Tuesday, January 31, 2012

Dos perspectivas sobre José Martí

José Félix Bermúdez. EL UNIVERSAL

El 28 de enero celebramos un aniversario más del nacimiento del escritor cubano José Martí. Rememorarlo es un deber y un honor cuando se hace con respeto a la verdad de los hechos históricos en el estudio serio de su vida, para que se perfile la semblanza definitiva de un gran hombre. Eso ha pasado progresivamente con Martí, a pesar de los intentos distorsionadores pasados y presentes. Así como Bolívar ha: "servido para todo", como lo cuestionaba Andrés Eloy Blanco, esa desafortunada circunstancia ha existido y existe con la figura de Martí.
En España, la "Ilustración Española y Americana" del 08 de Marzo de 1895, indicaba lo siguiente: "Martí es la cabeza del partido separatista cubano. Estudió en Zaragoza, donde se licenció. En los calamitosos tiempos de la República huyó a Francia, y luego a los Estados Unidos a continuar su carrera de conspirador. Preparó en Méjico una expedición filibustera que tuvo mal resultado. Volvió a Cuba después del Zanjón, para volver a conspirar en el año 79. Enemigo de España desde niño, ha estudiado mucho en libros franceses e ingleses, que nos son tan desfavorables como se sabe,... Vive en los Estados Unidos, y al amparo de la bandera de esta nación ha conspirado y conspira contra la suya propia y contra los intereses de su raza... Martí es hombre de entendimiento nada común, pero no menos vanidoso que inteligente, y muy poseído de su papel de apóstol y casi mártir de una idea". Juzgábale la perspectiva de los intereses y de la parcialidad de las emociones que inspira ciertas apreciaciones. Ese Martí no era para sus enemigos más que un rebelde merecedor de la prisión y de la muerte.
Se desdibuja, disminuye y desnaturaliza a Martí cuando se observa en él una misión sectaria y localista o se le ubica únicamente en ella. Martí, es cierto, fue un revolucionario y un hombre de acción, un pensador y un escritor afecto a la causa de la independencia de Cuba, pero no desde la posición de lo minúsculo, sino como un hombre ecuménico, humanista, americanista, estadista y demócrata, patriota universal, revolucionario a lo grande, revolucionario para hacer y para integrar, revolucionario para transformar la sociedad y no para dominarla o acabarla, no para el enseñoramiento inútil e indebido.
Basta revisar su ideario y nos señala: "... no es la política más, o no ha de ser, que el arte de guiar, con sacrificio propio, los factores diversos u opuestos de un país..."; o entender sabiamente que: "...el deber de procurar el bien mayor de un grupo de hijos del país, no puede ser superior al deber de procurar el bien de todos...". La democracia: "... consiste más en permitir a todos la expresión justa, que en aspirar sin medida..." y, además, el medio como al hombre: "se reconocía más derechos". Creyó Martí en una: "democracia, íntegra, honrada" que se impusiese sobre aquella: "...desacreditada y envilecida por los intereses personales creados a la sombra". Reunir, conciliar, integrar fue una de sus máximas y propuso: "...la práctica fecunda de allegar, para la obra común del país, con alma magnánima, a los hombres de opuestas simpatías o pareceres...".
"El patriotismo es censurable ─ escribió ─ cuando se le invoca para impedir la amistad entre todos los hombres..." o cuando se utiliza no para: "...poner a la patria en condición de que vivan en ella más felices los hombres". Martí añoraba lograr: "...liberar a la patria, con libertad de honda raíz, de todos los desórdenes" que no era sino a través de la libertad sabia y prudente, que sirviese: "no a este o aquel hombre providencial, sino al pueblo entero, a la masa de inteligencia y virtud del país...". Exaltó al gobernante probo y recto, incapaz de engañar a los otros y cuestionó al que inspirase: "para hacer triunfar momentáneamente siquiera sus ideas, pasión alguna de la muchedumbre".
¿Qué mejor expresión de su sentido de la convivencia que cuando dijo?: "Es culpable el que ofende a la libertad en la persona sagrada de nuestros adversarios, y más si los ofende en nombre de la libertad", mandato inexorable al respeto y a la tolerancia.
Entonces no es el Martí singularizado y reducido a un solo ámbito, lo que mejor nos representa al verdadero e íntegro Martí de todos. Su enseñanza no es la que enfrenta a los seres humanos, sino la que unifica para alcanzar el bien común: "El odio no construye", "Un pueblo no se funda, como se manda un campamento", "Las ambiciones personales son enemigo terrible de la grandeza de los pueblos", "El Gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales de un país", "La patria es de todos, y es justo y necesario que no se niegue en ella asiento a ninguna virtud", "La patria está hecha del mérito de sus hijos...", tal era su lección.
Vale pues descubrirlo en su verdadera dimensión de humanidad, desprovisto de innobles intenciones ajenas a su alma y al pueblo que sirvió: la patria digna y justa de América para todos sus hijos.

