Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org. En el año 2005 el mundo se conmocionó con la noticia de que varios islamistas prisioneros en la base naval norteamericana de Guantánamo, desesperados por la ambigüedad del limbo legal en que estaban atrapados, habían iniciado una huelga de hambre. Por entonces, pocas personas en el mundo sabían que en las cárceles cubanas son frecuentes las huelgas de hambre para protestar por las pésimas condiciones de confinamiento y los tratos crueles y degradantes.
Hace varios años, cuando un prisionero talibán en Guantánamo, luego de entrevistarse con su abogado, se cortó las venas e intentó ahorcarse, la noticia recorrió el mundo. Sin embargo, nada se hablaba en la prensa internacional de los frecuentes casos de auto-mutilaciones y suicidios en las cárceles cubanas.
Durante décadas, el mundo se negó a escuchar las denuncias que salían de las cárceles cubanas acerca de las golpizas, las celdas tapiadas y los maltratos. Para acabar con la sordera mundial, tuvo que morir un prisionero político en febrero de 2010, luego de una huelga de hambre de 82 días. Menos de dos años después de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, murió Wilman Villar Mendoza, otro preso político en huelga de hambre, esta vez de 50 días.
Ante el consiguiente escándalo internacional, al gobierno cubano no se le ocurre otra cosa que hablar de una campaña mediática contra Cuba orquestada por Estados Unidos y “sus lacayos”. Como si los medios internacionales se hubieran convertido en sucursales de algún periódico similar a Granma, pero con su sala de redacción planetaria en las oficinas del Comité Central del Partido Único Anti-Castrista en Washington DC.
¿De qué valió negar que Wilman Villar fuera un preso político en huelga de hambre? ¿Qué resolverá el gobierno cubano con mentir y difamar y buscar ─ ¡siempre la paja en el ojo ajeno! ─ casos de violaciones de derechos humanos en las cárceles españolas, chilenas o norteamericanas? ¿No sería mejor reformar, a fondo y sin pantomimas cirqueras, el sistema penitenciario y humanizar el trato a los reclusos en las cárceles cubanas?
En vez de buscar justificaciones y coartadas, mejor sería conceder más indultos para personas que no debían estar presas y excarcelar a todos los presos políticos que no tengan delitos de sangre, es decir, la mayoría. Sería el mejor modo de evitar las críticas internacionales. Pero sabemos que primará la habitual soberbia del régimen.
Continuamente llegan informaciones de presos que ante su total indefensión, como recurso extremo para reclamar sus derechos, se declaran en huelga de hambre. Por los estremecedores testimonios que se reciben desde las cárceles, sabemos qué pasa entonces.
Inmediatamente, antes que atender a sus demandas, los encierran en celdas de castigo y les niegan el agua para vencerlos por medio de la sed. Pasados 10 días, los guardias pueden decidir alimentarlos a la fuerza, presionar a sus familiares o convencerlos a golpes de tonfa y palos de marabú para que abandonen la protesta. Si se cosieron la boca, se la descosen a la fuerza, entre golpes y patadas. Si no consiguen hacerlo abandonar la huelga, los carceleros lo llevan hasta el límite, para que sea el preso el que tenga que ceder y quede escarmentado. Cuando ya está muy grave, lo envían a un hospital civil, para que los médicos traten de salvarle la vida. Sólo que a veces, como en los casos de Zapata Tamayo y Wilman Villar, es demasiado tarde.
Pero los carceleros quedan satisfechos porque no cedieron un ápice y no se dejaron chantajear por un preso, que para ellos es menos que un insecto. Sólo que no pasará mucho tiempo antes que tengan que enfrentar a otro recluso desesperado que preferirá morir antes que soportar las humillaciones y los abusos en ese inframundo que son las prisiones cubanas.
¿Hasta cuándo seguirá el horror de los presos muertos en huelga de hambre? Sólo el gobierno cubano puede evitar la próxima campaña mediática internacional en su contra. Evidentemente, no lo conseguirá posando de víctima ni a través de los ridículos editoriales de Granma.
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