La conducción
Américo Martín.
ABC DE LA SEMANA
Nadie de los
que interrogué supo decirme dónde estaba y quienes se sentaban en el cuarto de
la Conducción
Franz Kafka “La Muralla China”
I
El
presidente Vino, Vio ¿lo hizo? y Venció
¿acaso es eso posible sin que nadie se percate?
Pero
lo importante es encontrarle significado a su última visita, ahora que regresó
a La Habana a seguir su interminable tratamiento. Esas preguntas, siendo
importantes, no lo serían tanto si habláramos de un mandatario poco amigo del
espectáculo, Raúl Castro, por ejemplo. Pero si su hermano decidiera salir de
Cuba sin dejarse ver provocaría una tormenta especulativa.
Por
supuesto que tampoco es imposible que un Fidel Castro o un Nixon, para irnos a
la orilla opuesta, puedan en alguna ocasión valerse del secreto para mejorar la
calidad de sus operaciones en el extranjero. De hecho lo hicieron y con éxito.
Aislada la revolución por el esperado embargo norteamericano después de las
confiscaciones de intereses privados, Fidel viajó abruptamente a la Unión
Soviética. Por inusitado era muy difícil ocultar aquel viaje, y hubo que dar
una respuesta, aunque no con lenguaje de palabras, sino de fotografías. El
estridente Fidel y el Premier Jruschov, un Fidel ucraniano, tuvieron la
ocurrencia de retratarse en una cacería de osos. Violentando sus maneras
explosivas, habían decidido conversar en secreto los pormenores de la sustitución
de EEUU por la URSS en territorio cubano, pero en la imposibilidad de lograrlo
dejaron salir sus respectivas venas histriónicas.
¿Y qué hace Fidel en la Unión Soviética? le
pregunté al Che Guevara en el Banco Nacional de Cuba.
-Está
cazando al oso, me respondió
II
Otro hombre de candilejas, sembrador de
agitaciones a favor o en contra, estadista solvente pero de talante cínico fue
Richard Nixon, odiado por los periodistas liberales pero jefe sin disputa del
partido Republicano. Conservador hasta la médula, anticomunista agresivo,
protagonizó sin embargo una operación encubierta en la archienemiga China, que
probablemente a ningún demócrata se le hubiera ocurrido. Kissinger armó el
mecanismo. Se anunció un viaje oficial de Nixon a Pakistan, cuyo presidente,
Ayub Khan era estrecho aliado de EEUU. Ya en ese país, ambos presidentes
hicieron una gira más bien convencional, hasta que, burlando a los medios,
colocaron al mandatario norteamericano en un avión que lo trasladó
clandestinamente a Beijing. Llegó solo. Recibido por Chou En Lai fue escondido
en una lujosa residencia rodeado por un personal doméstico, que no dejaba de
sonreír. Las conversaciones se inician con
rapidez y éxito. El tema no es concha de ajo: restablecer relaciones
entre dos naciones hasta entonces marcadas por un feroz antagonismo.
De
repente Chou se disculpa. Debe dar una declaración televisada. Si no se
presenta se despertarán sospechas. Nixon entiende y amablemente lo despide. Por
curiosidad y con su traductor al lado, escucha el agresivo discurso de Chou,
plagado de menciones contra el imperialismo yanki. Nervioso, mira a un lado y
otro hasta toparse con los domésticos chinos, tan agitados como él pero sin
abandonar la sempiterna sonrisa. Inquieto y acorralado, el presidente les
pregunta:
-¿Y
ustedes por qué se ríen?
-Los
chinos siempre nos estamos liendo, le
responden en angustiado coro.
En
fin, regresa Chou prodigando amabilidades, con la convicción de que las
conversaciones chino-americanas avanzan sin pausa. Nixon lo intercepta:
-Pero
lo acabo de ver y nada de lo que dijo concuerda con nuestras negociaciones…
Chou
responde alegremente:
-Fíjese
en lo que hago, no en lo que digo.
III
Es
obvio que Chávez no es el mismo. Su silencio es más sorprendente porque rompe
su habitual e interminable chaparrón de agresivas insensateces. ¿Quién gobierna
en Venezuela? Podría pensarse que la rutina porque el presidente Chávez no sólo
dejó de hacerlo, sino de reír, sonar, jactarse; y sus supuestos sucesores no se
atreven a llenar el vacío, bien porque no saben o porque temen que el caudillo
desconfíe de sus decisiones. No sería extraño
que estos silencios se hagan más prolongados y que trate de armarse una
contradictoria y débil Conducción en medio de la emergencia de las elecciones
presidenciales, con Capriles Radonsky avanzando vigorosamente.
No se siente el gobierno ni hay voluntad para
construir alguna convincente caricatura de tal. La gente puede sospechar que
desde algún punto en el infinito, Chávez sigue en el timón. El vacío es siempre
aterrador, sea del piloto que desapareció del avión en vuelo o del presidente que
se esfumó de la cumbre y del territorio venezolano. Por eso es más fácil creer
que aunque no la veamos, la misteriosa Conducción sigue atendiendo de alguna
manera los problemas que nos agobian.
Mientras
el hombre que ha dominado la voluntad del gobierno y sus seguidores no se
autoexcluya, el drama interno del PSUV permanecerá en ignición. Pero los
barones que se encanallan para ocupar el vacío saben que no pueden seguir
esperando, aunque no sea posible que se entiendan en el crucial asunto de la
sucesión.
La
historia es impredecible. Se pueden calibrar las tendencias, pero el desenlace
admite hechos inesperados. ¿Quién iba a imaginar que en fecha tan temprana como
el 7 de octubre estaría por precipitarse un cambio democrático en Venezuela?
¿Quién podía incorporar la enfermedad del presidente al batiburrillo de los
factores de cambio?
Si
dijéramos que “todo es mentira” tal afirmación sería verdadera y en
consecuencia no todo es mentira, lo que nos lleva a un callejón sin salida. Exactamente
así es el silencio más bien estruendoso del gobierno.
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