Monday, January 30, 2012

Honduras: El Presidente y la cizaña

Benjamín Santos. LA TRIBUNA

Nuestro Presidente luce nervioso y se altera fácilmente. Desconfía de sus colaboradores más cercanos. Parece estar a la defensiva. Semeja a alguien que ha perdido la autoridad y que en su esfuerzo por recuperarla cae frecuentemente en explosiones emotivas y en frecuentes llamados de atención a sus subalternos. Es posible que esta sea sola una percepción subjetiva de parte mía. Al Presidente le falta la mitad de su período y por esa razón deseamos que recupere su acostumbrada serenidad y buen humor.
En la clausura de la segunda legislatura (que igual que el año pasado se estiró para juntarla con la tercera a fin de aprobar una reforma constitucional en un día y ratificarla a continuación para cumplir la letra de la Constitución violando su espíritu), el Presidente manifestó su malestar porque se utilizan los medios de comunicación para influir en la opinión pública a favor de intereses particulares y muy molesto anunció un decreto que se enviaría al Congreso para regular la libertad de expresión.
No sabemos si el Presidente cumplirá lo prometido o si la reacción de rechazo que ha ocasionado tal anuncio lo haga revisar su decisión. En todo caso el anuncio y la medida si se concreta son inoportunos. Aunque no sea esa la intención, suena como una imitación de lo que pasa en Ecuador y Venezuela. Pero además la imagen internacional de Honduras por la muerte violenta de periodistas sin que hasta la fecha se haya dado un informe sobre la investigación de los casos ocurridos, no es propicia para medidas de ese tipo.
Es verdad que en los medios de comunicación y en el gremio periodístico no es oro todo lo que brilla, pero se corre el riesgo que por cortar la cizaña se destruya también el trigo. ¿Recuerda la parábola? “El reino de los cielos es como un hombre que sembró semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando el tallo brotó y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Fueron entonces los sirvientes y le dijeron al dueño: Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿De dónde viene la cizaña? Les contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los sirvientes: ¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: No, porque al arrancarla, van a sacar con ella el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Cuando llegue el momento, diré a los cosechadores arranquen primero la cizaña y en atados échenla al fuego, luego recojan el trigo y guárdenlo en mi granero” Cristo explicó luego el significado de la parábola.
En la intrincada maraña de intereses que se mueven en la sociedad, es difícil diferenciar los legítimos de los ilegítimos, el trigo de la cizaña. Hay intereses personales y de grupo que se presentan como tales de manera que quien quiera apoyarlos lo hace conscientemente. Pero también los hay que se disfrazan de intereses colectivos. Son los lobos con piel de oveja, unos y otros encuentran eco en los medios de comunicación como canales abiertos a toda clase de mensajes siempre que no se escuden en el anonimato.
La única manera de depurar un gremio es investigar los casos puntuales y someterlos a los procedimientos legales. Ese camino está expedito en la legislación vigente. Cualquier medida de carácter general solo va a encender un debate que tendrá repercusiones negativas a nivel interno e internacional, dañando aún más la imagen de Honduras en el exterior.
En materia de información como en otras cosas, conviene confiar en la sabiduría popular. Al final, quien como en la parábola del Señor, se sabrá separar el trigo de la cizaña. El pueblo y la historia juzgarán la gestión del Presidente Lobo, pero no quisiéramos que al poner en una balanza lo negativo y lo positivo apareciera en la primera lista que por arrancar la cizaña se llevó de encuentro también el trigo. Oí al doctor Villeda Bermúdez decir que su padre, mi paisano de Ocotepeque, le decía que la política es en cierta forma el arte de aprender a tragar sapos. Interpreto esa frase como la habilidad del político para dejar que lo que se diga en su contra le escurra por el cuerpo sin provocar ninguna reacción emotiva. Deje, señor Presidente que la cizaña crezca con el trigo a imitación de la sabiduría divina.

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