Agresión Frustrada
El violento intento de
desalojo de una familia
Ernesto
Santana Zaldívar. CUBANET
“Los corruptos vienen a desalojar a los humildes”) |
En El Vedado, como la mayor parte de las edificaciones tienen
relativamente menos años que las de Habana Vieja o Centro Habana, no ha sido
tan frecuente la noticia de que un inmueble haya colapsado o de que sus
moradores hayan tenido que ser evacuados con urgencia. En los últimos meses, no
obstante, son varios los edificios que han llegado a un peligroso final en esta
barriada. O que están llegando a él, al menos en una parte del inmueble.
Esto último es lo que está ocurriendo desde hace varios años
en el apartamento número 2 del número 1060, en Línea entre 12 y 14. Los techos,
a pesar de las vigas de hierro que los contienen y los postes de madera que los
apuntalan, están combados y agrietados. Las paredes están asimismo en muy malas
condiciones. Pero en el año 2010 a la familia que residía en el apartamento
contiguo (encabezada por Francisco
Martínez Blanes, teniente coronel en la Dirección de Seguridad del Estado en
Villa Marista) le asignaron una casa y, luego de infructuosos intentos de
buscar una vía legal y en vista del riesgo que corrían sus vidas, los
residentes del apartamento 2 decidieron ocupar el apartamento vacío.
De inmediato fueron acusados de usurpación ilegal violenta y
amenazados varias veces de desalojo, pero finalmente el tribunal municipal determinó que no había ocurrido delito alguno
porque la ocupación se realizó, sin duda alguna, para salvar vidas. Eso no
fue suficiente, sin embargo. Y por fin, el jueves 19 de abril ocurrió lo
impensable: un asalto de violencia desmedida contra la vivienda ocupada por Pablo Méndez Piña y cinco mujeres, entre
ellas una anciana parapléjica de noventa y cinco años.
Un vecino cuenta que, poco después de las ocho de la mañana,
cuando salió a trabajar, vio al oficial Francisco
Martínez hablando por un walkie-talkie, como dando instrucciones. “Había varias motos Suzuki en las
inmediaciones, un Lada con tres mujeres”, cuenta. “De pronto empezó a agruparse gente y se formó un despliegue de
segurosos y policías como si fueran a buscar a un terrorista armado hasta los
dientes. Empezaron a forzar la puerta de abajo, pero hasta con una pata de
cabra les costaba trabajo y entonces apareció uno con una mandarria de
veinticinco o treinta libras, que nunca llegó a golpear porque a esa altura ya
había mucha gente tirando fotos con cámaras y celulares. Por fin rompieron la
primera puerta y entraron a romper la reja. Pero entonces”, dice admirado
el vecino, “fue cuando Pablo puso el
letrero y la calle se llenó todavía más de gente y tiraban más fotos. Al rato
vi como unas mujeres se iban con sus palos y otras cosas en las manos como si
les hubieran dado la orden de retirarse. Ellos le llaman a eso ‘extracción’,
pero eso”, concluye, “siempre se ha
llamado desalojo”.
“En la esquina de la
bodega de Línea y 14”, cuenta otro testigo, “había varios carros y motocicletas, una guagua también, y mucha gente,
hasta un tipo con una mandarria. Era un grupo enorme de gente fuertona, todos
preparados. Yo vi a unas ochenta personas identificables por lo menos, pero
eran más, porque estaban regados. Estoy seguro de que eran más de cien. Fue una
cosa como de nazis”. Y concluye: “Pero
tuvieron que irse con el rabo entre las piernas”. Otro vecino asegura que
todo duró alrededor de media hora o cuarenta y cinco minutos. El tráfico se
paró en la senda de Línea del otro lado. La gente se paraba a tirar fotos con
cámaras y celulares. “Este es un edificio
en muy mal estado, y yo vivo ahí también. Sin embargo, a una cuadra de aquí, en
Línea y 16, hay un edificio en donde vive casi toda la familia de Armando Hart
y nadie los molesta. Y se supone que esta fue una revolución para los humildes”,
dice, indignado.
Cuando, después de romper la puerta de abajo y abrir la reja
de la escalera, el grupo comenzó a golpear la puerta del apartamento, asegurada
con una tranca, Pablo Méndez temió por la integridad física de las cinco
mujeres que se encontraban allí con él. Ya el letrero, improvisado con una
sábana y un poco de pintura (“Los
corruptos vienen a desalojar a los humildes”) llevaba varios minutos a la
vista de todos. Cuando los golpes arreciaban más, de improviso cesaron y los
asaltantes se retiraron, dejando allí varias cabillas y palos que no se
llevaron para que no se les viera salir con ellos. Dice otro vecino: “Yo llegué tarde y se supone que ya se habían
ido casi todos, pero dejaron a un tipo sentado en el muro junto al edificio,
dos en la esquina de 14, dos dentro de la panadería de 12; después pasó uno en
una moto Suzuki, despacito, daba la vuelta a la manzana y volvía de nuevo. Todo
el mundo estaba disgustado, todo el que pasaba comentaba lo mismo, que eso era
una injusticia”.
Más tarde vino Jesús Espinosa, el primer secretario del PCC
municipal de Plaza de la Revolución. “Posiblemente él sabía ya que soy opositor
y periodista independiente”, explica Pablo
Méndez. “Siempre es la misma
historia, la misma demagogia; siempre te quieren envolver. Me dijo que quería
llevarse el cartel y presentarlo para que los irresponsables vieran lo que
pasó. No me negué, pero le pregunté si quería llevárselo como trofeo y entonces
me dijo que no y me lo dejó. Le expliqué toda la historia, le enseñé todos los
papeles, las cartas de Vivienda, el organismo más corrupto que tiene este país;
le mostré la puerta rota y le dije que fueron ellos los que pusieron la
violencia, los que vinieron con intenciones asesinas. ‘Usted es la primera
persona que viene aquí a conversar, a interesarse por el problema’, le dije. La
gente se acostumbra a buscar una palanca para que le resuelvan el problema. Yo
soy un ciudadano cubano y me tienen que respetar y tienen que respetar los
artículos de la Constitución”, añade.
Una hora después vino una brigada a reparar la puerta y le
pusieron un llavín. “Temían que viniera la prensa extranjera”, dice Pablo. “Mira, ellos se quedaron botados. Seguro que
pensaron: ‘Como este es opositor, seguro va a llamar a otros opositores para
gritar consignas y tirar fotos’, y entonces ellos iban a armar la fiesta del
Guatao. Pero se quedaron botados, con la carabina al hombro. La mayoría de la
gente se solidarizó con nosotros, los vecinos vienen a ver el letrero. Salí
ileso, hasta el momento, porque la verdad es que no sé lo que viene”.
“Por eso es que quiero
ver, por la parte penal, a quién yo demando ahora por este acto de violencia
donde está involucrada la policía y la Seguridad del Estado. Se supone que ese
acto brutal es ilegal”, dice Pablo Méndez. “Creo que se puede hacer una demanda, si no a una persona determinada,
por lo menos al Ministerio del Interior, porque hay pruebas suficientes,
videos, fotos, y muchos testigos dispuestos a contar lo que ocurrió”.
“Cosas como esta no se pueden dejar pasar”, sostiene con pleno
convencimiento.
Fotos Ernesto Santana
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