Thursday, January 19, 2012

Las Malvinas que no son argentinas

Vicente Echerri. EL NUEVO HERALD

El primer ministro británico, David Cameron, defendió esta semana la soberanía británica en las islas Falklands ─ que en español llamamos las Malvinas ─ y acusó a Argentina de “colonialismo” al pretender desconocer el deseo de los Falklanders (o malvinenses) de seguir siendo súbditos de Isabel II. Que la mayor potencia colonial que conociera el mundo llame a otra nación “colonialista” podría sonar a despropósito o descaro, sobre todo en los oídos fervorosos de cierta izquierda; pero, juzgada en términos estrictos, la actitud de Argentina hacia las Malvinas no merece otro calificativo. La voluntad mayoritaria de los habitantes del archipiélago es fuente de derecho. Lo demás es pamplinas.
La impresentable Cristina Fernández de Kirchner se empeña en renovar este litigio apenas estrenado su segundo mandato y en el año en que se cumplen treinta de que Argentina invadiera las islas y perdiera escandalosamente una guerra contra Gran Bretaña. Su gobierno acaba de anunciar que los países del Mercosur les cerrarán sus puertos a los barcos procedentes de las Malvinas o que tengan el pabellón que suelen usar los buques de las posesiones británicas. Portavoces argentinos dicen que este “bloqueo” está en pie; en tanto el ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido afirma que Brasil, Uruguay y Chile han dado garantías de que no se aplicará. Ya veremos en los próximos días.
En el tuétano de este conflicto ─ al menos en su fase actual ─ están los yacimientos de petróleo en los mares cercanos a las Falklands que los ingleses han empezado a explotar: un filón multimillonario que la Argentina, es decir, el gobierno de ese país, no querría que se le fuese de las manos. ¡Cuántas cosas podrían hacer los argentinos con ese petróleo! debe pensar la Sra. Fernández mientras hace cálculos desorbitados que se asemejan a los de la lechera entusiasta y descuidada del cuento.
Cuando, en 1982, el gobierno militar argentino invadió las Malvinas con el obvio propósito de distraer la atención de la gente de los graves problemas que ya confrontaba la dictadura militar, sobraron los ingenuos, apasionados y chovinistas ─  dentro y fuera del país sudamericano ─ que pasaron por alto la torpeza de la acción movidos por un patético fervor, llamémosle “patriótico”. Recuerdo el caso de un refugiado político en Nueva York  ─ a cuya mujer habían asesinado los militares ─ que se atrevió a decirme que la soberanía argentina sobre las islas se sobreponía a sus agravios personales y a su rencor particular. El argumento me pareció entonces, y me parece treinta años más tarde, una enorme sandez.
La autodeterminación de los pueblos, principio tan invocado y tan violado por todos los regímenes de fuerza, debe ser un criterio superior al más abstracto de la soberanía nacional que, en definitiva, está asentado en los límites ─ difusos a veces ─ de los países, y establecidos, en muchas ocasiones, a pedradas o a cañonazos. La ocupación de las Malvinas, hace bastante más de un siglo, es un hecho consumado que pertenece a la historia ─ reconózcanlo o no los argentinos. La libertad y felicidad de los Falklanders tiene toda la vigencia del presente y es de primordial importancia o, como se diría en inglés, paramount. No cuesta trabajo, además, imaginar el horror de los habitantes de las Malvinas ante la posibilidad de convertirse en argentinos, y no sólo porque éstos hablan otra lengua, sino porque la Argentina es un país fallido que lleva setenta años dando tumbos sin encontrar el Norte  ─ ni el Sur.
No es de creer que el gobierno de Fernández cometa la misma torpeza del régimen de Galtieri, de suerte que una segunda guerra de las Malvinas parecería ahora mismo poco probable, si fuera sólo por la disuasión que significa la presencia en las islas de más de 1.000 soldados ingleses, así como de varios aviones de guerra y buques de la Armada británica, a los que acompañan algunos submarinos. Pero el gobierno de S.M.B. tampoco está en disposición de entrar en conversaciones sobre un tema que para él no es materia de discusión. Luego, este diferendo, a menos que la Sra. Fernández cometa una locura, se ventilará en la prensa y en las redes sociales, amén de las puntuales declaraciones de gobierno.
Como hace tres décadas, apuesto por el bienestar de los habitantes de las islas, que la explotación del petróleo sin duda contribuirá a acrecentar; bienestar que no pasa por un cuestionamiento de su estatus, mucho menos por un cambio de nacionalidad. En cuanto a los argentinos, lo más recomendable es que se aquieten, y eso harían si tuvieran un gobierno serio y responsable. Como dijera esta semana uno de los diputados conservadores en la Cámara de los Comunes, debe recordárseles que fueron ellos los que perdieron esa guerra.

1 comment:

  1. Readers may be interested in a brief but in depth analysis of the problem of Las Malvinas, the UN Resolutions and Especially Sovereignty Claims, at Argentina, Brazil, Uruguay and the Falklands.

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