Thursday, May 3, 2012


Nuestro Papa potencial

Ramiro Gómez Barrueco.

(Ex preso político cubano) EL NUEVO HERALD

La Iglesia Católica es piramidal. El Papa es como un rey. Los cardenales, los príncipes de la iglesia, constituyen el segundo nivel de autoridad conocido como la Curia Romana. Cuando el Papa muere, la Curia nombra a uno de sus miembros como sucesor del Trono de San Pedro. América está en la lista de espera y el príncipe Ortega está en la boleta.

El grave problema que confrontamos radica en las declaraciones elitistas anticristianas, emitidas por el cardenal cubano, al referirse a los católicos opositores expulsados violentamente de una iglesia a petición de Ortega: “Todos eran antiguos delincuentes”. “Sin nivel cultural”. “Algunos con trastornos sicológicos”. “Organizada desde Miami”. “Román me llamó aparte”. “Como cristianos se deben apoyar los cambios pacientemente”. Calló la palabra reconciliación por recomendación de Román. Tomaremos como ciertas sus manifestaciones cardenalicias.

Recordemos palabras de Cristo: “Los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están”. “Bienaventurados los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los que padecen persecución por causa de la justicia, los que por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros…”. Y escogió Jesús 12 apóstoles, la mayoría pescadores analfabetos, varios de los cuales eran considerados violentos ex-sicarios zelotes.

Jesucristo perdonó al delincuente arrepentido: “De cierto os digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Demostró que cumplía con el objetivo de su existencia: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos”; “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Pero no perdonó al ladrón blasfemo que no se arrepintió.

Jesús confrontó y condenó a los escribas, hombres cultos de su época. También lo hizo con los fariseos (hipócritas que alardean de una piedad de la que carecen). La actitud de Ortega lo califica de fariseo y proclive a los escribas. Su desprecio por los desposeídos, por los enajenados mentales, por los delincuentes y por los incultos, lo enfrentan visceralmente al verbo del hijo de Dios.

A propósito, si las cosas organizadas desde Miami fueran condenables, la iglesia cubana estaría en el infierno. En la teología orteguiana los cristianos tienen “el deber” de apoyar los insignificantes cambios cosméticos y dilatorios de una tiranía atea y totalitaria. También tienen que asumir a ciegas un futuro cada vez más improbable; y respaldar esa improbabilidad con paciencia hasta que la tiranía sucumba ante el Sermón del Monte. El Cardenal reconoció que eludió el mensaje cristiano (la reconciliación) por conveniencia.

El Santo Padre Benedicto XVI, especialista en la doctrina de la fe, no puede permitir que uno de sus príncipes sea un anticristo y está conminado a actuar. Si no apoya el mensaje de Cristo, la iglesia cubana quedará dividida en aristocrática (vaticano-comunista) y en popular (parroquial-democrática).

Las calles de Miami, saturadas de ex-oficiales del ministerio del interior, son el testigo clave y viviente de la reconciliación pueblo a pueblo. La represión indetenible del gobierno castrocomunista contra el pueblo cubano es la prueba irrefutable de quién es el que no acepta la reconciliación. No hay peor ceguera que los lentes negros del poder.

Ni Ortega ni Ratzinger serán los zacatecas de la Iglesia ni del cristianismo. No tienen brazos ni palas para eso. Cristo es Juan clamando en el desierto, Cristo son los 12 incultísimos pescadores de almas, las catacumbas, la Madre Teresa de Calcuta y todos los que caminan sobre las aguas del amor y el perdón. Todos los que son, Iglesia son. Abandonar a Cristo es abandonarnos a nosotros mismos.

Los tiranos irredentos que como Salomé bailan y seducen para continuar arrancando cabezas, bendecidos por los nuevos Herodes, son el anticristo en cuya bandeja ensangrentada comulga diariamente el papa potencial amanerado.

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