Primero de Mayo… ¡Ay, que felicidad la,
la, la!
Aleaga Pesant.
CUBANET
Los
venezolanos de la Misión Rivas que marchaban tan marcialmente, los turcos con
su bandera nacional, los chilenos comunistas con su cartel por el centenario de
su partido y los etarras con sus consignas castristas, probablemente no
entendían nada de ese extraño desfile proletario del Primero de Mayo en La
Habana.
Mientras
Salvador Mesa, el Secretario General de la oficialista Central de Trabajadores
de Cuba, disparaba su arenga desde la tribuna, muy cerca de allí, en la
intersección de Zapata y Paseo, los desfilantes “arroyaban” al paso de una
conga de Sur-Caribe, la exitosa orquesta santiaguera.
¡Ay
que felicidad la, la, la! La música, la
reproducían los altavoces de la compañía independiente de espectáculos
PMM. Hermosas mulatas, con ombligos y
caderas al viento le daban a la concentración un aspecto más propio de carnaval
que de acto de reafirmación política del proletariado. A pocos metros, una
tarima del Centro Comercial de Carlos III, con más mujeres hermosas y el león,
mascota de Industriales, el equipo de beisbol más popular en la capital.
Todos
bailaban, sin prestar la menor atención a la martíngala del “primer
sindicalista del país”. Gozaban los del
cordón de seguridad, que debieron ser una docena de miles, entre profesionales
y voluntarios, a todo lo largo del trayecto; los de la Cruz Roja, esta vez
instruidos de no repartir camillazos en público, y hasta unos fiesteros que
prolongaron en la mañana la farra iniciada la noche anterior en el Malecón.
Todos se sumaron al baile y la gozadera.
“Así
mismo se va a caer esto: a son de pachanga”, me dijo una mujer desconocida, en
medio del tumulto. Y continuó: “Igual
que ahora dicen ¡Vivan Fidel y Raúl!, pueden empezar a gritar ¡Abajo Fidel y
Raúl!. Esto es surrealista”. Yo afirmé con la cabeza y me alejé en otra
dirección.
A
un costado de PMM, el excéntrico y popular coreógrafo Tony Menéndez, con zapatos
de plataforma rojos y amarillos, dignos de mejores plazas, y vestido con una
camisa de encaje roja y sombrero, traía su conga particular, integrada por las
niñas de su compañía y sus madres. Los
carteles de Tony declaraban su amor y el de su compañía de espectáculos a Fidel
y Raúl Castro.
Si
Tony llevó a sus alumnas, los dueños de paladares llevaron a sus trabajadores. La Paladar La Pachanga, desplegó un gran
cartel que rezaba “Trabajadores por cuenta propia ¡Presentes! La Pachanga.
Preferida por la farándula”. Pero el
entusiasmo del nuevo empresario no quedó allí.
Compró además gorras de color verde y les hizo imprimir en su frente
el logotipo oficial del 1ºde Mayo y por el costado el nombre del
restaurante.
Bailaban
y gozaban todos los presentes con la
música, cuando llegaron los jóvenes militares, la mayoría cadetes y
guardiamarinas, en cantidades que superaban los miles. Pero tampoco se mostraron muy marciales, se
unieron a la pachanga hasta el final del camino, más allá del edificio de la Biblioteca
Nacional, pasando por una tribuna organizada por los comunistas donde se veía a
un Estaban Lazo, con aspecto mal humorado
y a Salvador Mesa, con cara de cumpleaños.
El último en desfilar. Fotos: Aleaga
Pesant
|
Ya
de regreso vi a un hombre harapiento, serio, cansado y triste, enarbolando un
cartel que decía “La batalla económica: tarea principal”.
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