Las Malvinas: ese oscuro objeto del deseo

Gina Montaner. Firmas Press


Islanders o kelpers
Será que el reciente estreno del filme sobre Margaret Thatcher ha azuzado el viejo conflicto ente Argentina y el Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas? O, según quien la reclame, las Falkland. Porque si alguien se anima a viajar hasta este remoto archipiélago compuesto por 200 cayos, comprobará que sus casi 4,000 habitantes se reafirman en su identidad de islanders o kelpers (palabra derivada de los kelp o algas que abundan en el territorio). En estas islas del Atlántico Sur lo que se estila es el té de las cinco y no el ritual del mate.
Antes de que la Junta Militar argentina se marcara el farol en 1982 de enfrentarse a la Dama de Hierro por el control de las Malvinas, y mucho antes de que el actual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner le reclamara a David Cameron por las mismas razones, la trifulca por estos páramos flotantes viene de lejos. La querella comenzó con los exploradores europeos. Se dice que en el siglo XVI estuvieron de paso los españoles, los británicos y holandeses. En 1690 el inglés John Strong incursionó en el área y en 1740 los reinos de España y Gran Bretaña se enredaron en la disputa. Hasta un conde francés llegó a establecerse en isla Soledad. Así fue como las Malvinas se convirtieron en el oscuro objeto del deseo de las naciones con vocación imperialista.
Cuando en 1811 los españoles evacuaron las Malvinas en una tregua con los británicos, éstas permanecieron desiertas hasta 1820, año en el que apareció una fragata argentina enviada por el gobernador de Buenos Aires. Y en lo que marcaría el inicio de un conflicto entre potencias desiguales, en 1833 los ingleses regresaron para, como lo hace el macho de la manada cuando orina en su territorio, reafirmar su poderío en la zona. Enfrentado a una inevitable derrota, el capitán al mando de la goleta argentina Sarandí se retiró con el mástil entre las piernas, reconociendo la superioridad del enemigo. De ese modo se estableció de manera permanente la presencia del Reino Unido y la identidad de las Falkland se fue conformando entre una población en la que el 70% es de origen inglés.
Tras casi dos siglos de administración británica, si hoy se les pregunta a los islanders su opinión acerca de una hipotética reconquista argentina, sencillamente responden, como lo acaban de hacer en su Parlamento, que los “dejen en paz”. Como los gibraltareños o los hawaianos, no tienen el menor interés en revindicar una causa independentista o ser readoptados por antiguos colonizadores que ahora les reclaman la custodia a los padres adoptivos que forjaron la impronta nacional de los kelpers.
Los habitantes de las Falkland (ellos así las llaman) no sienten la necesidad de librar una batalla por la autodeterminación como lo hicieron los indios contra el imperio británico y, mucho menos, querrían reinventarse con el tango, el Martín Fierro o los mitos del peronismo. Desde hace tiempo su imaginario es otro. No es casualidad que su clima, similar al de las Islas Shetland, evoque la melancolía de Cumbres Borrascosas. Los islanders rechazan de plano el empeño recurrente por hacerlos argentinos a la fuerza. A pesar de la lejanía, las Malvinas, como las islas francesas del Caribe, permanecen voluntariamente conectadas a la Madre Patria por el cordón umbilical de su pasaporte británico.
En 1982 la mayoría de los argentinos eligió apoyar a la Junta Militar en el fervor nacionalista, antes que luchar juntos contra los atropellos de una feroz dictadura militar. De aquel espasmo tardoimperialista salieron escarmentados tras una batalla naval supervisada desde Londres por la señora Thatcher. Ahora, años después, Cristina Fernández de Kirchner agita los mismos fantasmas. Lástima que no hayan aprendido nada de aquel pragmático capitán que dio la vuelta y volvió en goleta a casa.

Del clan castrista: José Ramón Balaguer, el ministro karateca

Juan Juan Almeida. Martinoticias.
José Ramón Balaguer
El pasado 12 de enero se cumplieron dos años de aquella tragedia. Ocurrió bajo el manto oscuro de una fuerte ola de frío, durante la cual perecieron 26 pacientes del hospital psiquiátrico habanero "Eduardo Bernabé Ordaz" (Mazorra). Según la prensa oficial, murieron a consecuencia de actos irregulares, negligencias personales, deficiencias relacionadas por falta de medidas protectoras, y un sinnúmero de causas que llamaron "factores de riesgo".
Las fotos recorrieron el mundo, hubo víctimas visibles, sospechosos, testigos, cómplices y muchas pruebas. Y como dato curioso les cuento que a las dos horas del hecho, aparecieron en el mencionado hospital dos camiones militares, repararon las ventanas, entregaron frazadas, repartieron bocaditos de jamón y leche con chocolate. Hipocresía, en el mejor de los lenguajes.
En fin, quién sabe, el gobierno humanitario de La gran revolución cubana no tuvo opción y abrió la causa. El juicio se celebró el 17 de enero de 2011 y, como era de esperar, parafraseando la canción, todo fue “Puro teatro”.
Creer es una palabra muy fuerte, yo solo juzgo evidencias. No se escuchó a los testigos, los cómplices fueron enjuiciados, y las víctimas partieron como siempre, guardando silencio. Pero entre los acusados nunca estuvo sentado el mayor culpable, el Doctor José Ramón Balaguer, Ministro de Salud Pública hasta julio de 2010, que al estar protegido por su amo el General Raúl Castro, y amparado por una absurda pero real inmunidad parlamentaria, en vez de ser sancionado lo enviaron a atender las Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Cuba, una sombra del MINREX.
Balaguer, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, es miembro activo del Consejo de Estado y del Comité Central del Partido. Fue jefe de los servicios médicos y jefe de las construcciones militares en las FAR. Como galeno no lo recuerdo en el ejercicio de su profesión, aunque sí es muy diestro en el uso del estetoscopio, para auscultar el ritmo de la politiquería, y como constructor militar, que decir, se cayeron las trincheras. El MINFAR se especializa entre otras cosas en unificar  una asombrosa cantidad de animales de carroña adaptados para resistir.
Siendo embajador en Moscú, Balaguer llevó casi hasta el destrozo la “inquebrantable” amistad que mantenían Cuba y la extinta URSS. El actual Presidente lo nombró Jefe de la esfera Ideológica del partido, donde colabora, horas extras, para convertir el país en un campo de batallas. Hace muy poco viajó como enviado especial a China,  allí se reunió con Liu Yunshan un alto funcionario del Partido Comunista. Fue en busca de financiamiento y revisar la evolución y progreso de Cuba bajo el modelo comunista chino; encuentro fallido, únicamente logró aprender a comer con palitos.
José Ramón Balaguer es un modelito de virtudes que se recrea jugando con los símbolos del pasado, como si la suástica, al igual que la hoz y el martillo, no tuvieran ya demasiadas víctimas. Su labor preponderante la realizó cuando fungía como Primer Secretario del Comité Provincial del Partido Comunista en Santiago de Cuba, y no fue precisamente trabajar en pro del pueblo, sino practicar y entrenar artes marciales  para así obtener cinta negra tercer dan en karate, (su prioridad por años). Además, como accesorio, mantuvo una dieta estricta y elevada en β-carotenos que terminó produciéndole una coloración amarillenta en las palmas de las manos. El tizna’o  ─ como entonces le llamaban despectivamente ─, fue de los peores jefes que conoció la ciudad oriental. No por gusto la indomable raza santiaguera con su acostumbrada espontaneidad le compuso aquella conga que entre tambores y alcoholes recorría Trocha arriba y Enramada abajo cantando: Balaguei, Balaguei, no tenemos que comei.

