El “Cuba
libre” de Romney y la Infanta Mariela
Mario
J. Viera
No
podía faltar. Romney también quiere una ─ o tal vez un ─ Cuba Libre. No es el
primer candidato presidencial ─ republicano o demócrata ─ ni será el último que
meta en su campaña la propuesta referida a la libertad de Cuba principalmente
dirigida a captar el apoyo de la poderosa comunidad cubana del sur de la
Florida. Después, ¡Nada! Ni republicanos ni demócratas han hecho nada realmente
inteligente para propiciar la transición de la isla hacia la democracia. En
realidad les importa poco, Cuba es una de las últimas prioridades para los
Estados Unidos, el castrismo no representa en la actualidad un peligro
significativo para la seguridad de los Estados Unidos y la real politik se impone.
Romney,
en plena campaña, como seguro candidato republicano a la presidencia, no puede
perder la oportunidad de declararse ardiente defensor de la causa de la
libertad de Cuba: “Si soy elegido
presidente ─ declara ─, el régimen
castrista no tendrá razón para dudar de nuestro inquebrantable compromiso con
la causa del pueblo y ese régimen sentirá todo el peso de la determinación
estadounidense”. Nada nuevo. El régimen castrista sabe perfectamente que
Estados Unidos es su principal oponente internacional y como lo sabe ha
convertido a los Estados Unidos en su enemigo objetivo, ese necesario enemigo
que requieren los totalitarismos para tratar de justificarse ante el mundo y
continuar aplicando internamente sus medidas represivas.
Y
Romney continúa: “La comunidad internacional
sabrá que el futuro de Cuba está dentro de las filas del movimiento a favor de
la democracia, representado en hombres y mujeres como José Daniel Ferrer, Jorge
Luis García Pérez ‘Antúnez’, Sara Marta Fonseca y Berta Soler. Y, juntos, vamos
a acelerar el día en que el régimen llegue a su fin”. La comunidad
internacional lo único que ha hecho es darle reconocimiento a la dictadura
castrista y ofrecido representación en foros internacionales omitiendo que se
trata de un gobierno usurpador, si hasta la OEA ha aprobado el ingreso del
castrismo a su seno y las Naciones Unidas le dan acceso en igualdad de
condiciones a su Asamblea General y le acomoda asiento en la Comisión de
Derechos Humanos. En cuanto al movimiento pro-democrático cubano… Ah, sí, hay
algunos que se oponen al gobierno y… ¡Solo eso! Hay más interés internacional
por las supuestas reformas raulistas que por lo que pueda ocurrir con la
asediada oposición cubana.
“La lucha por una Cuba libre se ha prolongado
demasiado tiempo”, asegura Romney y es cierto, ¡Demasiado tiempo! Desde los
compromisos Jruschov-Kennedy hasta el presente ninguna administración americana
ha hecho nada positivo, inteligente para alcanzar la caída del castrismo.
Ciertamente esa lucha no es obligación de los Estados Unidos es la apremiante
obligación de los cubanos, de todos los cubanos, sin banderías y sin luchas
entre bandos; es la obligación de anteponer a nuestros proyectos particulares
de grupos, el proyecto de todos de derrocar al castrismo unidos dentro de la
diversidad política en una estrategia común sin mácula ideológica.
Como
colofón lógico de su campaña electoral, Romney arremete: “En los últimos años hemos visto Estados Unidos alejarse de presionar al
régimen de Castro bajo la óptica equivocada de que aplacar, con una mano
abierta, generaría progreso. Esa ingenuidad ha invitado mayor crueldad y
opresión”. ¡Claro que sí, hombre! No es legítimamente moral hacerle
concesiones a una dictadura como abrirle el mercado de Estados Unidos a los
Castro aunque pagaran en efectivo, ni sostener un intercambio cultural y de un
supuesto pueblo a pueblo que permita acercamientos entre instituciones
universitarias y culturales de ambas naciones que luego termina en lobismo a
favor del castrismo y agradable y consentido turismo playero, como tampoco es
legítimo la ingenuidad de negar el encuentro de la familia cubana de un lado y
otro del Estrecho de La Florida y obstaculizar las remesas familiares, solo por
intereses politiqueros. Ambas ingenuidades invitan a “mayor crueldad y opresión”.
Ahora
Estados Unidos le ha concedido visa a la Infanta Mariela, la hija del tirano de
turno en Cuba, como durante la administración de George Bush le concediera visa
a altos funcionarios del régimen castrista y les permitiera dictar conferencias
en universidades americanas; no obstante esta no es la primera visita de la
Infanta a los Estados Unidos, pues en el 2002 recibió también visa del gobierno
de George W. Bush.
Como
se está en campaña, el director de políticas de Romney, Lanhee Chen, se arrojó lanza en ristre criticando a la
administración Obama por autorizar el visado de la Infanta calificándole como “una bofetada para todos aquellos valientes
individuos en Cuba que sufren una incesante persecución por luchar por los
derechos universales que nosotros atesoramos”. No estoy en contra del
calificativo de “bofetada”; es una bofetada dada a los cubanos que con dignidad
y desde la indefensión se oponen al continuismo castrista.
Mariela
Castro es, más que una sexóloga, una de las “caras amables” del castrismo, una
pica centrada en la propaganda de los usurpadores, una representante de primera
línea del castrismo. Recibirla es como dar oído al canto de sirenas del
castrismo y escuchar a sotto voce la
misma voz del general-presidente. Es la Infanta más conocida en la sucesión
castrista; sin embargo ¿es legítimo utilizar su visita como potro de campaña
política cuando en 2002 ningún republicano alzó su voz en rechazo por su visita
y ¡nada menos! que para recoger un premio?
Honestamente,
no creo en la sinceridad de cualquier candidato presidencial que quiera tomarse
un Cuba libre, sea republicano, sea demócrata; ya tantos lo han hecho…
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