecer muy preocupada por mi, me advierte: “Hijo, que no te cojan filmando”.
Estas dos últimas frases, que accidentalmente quedaron
grabadas en el audio del video, son una muestra del miedo y la paranoia con que
vive nuestro pueblo, que se aterroriza
ante cosas tan inofensivas y comunes en el mundo actual como tomar un video
o una fotografía de un suicidio.
El absurdo y la paranoia revolucionaria continúan tan
vigentes como siempre. Hacer una foto o tomar un video en Cuba se ha convertido
en un acto sospechoso, contrarrevolucionario; como lo fue en los 60 y 70 que un
hombre tuviera el pelo largo, o usar ropa extranjera.
La dictadura sabe que las imágenes son libres, rebeldes, no
son leales a ningún gobierno, ni militan en ningún partido. De ahí la paranoia
de un régimen que no sabe subsistir sin la total sumisión de sus súbditos.
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