José Martí según la última patraña de Fidel Castro

Comandante Huber Matos Benítez. CUBA INDEPENDIENTE Y DEMOCRATICA
John Quincy Adams (11 de julio de 1767 – 23 de febrero de 1848) Redactor de la Doctrina Monroe
Fidel Castro acaba de publicar otra de sus llamadas reflexiones. En “La fruta que no cayó”, el dictador trata una vez más de desfigurar la historia de Cuba para justificar sus errores y sus mentiras.
Voy a comentar sobre su afirmación de que los Estados Unidos proclamaban la anexión de Cuba para demostrar cómo el dictador tergiversa la historia sobre este tema. Vamos a ver claramente la falsedad de su afirmación cuando dice que estábamos condenados a no existir como nación. Nos daremos cuenta de cómo trata de manipular el juicio de Martí sobre estos asuntos para hacerlo su aliado, cuando en realidad la opinión de José Martí desmiente lo que hoy afirma Fidel Castro.
Según él dictador, nuestro país estaba destinado a desaparecer como nación. Lo cito textualmente:
"Cuba se vio forzada a luchar por su existencia frente a una potencia expansionista, ubicada a pocas millas de sus costas, que proclamaba la anexión de nuestra isla, cuyo único destino era caer en su seno como fruta madura. Estábamos condenados a no existir como nación"
La figura de su panfletaria reflexión: La fruta que no cayó, se infiere de una carta privada escrita por John Quincy Adams a Hugh Nelson, el “embajador” de los Estados Unidos en España en la cual le comenta:
Hay leyes de gravitación política, como de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión…No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos, como la isla de Cuba…ha venido a ser de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión
Lo que plantea, en una carta privada, el entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos es que: por gravitación política, Cuba separada de España, se inclinaría hacia los Estados Unidos. Fidel Castro escribe que los Estados Unidos “proclamaba la anexión de nuestra isla”. No hay en ese siglo ninguna proclamación de los Estados Unidos de que Cuba va o debe llegar a ser territorio estadounidense.
La política oficial, la proclamada, por los Estados Unidos sobre sus países vecinos fue la Doctrina Monroe el 3 de diciembre de 1823. En esta, inspirada por el propio John Quincy Adams, los Estados Unidos les negaba el derecho a las naciones europeas a apoderarse de ningún territorio o a interferir con ninguna nación en este continente. La Doctrina Monroe les brindó seguridad a los independentistas latinoamericanos. La mayoría de nuestros países ya había alcanzado la independencia.
Nadie debe interpretar nuestra afirmación como que somos inocentes y que desconocemos que los Estados Unidos estaban poniendo una barrera a los imperios europeos y defendiendo sus intereses y ambiciones en el continente americano.
Pero la Doctrina Monroe tienes dos filos. Uno para los europeos y otro para Washington. No era fácil a los Estados Unidos negarles el derecho a los europeos y al mismo tiempo apoderarse de países en este continente. José Martí lo sabía y de esto comentaremos luego.
Cuando John Quincy Adams escribió sobre su ley de gravitación política, no podía imaginarse que tres cuartos de siglo después, a finales del siglo XIX, la lucha de los mambises y la simpatía que ésta logró entre los propios americanos, haría muy difícil que una vez que Cuba alcanzara su independencia, nuestro país se convirtiera en parte de los Estados Unidos.
Es cierto que otros políticos norteamericanos de ese siglo vieron en Cuba un gran potencial económico y trataron de comprarle Cuba a España en más de una oportunidad. Pero de esto a la proclamación de la que habla Fidel Castro hay un largo trecho, que él utiliza para deformar la historia ante quienes no la conocen.
Haciéndose el experto sobre el tema, Fidel falsamente afirma ahora que, estábamos condenados a no existir como nación por las ambiciones expansionistas de los Estados Unidos. Para tratar de demostrar su afirmación el dictador utiliza a José Martí, primero diciendo una verdad para luego insertar su mentira. Veamos.
En la irreflexión Fidel habla de:
“...la gloriosa legión de patriotas que durante la segunda mitad del siglo XIX luchó contra el aborrecible coloniaje impuesto por España a lo largo de 300 años, José Martí fue quien con más claridad percibió tan dramático destino
Con este párrafo queda claro que la lucha de los cubanos no fue contra los Estados Unidos, sino contra España por la independencia de Cuba. Es al final de esta cita, cuando dice que fue José Martí quien vio con más claridad tan dramático destino. Es cuando Fidel distorsiona a José Martí y a la historia.
¿Cuál dramático destino es el que dice Fidel que vio José Martí?
Pues el destino de que los Estados Unidos se iban a apoderar de Cuba en aquellos tiempos.
Para demostrarlo, Fidel cita a Martí cuando el apóstol escribió que tenía el propósito de:
“… impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso
En la cita que acabamos de leer está todo muy claro. Martí dice que la independencia de Cuba impediría a tiempo la expansión de los Estados Unidos por las Antillas. En la cita Martí no expresa preocupación porque los Estados Unidos se apoderen de Cuba una vez que esta sea independiente.
La solución de José Martí para evitar que los Estados Unidos se extiendan en las Antillas es la independencia de Cuba, porque si Cuba gana su independencia, ya como una nación soberana, los Estados Unidos no solo no pueden apoderarse de ella, sino que no podrán extenderse sobre las Antillas.
José Martí no niega las ambiciones expansionistas de los Estados Unidos. Lo admite, pero Martí reconoce que el freno a estas ambiciones es la independencia de Cuba.
Y lo dicho por José Martí tiene sentido. En los Estados Unidos había intereses que querían que, Cuba como colonia de España, pasara de alguna forma a ser parte de los Estados Unidos. También en los Estados Unidos había una contrapartida a estas ambiciones expansionistas.
La mayoría de los dueños de periódicos estadounidenses y una parte del pueblo estadounidense apoyaba la guerra de los mambises contra España y el derecho de Cuba a su independencia.
Muchos estadounidenses simpatizaban con la independencia de Cuba y no estaban a favor de escamotearles la soberanía a los cubanos. Además no era fácil, para el país que había proclamado la Doctrina Monroe, invadir una república independiente y apoderarse de ella.
Para que el tema quede claro, repito la cita de José Martí que usa el propio dictador Castro en su escrito. Esto dice Martí:
“… impedir a tiempo con la independencia de Cuba…"
Para evitar que los Estados Unidos:
se extiendan por las Antillas (…) y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”
Más visionario no puede haber sido José Martí. Para él, mientras Cuba fuera una colonia española había ese peligro. España en esos momentos estaba en la quiebra económica y su imperio ultramarino se había desplomado.
Cincuenta años antes de que Martí se preocupara por la expansión de los Estados Unidos en las Antillas, la entonces República de Texas había sido anexada por los Estados Unidos en 1845. Y en 1803 los Estados Unidos le habían comprado a Francia los dos millones de kilómetros cuadrados que formaban el territorio de Luisiana. También La Florida había sido negociada entre Estados Unidos y España en 1819 en el tratado Adams-Onis, por el que la Florida pasó a los Estados Unidos y se delimitó el territorio con lo que es hoy México, parte de lo que era conocido entonces como Nueva España.
El peligro que veía Martí es que, mientras Cuba fuera una colonia española, por una guerra o bien por una compra, nuestro país podía pasar a manos de los Estados Unidos y este país podía extenderse por las Antillas. Es significativo el peso que da Martí, en el contexto antillano y latinoamericano, a la independencia de Cuba como un freno al expansionismo de los Estados Unidos.
Así que: La fruta que no cayó, no cayó por la visión de José Martí y por el sacrificio de los mambises y del pueblo de Cuba.
Fue tal la legitimidad ganada por los mambises y reclamada por el pueblo de Cuba que, a pesar de la Guerra Hispano-americana, en la que los Estados Unidos derrotaron a España, los Estados Unidos no pudieron quedarse con Cuba como lo hicieron con Puerto Rico y con Filipinas.
Aunque los revolucionarios filipinos declararon la independencia en 1898 los Estados Unidos no la reconoció sino hasta el 4 de julio de 1946, en que entregaron la soberanía a los filipinos sin necesidad de una guerra.
En el caso de Cuba se alcanzó un grado importante de independencia en 1902. De ahí en adelante les tocó a los cubanos luchar para derogar la enmienda Platt (1934) y poco a poco alcanzar su soberanía.
Y todo esto mucho antes de que apareciera Fidel Castro en escena y mucho antes de que él traicionara la revolución cubana y convirtiera a Cuba en un apéndice del comunismo soviético, comprometiendo la soberanía alcanzada a la URSS en sus designios estratégicos y su pugna con los Estados Unidos.
En: La fruta que no cayó, Fidel Castro una vez más ha mentido. Ha citado a José Martí sin darse cuenta de que el propio Martí desmiente su argumento demagógico.

