Thursday, May 24, 2012


La Infanta Mariela y la Primera Enmienda

Mario J. Viera

La Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos ampara el derecho a la libre expresión del pensamiento, de opinión. Sin cortapisas se puede exponer el criterio propio. La Primera Enmienda es la piedra fundamental de la democracia americana sobre la cual descansa la fortaleza que se opone a la dictadura. Negar o limitar ese derecho de libre opinión es el recurso de las dictaduras para imponer su dominio.

En la Constitución que rige bajo el poder castrista, el derecho de opinión ─ derecho de palabra y prensa ─ se recoge en el Artículo 52, epígrafe 1 que establece: “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista” y en su epígrafe 2 se establece que “La ley regula el ejercicio de estas libertades”. Es decir, un derecho limitado bajo el principio castrista de “con la revolución todo, contra la revolución nada” o el principio fascista de Benito Mussolini de “dentro del Estado todo, contra el Estado nada”; un derecho no solo limitado a favor de los intereses de la dictadura sino también regulado y controlado.

Los personeros del régimen gozan del derecho de palabra y prensa. Los ciudadanos solo pueden disfrutar de este derecho mientras su ejercicio sea dirigido a la defensa de la “revolución”. Mariela Castro hace uso en Cuba de su derecho a defender al régimen y a expresar su inconformidad, su rechazo, si se quiere hasta su odio de los opositores al gobierno.

Cuando los personeros del Castrismo, funcionarios, intelectuales, artistas, visitan los Estados Unidos pueden emitir libremente sus opiniones aún las más acres en contra de los Estados Unidos; están amparados por la Primera Enmienda.

Mariela Castro, la Infanta de la sucesión castrista es recibida en los Estados Unidos; se mueve libremente y va a California y ejerce el derecho que reconoce la Primera Enmienda; no solo esto, también goza de la protección de agentes especiales para su seguridad que pagan los contribuyentes americanos, todos los contribuyentes incluidos los cubano-americanos contra los que ha lanzado sus denuestos, la hija del General, el pequeño hermano.

El miércoles, la Infanta, la sexóloga que manipula a los homosexuales en Cuba para mejorar el pútrido rostro del gobierno de su padre, impartió una conferencia en el Hospital General de San Francisco donde no se circunscribió al tema de los derechos de la comunidad GLBT sino que arremetió en contra del exilio cubano calificándole con el mismo título denigrante que en su contra emplean los Castro, “Mafia de Miami”.

Al amparo de la Primera Enmienda y protegida por los agentes especiales que le provee el gobierno de Estados Unidos ofendió a la comunidad cubano-americana. “Un grupo de la mafia cubana en los Estados Unidos, ¿por qué le están quitando los derechos al pueblo estadounidense de viajar a Cuba? Eso no es justo”, arremetió en cumplimiento de las orientaciones trazadas por su padre para su estancia en Estados Unidos. “Ustedes son millones de personas contra una pequeña mafia de personas sin escrúpulos... Estamos luchando por los derechos de los cubanos y los derechos de los estadounidenses”, dijo y agregó: “No es justo. No se puede permitir que un pequeño grupo de delincuentes continúe manipulando y haciendo difícil para Estados Unidos y Cuba tener una relación”.

Mariela Castro actúa muy bien en su papel de meretriz castrista. Ni ella, ni su padre, ni el régimen que la cobija y eleva defienden ni los derechos de los homosexuales ni de los heterosexuales. Ella representa el totalitarismo. Su supuesto activismo pro derechos de la comunidad gay es un mascarón de proa. Como afirmara en Miami Herb Sosa, director ejecutivo de la Unity Coalition, una organización de Miami Dade que defiende los derechos de la comunidad GLBT, ni Mariela, ni ningún otro que actúe bajo la dictadura castrista representa los derechos de alguien: “Los verdaderos líderes LGBT (en Cuba) rutinariamente son arrestados, golpeados o simplemente desaparecen a manos de los Castro cada vez  que Mariela realiza sus marchas”.

Ni homosexuales ni heterosexuales gozan de plenos derechos en Cuba. No tienen derecho a manifestación, a opinión, a prensa; todos tienen que acatar la voluntad del poder, la voluntad de una casta parasitaria que pretende mantenerse en el poder sin tener que responder de sus actos u omisiones ante la opinión pública. Cualquier discrepancia de principios con el régimen significa la prisión para gays y para heterosexuales.

Habría que considerar si, independientemente de la Primera Enmienda, existe un recurso para que la comunidad cubano-americana demandara ante los tribunales a la hija del General por injurias. Habría que considerar si existe un dispositivo legal en contra del Departamento de Estado por concederle visa a un representante de la alta jerarquía castrista, por admitir el ingreso al país de representantes de una dictadura enemiga de los Estados Unidos considerada asimismo como colaboradora con el terrorismo.

Para los representantes de dictaduras, sean del color que sean, debiera limitarse el alcance de los derechos que ampara la Primera Enmienda en Estados Unidos.

Mariela Castro es una prueba fehaciente que la política de intercambio cultural entre Estados Unidos y el castrismo es un fiasco y debiera ser suprimida.

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