Entre el estado y la religión
Guillermo Descalzi.
EL NUEVO HERALD
Palabras
escandalosas. Quien las vierte sabiendo lo que hace es partícipe del escándalo.
Es el caso de monseñor Ortega. Sí, existen los que arman escándalos ignorando
el alcance de lo que dicen y hacen. No es el caso del monseñor. Las palabras y
acciones del cardenal definen su apostolado en Cuba. Indican servicio tanto al
gobierno como a su iglesia. Dirá que no sirve al gobierno sino que trabaja, y
no para el gobierno sino con el gobierno, en algunas cosas en servicio de la
iglesia. Cristo nunca sirvió, contemporizó o trabajó en nada con el poder
temporal. El servicio duplícito del cardenal, además, debilita la victoria del
cristianismo en nuestra herencia, la mezcla del mundo árabe y el romano de la
que sale la hispanidad.
Uno
de los primeros nombres en nuestro idioma es el de la virgen de Guadalupe.
Viene de Wadi Lupo, arroyo de los lobos. Lupo es lobo en latín. Wadi es arroyo
en árabe. La virgen de Guadalupe es la del Wadi Lupo. La luna es el símbolo del
Islam. Los lobos ‘cantan’ aullando a la luna llena. En la reconquista el arroyo
de los lobos adquirió importancia simbólica con la virgen del Wadi Lupo
alzándose sobre la luna islámica en cuarto creciente a sus pies. Han pasado
siglos. Hoy el cristianismo y la hispanidad luchan por elevarse sobre la
estrella roja en Cuba. Elevarse requiere fe, pero en la reconquista de la isla
la fe está mezclada con los propósitos del poder temporal, y lo está nada menos
que con la participación del máximo representante de la iglesia cubana.
No
hay palabras para explicar lo que resulta de la mezcla de propósitos del
arzobispado y el gobierno. Dependemos de palabras. También dependemos, en este
siglo XXI, de computadoras, y las computadoras no entienden palabras. ‘Hablan’
en código binario. Para comunicarnos con ellas usamos mediadores, programas que
traducen nuestras palabras al código de las computadoras y viceversa. Algo
similar ocurre con Dios en el catolicismo. En la iglesia los fieles no manejan
el código de la divinidad. Lo hacen el sumo pontífice y sus sacerdotes. Cuando
un intérprete del código de Dios utiliza su función para acomodarse o acomodar
su iglesia con el poder terrenal, sus palabras mal-dicen, dicen mal, salen mal,
causan mal. Jesús nunca buscó acomodo alguno. Las palabras de monseñor Jaime
Ortega y Alamino en un foro en Harvard sobre el papel de la iglesia en Cuba no
manifiestan otra cosa que acomodo. Habló de 13 disidentes sacados con violencia
de un templo habanero. Dijo que no fueron sacados a la fuerza y que “era un
grupo, y me apena decirlo, de antiguos delincuentes”. Los disidentes pedían la
excarcelación de presos políticos, libertad de expresión, acceso a la Internet
y un estado de derecho. Fueron sacados de la iglesia a golpes y patadas en
vísperas de la llegada de Benedicto XVI.
El
cardenal también utilizó, en ese foro, el nombre del recientemente fallecido
monseñor Agustín Román, diciendo que “Román me llamó aparte y me dijo: En tus
discursos, en tus homilías, tú hablas de reconciliación. No menciones esa
palabra en Miami… Es terrible que un obispo, que nosotros, tengamos que callar
esa palabra (reconciliación) que es nuestra, propia del cristianismo”. De esa
manera responsabiliza al exilio por la persistente división entre los cubanos.
Monseñor Román, conocedor por obras del código divino, no puede haber hablado tamaño
desatino. Ortega o lo mal entendió o lo mal aplicó, o ambas cosas a la vez.
Jesús
echó a los mercaderes del templo. En este caso, con la evidente aprobación
tácita o explícita de Ortega, el castrismo echó del templo a gente que nunca se
vendió. Fue al revés, el templo fue retomado por los mercaderes del poder
terrenal. Ortega manifestó que lo ocurrido se organizó en Miami. Así diciendo
pintó al exilio con brocha roja. Rojo, en la visión orteguista, parece ser no
tanto el color del comunismo como el de la sangre cubana vertida por causa del
exilio. El cardenal ni oye, ni ve, ni siente, ni interpreta correctamente el
código de Dios.
Benedicto
XVI acudió a Cuba para conmemorar cuatro siglos de la Virgen de la Caridad del
Cobre. La Virgen de Guadalupe simbolizó la reconquista española. La Virgen de
la Caridad del Cobre simbolizará la reconquista de Cuba, y se alzará sobre la
estrella de adoración impuesta por el régimen en la isla. En ese día estaremos
no con la estrella roja del gobierno sino con la cruz de salvación y su pueblo
en una primavera que habrá tardado más de medio siglo en llegar.
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