Los juguetes de Fidel

Tania Díaz Castro

Lina Ruz y Angel Castro, padres de los Castro
LA HABANA, Cuba, enero, http://www.cubanet.org/. Una anécdota muy poco conocida nos hace saber que no fue el escritor Virgilio Piñera el primero que expresó su miedo en junio de 1961, mientras Fidel Castro hablaba de cómo se podría ejercer la libertad de expresión bajo su gobierno. Lina Ruz, la madre del dictador, expresó lo mismo dos años antes que Piñera, durante los primeros meses de la revolución cubana.
Asistía a misa en una iglesia del Vedado cuando el Comandante Eloy Gutiérrez Menoyo se le acercó para felicitarla por el triunfo de su hijo. La señora Lina sonrió agradecida y con cierta tristeza en los ojos respondió:
–Pero tengo miedo, Menoyo, mucho miedo. Es como un presentimiento.
–¿Miedo por qué? ─ preguntó el comandante extrañado. ¿Qué presiente? Nada le ocurrirá a Fidel. Todos nosotros y todo el pueblo lo protegerá de cualquier cosa.
–No, no se trata de eso. Es que recuerdo algo…
–¿Qué recuerda, Lina?
–Cuando niño, le comprábamos los mejores juguetes, juguetes interesantes ¿y sabe qué? En vez de jugar con ellos, los rompía en pedazos.
–Y eso qué tiene que ver, Lina, no la entiendo ─ agregó Menoyo.
–­¿Que no entiende? Que puede hacer lo mismo con Cuba… Acabar con ella como acababa con sus juguetes.
–Tranquila, Lina, tranquila, que Cuba no es un juguete.
Aquella señora religiosa guardó silencio, bajó la vista y continuó orando.
La anécdota no me la contó entonces Menoyo, sino uno de los guerrilleros del Segundo Frente del Escrambray que lo acompañaba en aquellos momentos.
Muchos años después, durante el verano de 2010, conversando con Eloy en el portal de mi casa de Santa Fe, el oeste habanero, me confirmó la anécdota, e incluso me dijo que él la cuenta en sus memorias, las que se publicarán en el extranjero próximamente
¿Podríamos decir entonces que fue la propia madre de Fidel Castro, probablemente quien mejor lo conocía, quien profetizó bien temprano las desgracias que ocasionaría su hijo a Cuba? ¿Presintió aquella buena mujer que bajo el gobierno de sus dos hijos se fusilaría a cientos de hombres, como jamás se vio en nuestra Patria, que miles de presos políticos pasarían décadas en celdas de tortura, que desaparecería nuestro desarrollado comercio, que miles de jóvenes cubanos morirían en guerras ajenas, que destruiría nuestra valiosa y moderna capital, nuestros hermosos bosques, y que por último, después de morir en una cama y no en uno de los 600 atentados que según dice él mismo han planeado en su contra, dejaría como herencia a los cubanos una isla en ruinas, un pueblo dividido y una abultada deuda externa?
Tenía razón Lina Ruz al preocuparse por lo que podría hacer su hijo con nuestro país. Cuba tuvo el mismo destino que todos los demás juguetes de Fidel.

