Villatoro
Aníbal Delgado Fiallos. LA PRENSA
Esta
generación de hondureños necesita hacerse una autocrítica de fondo; forjada
bajo los ideales nobles de nuestros padres, golpeada por la dictadura militar,
perfectamente bien informada de las conquistas de otros pueblos, ha sido
incapaz de organizarse políticamente para rescatar al país de oportunistas y
demagogos.
Hemos
llegado hasta aquí, al borde de la disolución social, con nuestros propios
pies, vencida nuestra voluntad ciudadana por la cháchara insolente de los
políticos de todo pelaje y colores y por un sistema alienante de hacer
publicidad.
El
mensaje de alto sentido moral no prevalece, porque segundos después de la
intervención de un comunicador social que ha llenado nuestro espíritu, viene el
comercial deformante, escandaloso, estúpido a veces, avasallador, de una
corporación mercantil o política que nos invita a consumir lo inconsumible, lo
que no necesitamos, lo que enferma nuestra mente, nuestro corazón y nuestro
cuerpo o a hacer lo que destruye a nuestra patria.
Este
sistema social que se ha estructurado a nuestra vista y paciencia es el paraíso
de los pícaros y mentirosos, por eso, disponiendo de lo fundamental de la
riqueza nacional, invierten grandes cantidades de recursos en su sostenimiento;
este sistema social que fortalecemos con nuestros votos cada cuatro años lleva
en sus entrañas la simiente de la muerte.
Las
guerras intestinas destruyeron el país a comienzos del siglo XX, luego o
simultáneamente la empresa transnacional extranjera nos corrompió y nos despojó
de nuestros recursos naturales y humanos, después vinieron los militares y su comparsa de civiles y políticos serviles
que le entraron a saco a las finanzas del Estado, ahora son los políticos
neoliberales marcados por la incapacidad, que por allí anduvieron exhibiéndose
en el velorio y en el entierro.
El
asesinato de mi amigo Ángel Alfredo Villatoro se inscribe en ese espacio
trágico de la historia que nos está tocando vivir; los responsables de última
instancia no son los que accionaron las pistolas contra la querida humanidad de
Ángel Alfredo; quienes tendrán que comparecer ante el tribunal de la historia
son los artífices políticos de esta realidad amarga y, naturalmente, nosotros los flojos
incapaces de una acción reivindicadora.
Con
las naturales diferencias en la apreciación del fenómeno político, lo estimé
profundamente; siempre fue generoso y bueno; la
indignación colma todo mi ser en
este minuto de tragedia y vergüenza nacional.
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