Mensajes equivocados
Gane Mitt Romney o se reelija Barack
Obama, el próximo noviembre, la política hacia Cuba no tendrá cambios
relevantes.
Jorge Olivera
Castillo. CUBANET
Es
harto complicado hacer un balance objetivo de la diplomacia y la política,
cuando se trata de las perspectivas de las diferentes administraciones
norteamericanas, durante los últimos 53 años, respecto a la dictadura cubana.
La
reciente concesión de visas norteamericanas a dos funcionarios muy bien
situados dentro de la nomenclatura, en este caso para dictar charlas y
conferencias, indica que crece la tolerancia para conceder este tipo de
licencias a personas vinculadas a la cúpula de poder , algo que podría
ampliarse de acuerdo a la paulatina regularización de un procedimiento que
resulta incompatible con la inclusión de Cuba dentro de los países señalados
por el Departamento de Estado como patrocinadores del terrorismo.
Los
beneficiados, Mariela Castro, hija del General-Presidente Raúl Castro y
directora del Centro Nacional de Educación Sexual, y Eusebio Leal, historiador
de La Habana y miembro del Comité Central del Partido Comunista, no califican
-como altos funcionarios del gobierno cubano- para entrar a territorio
estadounidense, según una orden firmada en 1985, por el presidente Ronald
Reagan, que prohíbe la concesión de visados a oficiales o empleados del régimen
cubano; negativa que incluye a integrantes del único partido político
legalizado en la Isla. Sin embargo, esa directiva presidencial está sujeta a
una política de excepciones a cargo de la Secretaría de Estado y en esta
oportunidad Hillary Clinton ha usado sus atribuciones para proscribir la medida
restrictiva.
Estas
variables de una tormentosa relación bilateral, no ayudan a esclarecer muchas
de las acciones norteamericanas contra el régimen de La Habana fundamentadas en
el problemático equilibrio entre las directrices de la política exterior y la
necesidad de asegurar ciertos parámetros de la política interna.
No
se puede olvidar la importancia de los votos que proporciona, en cada elección
presidencial, el estado de la Florida, donde vive la mayoría de los cubanos que
han huido de su tierra por motivos
económicos o políticos. Una derrota en ese estado, y así lo demuestran
fehacientemente las estadísticas, puede significar no llegar a la presidencia.
De
una u otra manera, el choque de intereses entre la comunidad de exiliados y los
legisladores cubanoamericanos por un lado y el gobierno federal por el otro,
terminan por congelar el tema Cuba. Es evidente que salvo tenues contrastes,
hay una coincidencia en las políticas de gobiernos republicanos y demócratas en
relación a la Isla.
Por
ejemplo en el 2002, durante el mandato de George W. Bush, Mariela Castro estuvo
de visita en Los Ángeles y en Washington. Es decir que la retórica utilizada
durante este período de cero condescendencia con Fidel Castro y sus allegados,
no era cumplida tal y como se suponía.
Aunque
no siempre esté de acuerdo con ellos y piense que en ocasiones adoptan
posiciones que lejos de ayudar a una apertura democrática, detienen el ritmo de
los acontecimientos a causa de desacertadas políticas que la élite de poder en
Cuba logra capitalizar a su favor, en esta oportunidad las críticas, tanto de
senadores como representantes de origen cubano, por la presencia en Estados
Unidos de estas dos personas estrechamente ligadas a los altos círculos de
poder en Cuba, reitera una invariable posición de principios, además de
subrayar la necesidad de imponer ciertos límites a esas políticas que nada
aportan al desarrollo de una dinámica de cambios internos.
Si
el aislamiento, como herramienta política, no ha sido efectivo en cuanto a
acelerar la apertura democrática, tampoco lo será un programa que contemple los
intercambios culturales y académicos parámetros tan amplios y con tanta
ligereza. Es oportuno recordar que no cualquier cubano puede contar de antemano
con el beneplácito de las máximas autoridades del país para viajar, tras ser
invitado por alguna institución académica o artística, extranjera. Hay que
tener un historial de un buen comportamiento político-ideológico o aceptar las
reglas de no ponerse a expresar críticas agudas contra el sistema en otras
latitudes.
Es
obvio que ningún funcionario y menos de ese linaje, pondrá las manos en el
fuego. Tanto fuera de Cuba como al regreso de su periplo seguirán defendiendo
las tesis del gobierno.
El
tempo del desmontaje rudimentario y fragmentado del socialismo real continuará
bajo la batuta de Raúl Castro y sus secuaces. Es utópico pensar que la
influencia desde el exterior aumentará con generosas recompensas materiales,
publicitarias y diplomáticas de países y de prestigiosas instituciones
internacionales hacia el gobernante partido comunista.
Gane
Mitt Romney o se reelija Barack Obama, el próximo noviembre, la política hacia
Cuba no tendrá cambios relevantes.
Salvo
estos matices, de otorgar visas a altos funcionarios y bajar el tono de la
retórica confrontacional, entre otros asuntos menores, los demócratas no se
atreverán a superar las barreras interpuestas desde la ruptura de las
relaciones diplomáticas en 1961. Los republicanos tampoco estarían dispuestos a
atizar los desencuentros, aunque apuesten por actitudes menos amigables.
Mientras
se acercan los momentos más tensos de la contienda electoral, los
adversarios políticos cubanoamericanos
del presidente Obama toman nota de las visas concedidas a Mariela Castro y
Eusebio Leal.
El
mensaje que se envía con estas concesiones pudiera ser contraproducente. Esos
funcionarios saben que su misión es la de pequeños caballos de Troya dentro del
imperio.
No
puede haber otro propósito en la mente de quienes persisten en enarbolar la
bandera de la confrontación. Me refiero a los dueños de Cuba. El grupúsculo que
va a dejar el poder solo cuando le sobrevenga la muerte a cada uno de sus
miembros, por mandato divino.
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