Romney o la demagogia

Alejandro Armengol. EL NUEVO HERALD

Si la campaña electoral de este año va a girar alrededor de la economía, como hasta el momento todo parece indicar, los aspirantes a la candidatura republicana – y en especial Mitt Romney – nos están brindado solo la mitad de la película.
Romney se nos vende como el gran empresario, conocedor de los secretos para guiar de manera eficiente la economía y de esa forma crear empleos. Pero ese papel de salvador no se aplica a un verdadero conservador, que prefiere que la economía se guíe de acuerdo a sus propias reglas, sin la intervención de un Estado o un presidente todopoderoso de arreglador de entuertos.
Además, hay un factor que escapa a este esquema, y es que una nación no es una empresa. En una empresa es lógico que se escoja a las personas más capacitadas para llevar a cabo una labor, pero en un país esa selección natural – que en última instancia llevaría a la eutanasia – se convierte en injusticia social. De hecho, Romney tiene sobrada experiencia en la destrucción de empresas y en generar desempleo. Es un típico representante de la clase inversionista con peor imagen en el público norteamericano. ¿Alguien recuerda la película Pretty Woman? Pues bien, Romney es uno de esos capitalistas despiadados al estilo del protagonista de la cinta, solo que sin los encantos que para uno y otro sexo pudiera tener Richard Gere, y sin una Julia Roberts detrás para humanizarlo.
Por otra parte, los negocios no imprimen dinero – al menos no en estos tiempos, al menos no entre las naciones civilizadas – y los países sí. La política monetaria influye en el desarrollo económico de un país, y Obama ha mantenido al frente de la Reserva Federal a la misma persona que nombró el expresidente George W. Bush. Este hecho –que de por sí anula toda la bobería que se escucha en la radio de Miami sobre las intenciones “socialistas” del actual mandatario – resulta de fundamental importancia a la hora de analizar los logros y fallos de la administración Obama en el plano económico.
En buena medida, en materia económica este país sigue aún bajo el influjo de la teoría monetarista creada por Milton Friedman, y que se refleja en A Monetary History of the United States, 1867-1960, de Friedman y Anna Schwartz, editado en 1963.
Friedman fue el líder de la Escuela de Economía de Chicago, asesor de Ronald Reagan y la figura que buscó una reformulación tan radical de las teorías de John Maynard Keynes que terminó por rechazar las políticas keynesianas aplicadas por diversas administraciones norteamericanas. Si bien Keynes no era socialista, sino todo lo contrario, el que propugnara un papel más activo del Estado en la economía siempre ha encontrado el rechazo conservador.
Vale entonces preguntarse: si el gobierno de Obama es socialista, ¿qué hace en el mismo una figura que representa a Wall Street de forma tan clara, como es Ben Bernanke? Fue Bernanke quien reconoció la labor de Friedman y Schwartz en la creación del monetarismo, y si se ha apartado en parte de ellos – con el objetivo de formular su propia teoría – ha sido en el sentido de concentrarse menos en el papel de la Reserva Federal y más en la función de los bancos privados y las instituciones financieras. No es fácil encontrar alguna semejanza entre esta política financiera y el socialismo.
Sin embargo, el papel de la Reserva Federal no es el único factor que interviene en la economía norteamericana. Es cierto que Obama, desde el inicio de su gobierno, adoptó un modelo que hasta cierto punto puede ser considerado keynesiano. Mejor es en este caso hablar de un keynesianismo a medias – y aquí se tornan ideológicas las interpretaciones de lo ocurrido: mientras que para unos el fracaso del plan de estímulos, que no logró producir el prometido auge de empleos, es una verificación de que el aumento del gasto del gobierno no conlleva la creación de puestos de trabajos, para otros el plan tenía demasiado corto alcance, dada la profundidad de la crisis, y se limitaba en más de un tercio de su contenido en una relativamente inefectiva reducción fiscal.
Este fracaso del gobierno de Obama fue esgrimido con fuerza por los republicanos, hasta que la economía comenzó a recuperarse. A partir de ese momento, la reducción del déficit se ha convertido en el nuevo caballo de batalla. Y aquí también tenemos en acción a Romney, un político embustero y oportunista que ni es conservador ni liberal sino todo lo contrario.
En uno de esos tantos discursos de campaña, Romney acusó a Obama de querer convertir Estados Unidos en una nueva Europa. No se refería, por cierto, a crear más museos ni a financiar la cultura ni a lograr que las entradas a los conciertos fueran más baratas. Hablaba de economía. Pero resulta que, desde el punto de vista republicano, la verdadera crítica debería enunciarse en un sentido contrario. Esto es, acusar a Obama de no ser lo suficiente europeo. Son las medidas de austeridad y el estricto control sobre el déficit lo que en estos momentos caracterizan el debate europeo. Lo demás es pura demagogia, como ocurrió cuando el gobierno de George W. Bush y el rechazo a las french fries, las papas fritas que, por cierto, son belgas, del país sede de la OTAN, no francesas. Pero en demagogia, pocos políticos actuales pueden competir contra Mitt Romney, que los supera a todos.

