Wednesday, May 2, 2012


El Cardenal no tiene quien le olvide

Pedro Corzo. MARTINOTICIAS

Ver y escuchar a Jaime Ortega y Alamino es un viaje en el tiempo, una visita a las cortes europeas cuando los petimetres y majos hacían de las suyas en la sociedad de la época.

Por supuesto que el rol que le aviene a Ortega y Alamino es el de petimetre. Es acicalado, presuntuoso y vanidoso, el pecado preferido de Satanás, como apunta Al Pacino, en el Abogado del Diablo.

Ortega y Alamino es de esas personas que por sus palabras y conducta genera numerosas críticas, por lo que sería interesante conocer las relaciones de este individuo con sus compañeros en el Seminario y cuales fueron las características que le distinguieron de sus pares para llegar a ocupar la posición de Príncipe de la Iglesia.

Por su conducta se puede suponer que  escogió la carrera eclesiástica, más por interés que por fe. En la Cuba castrista tenía tres avenidas a elegir, gobierno, oposición y la iglesia, esta última, si se asumía con obediencia al poder temporal, sería menos escabrosa y con su conducta  dúctil y obediente, tenía el futuro asegurado

El que tal vez sea el obispo mas petulante en toda la historia eclesiástica cubana, no honra en ninguna medida el evangelio que predica y menos todavía puede inspirar la confianza necesaria para que partes en conflictos intenten conciliar diferencias y vincularse a un propósito común con posibilidades de éxito.

Ortega es incapaz, y de ahí la interrogante de cómo fue que llegó a Cardenal,  de insuflar los valores del cristianismo y menos aun de predicar la ética sobre la que se sustenta el mundo occidental y si alguien tenía dudas al respecto debieron quedar disipadas cuando dijo que Monseñor Agustín Román le había planteado que no hablara en el exilio de Reconciliación porque era un asunto escabroso.
Mons. Agustín Roman

La manifestación de Ortega presenta a Monseñor Román como un hipócrita, con un proceder bien contrario a la conducta de un pastor que siempre favoreció la verdad, la justicia y la reconciliación.

Román  nunca predicó el odio y fue un incansable laborante por un mayor entendimiento entre cubanos, en particular entre las dos orillas de la Iglesia, lo que si es seguro, sin haber estado próximo a Monseñor Román, es que jamás hubiera favorecido un entendimiento con Fidel y Raúl Castro, como evidentemente Ortega propicia.

Ortega y Alamino comparte la tesis de la clase dirigente castrista de que es necesario destruir los paradigmas de la Cuba del futuro y Monseñor Román como el también desaparecido Obispo,  Eduardo Boza Masvidal, son referentes éticos para los cubanos de hoy y de mañana.

Ortega también traiciona lo que predica cuando muestra un extremo desprecio por aquellas personas que en su opinión no tienen formación académica o un bajo nivel cultural, todo parece indicar que solo predica para generales y doctores, para personas que  considera sanas mentalmente,  porque al parecer opina que para enfrentar el totalitarismo hay que estar loco de remate, y evidentemente él es un sacerdote muy cuerdo. Ortega que mintió cuando dijo que los ocupantes de la Iglesia de la Caridad habían sido expulsados sin violencia, al parecer ignora que la mentira es un grave pecado.

Durante su lamentable presentación en la Universidad de Harvard, acusó a los exiliados de organizar y promover las protestas en Cuba, lo que ofende a ese notable grupo de hombres y mujeres en la isla, que sin la protección del Vaticano y sin más escudo que sus convicciones, sostienen una firme lucha por sus derechos, que una parte  de la jerarquía católica cubana prefiere ignorar.

El cardenal de un país que vive en la miseria viste ostentosamente. Gusta del perfume y de uñas arregladas, pero lo que es peor, es de una hipocresía sin límites. Hasta su amabilidad es falsa y marca distancia con su interlocutor si considera que este no se ajusta al nivel en el que supone se encuentra. Sigo, nada mas lejos del Cristo que dice haber abrazado.

Para concluir Ortega y Alamino, reproduce el lenguaje denigratorio del exilio que practica la dictadura y sus asociados fuera del país.

 Describe un exilio intolerante, odiador de oficio, capaz de perseguir y execrar a quienes disienten de la mayoría, como si no fueran amplios sectores del exilio los que históricamente han trabajado económica y políticamente a favor del pueblo cubano y mostrado una solidaridad activa cuando así lo han demandado las circunstancias.

 Por otra parte el exilio no es una entidad centralizada, no responde a un liderazgo sublime, por lo que no se debe hablar del exilio como un ente único.

Cardenal, la represión esta en Cuba. La violencia oficial esta en la isla. El exilio no es una entidad homogénea, pero existe democracia hasta para equivocarse,  porque no  responde a la voluntad de caudillos ni jerarcas que distan mucho del amor y comprensión que Cristo predicó.

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