La
Infanta Mariela y la Primera Enmienda
Mario J. Viera
La
Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos ampara el derecho a la
libre expresión del pensamiento, de opinión. Sin cortapisas se puede exponer el
criterio propio. La Primera Enmienda es la piedra fundamental de la democracia
americana sobre la cual descansa la fortaleza que se opone a la dictadura.
Negar o limitar ese derecho de libre opinión es el recurso de las dictaduras
para imponer su dominio.
En
la Constitución que rige bajo el poder castrista, el derecho de opinión ─
derecho de palabra y prensa ─ se recoge en el Artículo 52, epígrafe 1 que
establece: “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme
a los fines de la sociedad socialista” y en su epígrafe 2 se establece que “La
ley regula el ejercicio de estas libertades”. Es decir, un derecho limitado
bajo el principio castrista de “con la revolución todo, contra la revolución
nada” o el principio fascista de Benito Mussolini de “dentro del Estado todo,
contra el Estado nada”; un derecho no solo limitado a favor de los intereses de
la dictadura sino también regulado y controlado.
Los
personeros del régimen gozan del derecho de palabra y prensa. Los ciudadanos
solo pueden disfrutar de este derecho mientras su ejercicio sea dirigido a la
defensa de la “revolución”. Mariela Castro hace uso en Cuba de su derecho a
defender al régimen y a expresar su inconformidad, su rechazo, si se quiere
hasta su odio de los opositores al gobierno.
Cuando
los personeros del Castrismo, funcionarios, intelectuales, artistas, visitan
los Estados Unidos pueden emitir libremente sus opiniones aún las más acres en
contra de los Estados Unidos; están amparados por la Primera Enmienda.
Mariela
Castro, la Infanta de la sucesión castrista es recibida en los Estados Unidos;
se mueve libremente y va a California y ejerce el derecho que reconoce la
Primera Enmienda; no solo esto, también goza de la protección de agentes
especiales para su seguridad que pagan los contribuyentes americanos, todos los
contribuyentes incluidos los cubano-americanos contra los que ha lanzado sus
denuestos, la hija del General, el pequeño hermano.
El
miércoles, la Infanta, la sexóloga que manipula a los homosexuales en Cuba para
mejorar el pútrido rostro del gobierno de su padre, impartió una conferencia en
el Hospital General de San Francisco donde no se circunscribió al tema de los
derechos de la comunidad GLBT sino que arremetió en contra del exilio cubano
calificándole con el mismo título denigrante que en su contra emplean los
Castro, “Mafia de Miami”.
Al
amparo de la Primera Enmienda y protegida por los agentes especiales que le
provee el gobierno de Estados Unidos ofendió a la comunidad cubano-americana. “Un grupo de la mafia cubana en los Estados
Unidos, ¿por qué le están quitando los derechos al pueblo estadounidense de
viajar a Cuba? Eso no es justo”, arremetió en cumplimiento de las
orientaciones trazadas por su padre para su estancia en Estados Unidos. “Ustedes son millones de personas contra una
pequeña mafia de personas sin escrúpulos... Estamos luchando por los derechos
de los cubanos y los derechos de los estadounidenses”, dijo y agregó: “No es justo. No se puede permitir que un
pequeño grupo de delincuentes continúe manipulando y haciendo difícil para
Estados Unidos y Cuba tener una relación”.
Mariela
Castro actúa muy bien en su papel de meretriz castrista. Ni ella, ni su padre,
ni el régimen que la cobija y eleva defienden ni los derechos de los
homosexuales ni de los heterosexuales. Ella representa el totalitarismo. Su
supuesto activismo pro derechos de la comunidad gay es un mascarón de proa.
Como afirmara en Miami Herb Sosa, director ejecutivo de la Unity Coalition, una
organización de Miami Dade que defiende los derechos de la comunidad GLBT, ni
Mariela, ni ningún otro que actúe bajo la dictadura castrista representa los
derechos de alguien: “Los verdaderos
líderes LGBT (en Cuba) rutinariamente
son arrestados, golpeados o simplemente desaparecen a manos de los Castro cada
vez que Mariela realiza sus marchas”.
Ni
homosexuales ni heterosexuales gozan de plenos derechos en Cuba. No tienen
derecho a manifestación, a opinión, a prensa; todos tienen que acatar la
voluntad del poder, la voluntad de una casta parasitaria que pretende
mantenerse en el poder sin tener que responder de sus actos u omisiones ante la
opinión pública. Cualquier discrepancia de principios con el régimen significa
la prisión para gays y para heterosexuales.
Habría
que considerar si, independientemente de la Primera Enmienda, existe un recurso
para que la comunidad cubano-americana demandara ante los tribunales a la hija
del General por injurias. Habría que considerar si existe un dispositivo legal
en contra del Departamento de Estado por concederle visa a un representante de
la alta jerarquía castrista, por admitir el ingreso al país de representantes
de una dictadura enemiga de los Estados Unidos considerada asimismo como
colaboradora con el terrorismo.
Para
los representantes de dictaduras, sean del color que sean, debiera limitarse el
alcance de los derechos que ampara la Primera Enmienda en Estados Unidos.
Mariela
Castro es una prueba fehaciente que la política de intercambio cultural entre
Estados Unidos y el castrismo es un fiasco y debiera ser suprimida.
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