Monday, January 30, 2012

En su rechazo está el reconocimiento

Mario J. Viera

Como les conozco, no me hice ilusiones con los resultados de esa llamada Primera Conferencia Nacional del totalitario partido de Cuba celebrada durante el 28 y 29 de enero. No fui uno de aquellos que “confundiendo sus más íntimas aspiraciones con la realidad, se ilusionaron con que la Conferencia consagraría el inicio del desmontaje del sistema político y social...” como afirmara el actual regente del gobierno de Cuba a la conclusión del conclave de los comunistas. Por ello no le concedí demasiada importancia. ¡Nada cambiaría! Las conclusiones tienen solo el carácter de un Déjà vu reiterativo.
La gerontocracia no está dispuesta a hacer ni la más mínima concesión política que pueda poner en peligro su dominio exclusivo sobre la sociedad y el Estado.
El discurso de clausura de la cacareada Conferencia pronunciado por Raúl Castro fue un discurso amenazador y cargado de la retórica habitual a que nos tienen acostumbrado los usurpadores del poder en Cuba. Es la reafirmación de que, con los comunistas en el poder, no hay, ni habrá aperturas ni reformas que impliquen un cambio hacia la democracia. El menor de los dos ancianos que durante 53 años han usurpado el gobierno cubano no pretendió “filosofar sobre la vigencia y utilidad de la llamada democracia representativa” a la que consideró como “la concentración del poder político en la clase que detenta la hegemonía económica y financiera de cada nación, donde las mayorías tampoco cuentan...”. La democracia es, en su modo de ver, algo que no es posible definir; porque ¿acaso es el poder del pueblo? ¿O es el poder de una elite partidista?, puesto que “patria, revolución y socialismo, están fusionados indisolublemente” cual una especial e inseparable entelequia. La democracia con este juego de palabras se convierte por definición en “poder de los ‘revolucionarios’ de los ‘socialistas’, es decir, de los comunistas”.
Todo el poder descansa y dimana de un ente ficticio, el Partido Comunista, no compatible con la existencia de partidos de oposición, aunque adversarios y simpatizantes exijan “la reinstauración del modelo multipartidista que existió en Cuba bajo el dominio neocolonial de los Estados Unidos” según lo interpreta el general de oficina que usurpa la presidencia de Cuba.
Patria, revolución y socialismo como un ente único no requiere otro partido que no sea aquel en el cual se apoya el poder dictatorial; entonces “Renunciar al principio de un solo partido equivaldría, sencillamente, a legalizar al partido o los partidos del imperialismo en suelo patrio y sacrificar el arma estratégica de la unidad de los cubanos”. Un rechazo que en sí mismo implica el reconocimiento de que la tal unidad en torno al poder usurpador es una falacia.
Castro lo reconoce implícitamente. La mayoría de la población se afiliaría a los nuevos partidos y la fuerza de estos partidos impondría el reclamo de elecciones competitivas por las que los comunistas quedarían desplazados del poder. Castro sabe que incluso dentro de sus propias filas muchos abandonarían el partido comunista y se unirían a cualquier otro partido que no les ahogara en sus aspiraciones y que respetara la individualidad de sus opiniones.
Argumentando sobre la fragilidad de sus tesis, Raúl Castro hace una apócrifa cita de José Martí sobre el Partido Revolucionario Cubano (PRC) que había fundado con carácter provisorio hasta la conquista de la independencia política: “Para fomentar la revolución de modo que puedan entrar en ella (...) todos los cubanos de buena voluntad: (...) Todos los que amen a Cuba, o la respeten”. La Base primera del PRC establecía: “El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr, con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”; y el artículo 5 de esas bases ni siquiera le pasaría por su mente a Castro:
Artículo 5. El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre.
En la idea de José Martí, el Apóstol de la Independencia, no se configuraba la constitución de un gobierno usurpador y dictatorial como el impuesto en Cuba por los Castro. En discurso pronunciado en Tampa, conocido como “Con todos y para el bien de todos” diría Martí:
“¡Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos, y no para erigir, a la boca del continente, de la república, la mayordomía espantada de Veintimilla, o la hacienda sangrienta de Rosas, o el Paraguay lúgubre de Francia!”
Al justificar los errores cometidos durante cincuenta años bajo la égida de Fidel Castro y de su partido comunista, Castro Segundo afirma: “No ha existido ni existirá una revolución sin errores”. Gran verdad pero con un enorme error de concepto: No ha existido ni existirá una revolución que dure 50 años. La revolución siempre es un proceso convulsivo de la sociedad, de corta duración que concluye una vez alcanzado sus objetivos programáticos para ceder luego el paso a la normalización de la vida de la sociedad. Las revoluciones tienen tres fases distintivas, la fase inicial o estallido, la lucha de lo nuevo contra lo viejo, y la normalización gradual y continua de la vida política. Todo intento de extender un proceso revolucionario más alla de sus límites u objetivos la degenera hasta convertirse en la negación de su propia realidad.
Mas no importa los errores cometidos. La vieja generación serrana ella misma emprenderá la superación de sus propios errores. No se admite nuevos actores en la superación de los dislates cometidos: “La generación que hizo la Revolución ha tenido el privilegio histórico, pocas veces visto, de poder conducir la rectificación de los errores cometidos por ella misma”, ha sido lenta esa generación para percatarse de los fallos, tal vez el sobresalto de los ecos de la Primavera Arabe le ha impulsado a hacer ajustes para sobrevivir un poco más de tiempo, del tiempo que ya se les acaba por imperativos biológicos y por imperativos sociales y quizá históricos ─ aunque no exista el determinismo histórico ─. Tal vez, ellos que se dicen martianos, olvidan esta recomendación de José Martí en el Prólogo a ‘Cuentos de hoy y de mañana’ de Rafael Castro Palomino: “Y quien intenta gobernar, hágase digno del gobierno, porque si, ya en él, se le van las riendas de la mano, o de no saber qué hacer con ellas, enloquece, y las sacude como látigo sobre las espaldas de los gobernados, de fijo que se las arrebatan, y muy justamente, y se queda sin ellas por siglos enteros

