Fidel Castro y el asesinato del
presidente Kennedy
Carlos Alberto
Montaner. FIRMASPRESS
Otra
vez está sobre el tapete la vinculación de Fidel Castro al asesinato del
presidente John F. Kennedy. Es algo que se ha dicho y escrito incesantemente.
Lyndon Johnson, el sucesor de Kennedy, vivió y murió convencido de que tras el
gatillo que apretó Lee Harvey Oswald estaban las barbas de Fidel. No lo
denunció a raíz del crimen para no verse forzado a invadir a Cuba y provocar
otro enfrentamiento con la URSS. Recuérdese que el asesinato de Kennedy ocurrió
a escasos 13 meses de la Crisis de los Misiles, cuando Estados Unidos y la
Unión Soviética estuvieron a punto de desatar la Tercera Guerra Mundial.
El
último autor en examinar esa hipótesis es el Dr. Brian Latell, historiador,
profesor de Georgetown University y ex jefe de los analistas de la CIA para
América Latina, ya jubilado. Latell, quien hace sus afirmaciones en el libro Castro’s Secrets, recién publicado por
la editorial Macmillan, no asegura que el Comandante dio la orden de asesinar a
Kennedy, sino que sabía perfectamente que tal cosa iba a ocurrir porque se lo
habían comunicado sus espías. La principal fuente de Latell para llegar a esta
conclusión, pero no la única, es el desertor de los servicios cubanos de
contrainteligencia, mayor Florentino Azpillaga, el hombre que dirigía la lucha
contra la CIA dentro de la DGI castrista.
Castro
tenía una buena razón para matar a Kennedy. El presidente de Estados Unidos
estaba intentando liquidarlo a él utilizando a la mafia norteamericana y Fidel
había recibido toda la información sobre esos planes, no sólo por sus agentes y
sus dobles agentes, sino por los propios mafiosos que fueron capturados por la policía
cubana.
Los
muy eficientes servicios de inteligencia cubanos, montados por el KGB soviético
y la Stasi alemana, pero mucho más flexibles e ingeniosos, sabían perfectamente
lo que planeaba la Casa Blanca bajo la dirección casi obsesiva de Bobby Kennedy,
hermano del presidente y fiscal general de la nación.
En
efecto: la dictadura cubana logró penetrar a la CIA, al Pentágono, al
Departamento de Estado, y hasta consiguió cooptar virtuales agentes de
influencia en el Congreso y en el Senado de Estados Unidos. En el momento en
que Azpillaga deserta, la CIA creía haber reclutado a cuarenta y dos
funcionarios cubanos. Azpillaga les explica que todos, sin excepción, son
dobles agentes que llevan años tomándole el pelo a la inteligencia
norteamericana y burlándose de los polígrafos con que intentaban descubrir si
los cubanos mentían.
¿Por
qué Oswald mata a Kennedy? Eso está clarísimo: por su devoción a la revolución
cubana y porque cree que liquidando al presidente de Estados Unidos le salvará
la vida a su amado Fidel Castro. Para Oswald la muerte de Kennedy era un acto
de legítima defensa.
¿Quién
le ha dicho a Oswald que Kennedy quiere asesinar a Fidel Castro? Se lo han
contado los servicios secretos cubanos que están en contacto con él. Oswald,
incluso, parece que hasta llegó a tener relaciones íntimas con una agente
cubana radicada en México en calidad de funcionaria de su embajada. Los
mexicanos hasta le graban una jubilosa exclamación a esta dama cuando le
notifican que el presidente ha sido asesinado.
Por
amor a la historia, porque a estas alturas importa poco, la investigación que
falta por hacerse – Latell no entra en el tema – tiene que ver con la muerte de
Oswald a manos de Jack Ruby, un truhán de poca monta vinculado a la mafia. ¿Por
qué Ruby mata a Oswald y se sacrifica? A juzgar por los antecedentes, una buena
hipótesis es que lo hace para silenciarlo porque así se lo exige la
organización a la que está vinculado.
¿Qué
quería ocultar la mafia? Quería que las autoridades norteamericanas, y especialmente
el poderoso fiscal general Bobby Kennedy, no supieran que los gángsters
norteamericanos habían acabado pactando con La Habana, sencillamente porque los
servicios cubanos de inteligencia tenían presos a algunos de ellos y podían
hacer lo que le estaba vedado al FBI: comenzar a exterminar mafiosos en
cualquier lugar del planeta.
Más
aún: matando a Oswald la mafia servía a dos amos contrapuestos al mismo tiempo.
Por una punta ayudaba a Cuba eliminando a un incómodo castrista que acababa de
asesinar al presidente de Estados Unidos inducido por La Habana, y por la otra
salvaba a Bobby Kennedy del escándalo supremo de verse envuelto en una
conspiración con la mafia para matar a un jefe de Estado extranjero, delito que
hubiera podido llevarlo a la cárcel.
Todavía
falta un gran libro sobre Ruby y sus conexiones. Ojalá Brian Latell se anime a
escribirlo.
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