La
trampa del problema equivocado con solo dos opciones
Eugenio Yáñez. CUBAENCUENTRO
Comienzo
dejando claro, para que no haya dudas, que no considero que los representantes
o senadores de origen cubano de la Florida y New Jersey representen mis
criterios como cubanoamericano en esta gran nación. Como soy un hombre libre,
lo digo sin temor ni necesidad de justificarme.
Dicho
esto, quiero dejar más claro todavía que eso no significa que pretenda
deslegitimar a esos legisladores o que no los respete como representantes
democráticamente electos por los votantes, y mucho menos que intente sumarme a
la falacia de que los verdaderos representantes “del pueblo” puedan ser quienes
no se someten a la voluntad de las urnas.
Dije
en Cubaencuentro en el año 2005, hablando sobre este tema: “Comparto algunos
análisis y posiciones de los congresistas cubanoamericanos por Florida y
discrepo de otros; pero no olvido que cada dos años ellos deben presentarse a
elecciones y ser reelectos por los votantes. Es decir, que en alguna medida
representan el criterio de los votantes cubanoamericanos… La más imperfecta
democracia, con congresistas con los que no siempre coincido, es superior a la
más perfecta dictadura con ‘legisladores’ cínicos como Alarcón o facinerosos
como Hassan Pérez”.
Traigo
esto a colación no para vivir del cuento, sino para insistir: ¿Es que los
cubanos estamos condenados a vivir en los extremos? ¿Las únicas opciones son
apoyar el embargo a rajatabla o pedir su levantamiento incondicional? ¿No se
puede condenar a la vez el derribo del avión de Cubana de Aviación en Barbados
y el hundimiento del remolcador 13 de Marzo? ¿Que no me guste lo que dijo el
Cardenal implica que me parezca correcto insultarlo? ¿No tenemos término medio,
sentido del consenso, de los matices de gris entre lo blanco y lo negro?
¿Nosotros, esos mismos cubanos para quienes lo mulato no es extraño?
Se
podrá citar con razón a Máximo Gómez, diciendo que nos quedamos cortos o nos
pasamos, pero cuando se insiste en llevar la dicotomía hasta los mismos
límites, me huele a trampita “revolucionaria”, a enfoque castrista, a técnica
totalitaria, a enfrentamiento innecesario.
Pretender
que hay solamente dos opciones es mañoso, tramposo y manipulador, y solamente
conduce al distanciamiento y la división. Quienes pretendan vender un proyecto
— cualquiera que sea — como todo-o-nada, conmigo-o-“sinmigo”, solamente lograrán
resultados de los que será difícil sentirse orgullosos, a menos que lo que
pretendan sea, precisamente, dividir — aún más — a los cubanos.
Sucede
lo mismo con el mito de la “izquierda” y la “derecha” cuando se trata de
condenar a la dictadura totalitaria. Haber sido o ser marxista, liberal,
socialdemócrata, anarquista, rosacruz, existencialista, democristiano,
monárquico, comunista, ecléctico, nihilista, ecologista, o lo que sea, es un
sagrado derecho de cada persona. Pero eso por sí solo no responde el GRAN
DILEMA para los cubanos: ¿se apoya y se justifica con cualquier argumento un
régimen que durante cincuenta y tres años se ha mantenido en el poder
reprimiendo, sin elecciones libres y sin legitimarse ante su población; o debe
ser condenado por principio, aunque ni sepamos exactamente cómo vamos a
solucionar después esta herencia macabra?
Para
mí, aunque admito que no tiene que ser así para todo el mundo — ¡abajo la
unanimidad! —, ese GRAN DILEMA es más que suficiente para entender de qué
estamos hablando y todo lo que se derive de eso. Quien justifique al régimen
totalitario — no importa el pretexto — no puede ser mi aliado, aunque ofrezca a
Alicia en el País de las Maravillas; quien por principios condene la dictadura
merece ser escuchado, aunque no necesariamente seguido o apoyado si sus
propuestas me parecen inmorales, disparatadas, erróneas o irrealizables.
Esto
es válido para generales y doctores, obispos y embajadores, arcángeles y
agentes. De acuerdo al punto de partida podremos entender lo que viene detrás.
Siempre será preferible una propuesta de solución equivocada al problema
correctamente definido, que una propuesta de solución perfecta al problema
equivocadamente definido. No interesa desgastarse buscando la mejor solución
posible del problema que no es: eso nunca tiene arreglo. Es preferible buscar
soluciones a problemas correctamente definidos, aunque haya equivocaciones en
su solución: eso siempre tiene arreglo.
No
me interesan para nada los problemas que me quieran “vender” con dos alternativas
solamente. La opción frente al color negro no es solamente el blanco: puede ser
el rojo, el azul, el verde, el amarillo, o cualquier otro, y existen millones
de colores.
Lo
mismo en política: cualquiera no podrá contar conmigo porque yo disienta de un
statu quo: puedo disentir, a la vez, tanto de ese statu quo como de
alternativas que no me convenzan, sin necesidad de cortarme las venas.
Así
que voy a resumirlo como hice en el análisis mencionado de 2005 (cuyo título no
aceptaron entonces), pues estoy convencido de que siempre hay más de dos
alternativas antagónicas: ni izquierda ni derecha, sino todo lo contrario.
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