Honduras: El Presidente y la cizaña

Benjamín Santos. LA TRIBUNA

Nuestro Presidente luce nervioso y se altera fácilmente. Desconfía de sus colaboradores más cercanos. Parece estar a la defensiva. Semeja a alguien que ha perdido la autoridad y que en su esfuerzo por recuperarla cae frecuentemente en explosiones emotivas y en frecuentes llamados de atención a sus subalternos. Es posible que esta sea sola una percepción subjetiva de parte mía. Al Presidente le falta la mitad de su período y por esa razón deseamos que recupere su acostumbrada serenidad y buen humor.
En la clausura de la segunda legislatura (que igual que el año pasado se estiró para juntarla con la tercera a fin de aprobar una reforma constitucional en un día y ratificarla a continuación para cumplir la letra de la Constitución violando su espíritu), el Presidente manifestó su malestar porque se utilizan los medios de comunicación para influir en la opinión pública a favor de intereses particulares y muy molesto anunció un decreto que se enviaría al Congreso para regular la libertad de expresión.
No sabemos si el Presidente cumplirá lo prometido o si la reacción de rechazo que ha ocasionado tal anuncio lo haga revisar su decisión. En todo caso el anuncio y la medida si se concreta son inoportunos. Aunque no sea esa la intención, suena como una imitación de lo que pasa en Ecuador y Venezuela. Pero además la imagen internacional de Honduras por la muerte violenta de periodistas sin que hasta la fecha se haya dado un informe sobre la investigación de los casos ocurridos, no es propicia para medidas de ese tipo.
Es verdad que en los medios de comunicación y en el gremio periodístico no es oro todo lo que brilla, pero se corre el riesgo que por cortar la cizaña se destruya también el trigo. ¿Recuerda la parábola? “El reino de los cielos es como un hombre que sembró semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando el tallo brotó y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Fueron entonces los sirvientes y le dijeron al dueño: Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿De dónde viene la cizaña? Les contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los sirvientes: ¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: No, porque al arrancarla, van a sacar con ella el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Cuando llegue el momento, diré a los cosechadores arranquen primero la cizaña y en atados échenla al fuego, luego recojan el trigo y guárdenlo en mi granero” Cristo explicó luego el significado de la parábola.
En la intrincada maraña de intereses que se mueven en la sociedad, es difícil diferenciar los legítimos de los ilegítimos, el trigo de la cizaña. Hay intereses personales y de grupo que se presentan como tales de manera que quien quiera apoyarlos lo hace conscientemente. Pero también los hay que se disfrazan de intereses colectivos. Son los lobos con piel de oveja, unos y otros encuentran eco en los medios de comunicación como canales abiertos a toda clase de mensajes siempre que no se escuden en el anonimato.
La única manera de depurar un gremio es investigar los casos puntuales y someterlos a los procedimientos legales. Ese camino está expedito en la legislación vigente. Cualquier medida de carácter general solo va a encender un debate que tendrá repercusiones negativas a nivel interno e internacional, dañando aún más la imagen de Honduras en el exterior.
En materia de información como en otras cosas, conviene confiar en la sabiduría popular. Al final, quien como en la parábola del Señor, se sabrá separar el trigo de la cizaña. El pueblo y la historia juzgarán la gestión del Presidente Lobo, pero no quisiéramos que al poner en una balanza lo negativo y lo positivo apareciera en la primera lista que por arrancar la cizaña se llevó de encuentro también el trigo. Oí al doctor Villeda Bermúdez decir que su padre, mi paisano de Ocotepeque, le decía que la política es en cierta forma el arte de aprender a tragar sapos. Interpreto esa frase como la habilidad del político para dejar que lo que se diga en su contra le escurra por el cuerpo sin provocar ninguna reacción emotiva. Deje, señor Presidente que la cizaña crezca con el trigo a imitación de la sabiduría divina.

"Sicarios de tinta"

Paúl Velasco Ruiz. EXPRESO

La turbamulta que aguardó en los exteriores de la sala donde debía darse la audiencia de casación en el juicio que como persona natural sigue el presidente Rafael Correa a diario El Universo, se exacerbó cuando fue suspendida la sesión: admoniciones e insultos por doquier; increpaciones de todo tipo, que el periodista Roberto Aguilar describió en su crónica de Diario EXPRESO del miércoles 25 de enero.
En particular, una expresión que se ha vuelto recurrente: "sicarios de tinta", vertida más de una ocasión por las huestes de AP para denostar al periodismo, motiva el siguiente comentario:
El DRAE dice que sicario es un asesino asalariado, con lo cual al usar este epíteto se está emitiendo un juicio temerario claramente dirigido a causar perjuicio a los medios de prensa y a quienes trabajan en ellos u opinan en los mismos. Como generalmente la diatriba se emite en el tumulto es imposible realizar una acción penal a persona alguna, por tanto, todos los que hacemos periodismo nos quedaremos con el insulto. El hecho es revelador de cómo la multitud azuzada por miembros de Alianza PAIS insulta sin reparar que el motivo del juicio que sigue Rafael Correa tiene como fundamento la indemnización por un supuesto daño causado, por tanto, es deleznable valerse de calificativos oprobiosos para rechazar lo que consideran un perjuicio, ocasionando a su vez otro, en este caso al colectivo de prensa. ¡Es como si los dirigentes de AP miraran la paja en el ojo ajeno!
Cuando a la turba se la exaspera y alimenta de odio se desencadena un mecanismo esquizofrénico difícil de contener; sábado a sábado, con palabras y actuaciones se van creando condiciones adversas y un clima de hostilidad hacia el periodismo, no olvidemos que ya se han roto dos periódicos públicamente (el diario La Hora y El Universo); reparemos que en esos actos se atenta contra la palabra escrita… ojalá no se le ocurra a alguien hacer una pira de libros…
Sin el periodismo no se habría denunciado el caso Dreyfus y Emilio Zola no hubiera escrito ese alegato magistral que es Yo acuso; sin el periodismo los excesos de Nixon no hubiesen quedado al descubierto y el caso Watergate no habría existido; sin el periodismo George Orwell no habría escrito su magistral denuncia del régimen totalitario soviético; sin la investigación periodística los crímenes de lesa humanidad llevados a cabo por los dictadores hubieran quedado impunes; en fin, sin el periodismo la sociedad pierde conciencia crítica y queda indefensa.

Cómo evitar la próxima campaña mediática

Luis Cino Álvarez

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org. En el año 2005 el mundo se conmocionó con la noticia de que varios islamistas prisioneros en la base naval norteamericana de Guantánamo, desesperados por la ambigüedad del limbo legal en que estaban atrapados, habían iniciado una huelga de hambre. Por entonces, pocas personas en el mundo sabían que en las cárceles cubanas son frecuentes las huelgas de hambre para protestar por las pésimas condiciones de confinamiento y los tratos crueles y degradantes. 
Hace varios años, cuando un prisionero talibán en Guantánamo, luego de entrevistarse con su abogado, se cortó las venas e intentó  ahorcarse, la noticia recorrió el mundo. Sin embargo, nada se hablaba en la prensa internacional de los frecuentes casos de auto-mutilaciones y suicidios en las cárceles cubanas.
Durante décadas,  el mundo se negó a escuchar las denuncias que salían de las cárceles cubanas acerca de las golpizas, las celdas tapiadas y los maltratos. Para acabar con la sordera  mundial, tuvo que morir un prisionero político en febrero de 2010, luego de una huelga de hambre de 82 días. Menos de dos años después de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, murió Wilman Villar Mendoza, otro preso político en huelga de hambre, esta vez de 50 días.
Ante el consiguiente escándalo internacional,  al gobierno cubano no se le ocurre otra cosa que  hablar de una  campaña mediática contra Cuba orquestada por Estados Unidos y “sus lacayos”.  Como si  los medios internacionales se hubieran convertido en sucursales de algún periódico similar a Granma, pero con su sala de redacción planetaria  en las oficinas del Comité Central del Partido Único Anti-Castrista en Washington DC.
¿De qué valió negar  que Wilman Villar fuera un preso político en huelga de hambre? ¿Qué resolverá el gobierno cubano con mentir y difamar y buscar ─ ¡siempre la paja en el ojo ajeno! ─ casos de violaciones de derechos humanos en las cárceles españolas, chilenas o norteamericanas? ¿No sería mejor reformar, a fondo y sin pantomimas cirqueras, el sistema penitenciario y humanizar el trato a los reclusos en las cárceles cubanas?
En vez de buscar justificaciones y  coartadas, mejor sería conceder más indultos para personas que no debían estar presas  y excarcelar a todos los presos políticos que no tengan delitos de sangre, es decir, la mayoría. Sería el mejor modo de evitar las críticas internacionales.  Pero sabemos que primará la habitual soberbia del régimen.
Continuamente llegan informaciones  de presos que ante su total indefensión, como recurso extremo para reclamar sus derechos, se declaran en huelga de hambre. Por los estremecedores testimonios que se reciben desde las cárceles, sabemos qué pasa entonces.
Inmediatamente, antes que atender a sus demandas, los encierran en celdas de castigo y les niegan el agua para vencerlos por medio de la sed. Pasados 10 días, los guardias  pueden decidir alimentarlos a la fuerza, presionar a sus familiares o convencerlos a golpes de tonfa y palos de marabú para que abandonen la protesta. Si se cosieron la boca,  se la descosen a la fuerza, entre golpes y patadas.  Si no consiguen hacerlo abandonar la huelga, los carceleros lo llevan hasta el límite,  para que sea el preso el que tenga que ceder y quede escarmentado. Cuando ya  está muy grave,  lo envían a un hospital civil, para que los médicos traten de salvarle  la vida. Sólo que a veces, como en los casos de Zapata Tamayo y Wilman Villar, es  demasiado tarde.
Pero los carceleros quedan satisfechos porque no cedieron un ápice y no se dejaron chantajear por un preso, que para ellos es menos que un insecto. Sólo que no pasará mucho tiempo antes que tengan que enfrentar a otro recluso  desesperado que  preferirá morir antes que soportar las humillaciones y los abusos en ese inframundo que son las prisiones cubanas.
¿Hasta cuándo seguirá el horror de los presos muertos en huelga de hambre? Sólo el gobierno cubano puede evitar la próxima campaña mediática internacional en su contra.  Evidentemente, no lo conseguirá posando de víctima ni a través de los ridículos editoriales de Granma.

Democracia de Césares

Gonzalo Maldonado Albán. EL COMERCIO

Durante décadas, la figura de Bolívar fue despreciada por la izquierda latinoamericana. Fue por la acuciosidad de Aníbal Ponce –marxista de pura cepa, traductor al castellano de ‘El capital’– que divulgó unos ensayos biográficos que Karl Marx había escrito para la ‘New American Cyclopaedia’, allá por 1857. Uno de aquellos ensayos versaba sobre Simón Bolívar a quien ‘El moro’– así le decían a Marx sus familiares – describe como un mentiroso, cobarde y mujeriego.
Por contraste, la derecha latinoamericana vio en Bolívar al héroe preclaro que encarnó uno de sus valores más eximios: la voluntad de hacerse con el poder y de ejercerlo a plenitud para siempre. Uno de los ideólogos más conspicuos de esa derecha ultramontana fue Laureano Vallenilla, quien a inicios del siglo pasado escribió “Cesarismo democrático”, un libro que buscaba justificar con argumentos supuestamente científicos la necesidad de tener gobiernos autoritarios en América Latina. Vallenilla vio en Bolívar al ejemplo perfecto de ese César con rasgos democráticos que necesitaba la región.
Aquella imagen conservadora del Bolívar que propugnaba mandatos presidenciales vitalicios y amplias atribuciones del Ejecutivo para gobernar fue recogida por el populismo de izquierdas del chavismo venezolano. El Libertador se convirtió, de esta manera, en el recurso perfecto para transmitir la impresión de que la historia le daba a Hugo Chávez el derecho de asumir todos los poderes para convertirse en un César con visos democráticos, tal y como Vallenilla lo propuso en su momento.
El régimen de Correa también entendió la importancia de utilizar la figura de Bolívar. Al igual que Chávez, el presidente ecuatoriano ha querido presentarse, desde el inicio de su mandato, como el heredero histórico y el ejecutor de las ideas de Bolívar. Para acentuar la impresión de que este Gobierno está en sintonía con ideas o principios que perduran en el tiempo, la propaganda gubernamental también ha posicionado la figura de Alfaro como uno de sus socios políticos principales.
Supongo que este personaje – un masón que creía a pie juntillas en las bondades del libre comercio y en la libertad de conciencia – se escandalizaría si viera cómo se ha manipulado su legado para hacerle endosar una gestión aislacionista en el plano internacional y autoritaria en el ámbito local.
La utilización de figuras históricas con fines políticos coyunturales es una práctica añeja que, creo yo, jamás se podrá erradicar por completo. Nos corresponde, sin embargo, insistir en que se respete la verdad de los hechos pasados y que no se manipulen de forma tan grosera las ideas y principios de personajes tan importantes como Simón Bolívar y Eloy Alfaro.