Wednesday, January 25, 2012

El candidato airado

Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD

Ganó el candidato airado. Ganó con aire de molesto. Ganó como víctima justiciera. El ganador, Gingrich, y los dos que lo siguen en la primaria de Carolina del Sur llevan, en orden reverso, lo bueno lo malo y lo feo. Lo bueno en tercer lugar lo lleva Rick Santorum, certificado con la bendición oficial del conservadorismo evangélico. Compite con lo malo y lo feo. Lo malo llega con Romney, malo por ser mal candidato, uno que no acaba de convencer porque no logra conectar emocionalmente con los votantes que necesita. Lo feo está en el primer puesto. Gingrich apela a lo feo precisamente con lo que le falta a Romney, una conexión emocional sólida y directa con sus seguidores. La logra apelando airado con su personalidad y oratoria. Orador brillante, despierta una esperanza y entusiasmo que recubren la fealdad del temor, prejuicio y resentimiento de un país agobiado por la crisis económica y la pérdida de prestigio e influencia nacional. Cuelga sobre la prensa la responsabilidad de haber hurgado en su pasado político, profesional, personal, sexual y marital. Se libra de sus pecados mostrándose como víctima de un demonio mayor, el liberalismo y su instrumento, la prensa liberal. Deja sobre sus acusadores el horror de sus acusaciones. Son lo bueno, malo y feo en orden reverso, Gingrich, Romney y Santorum, alternativas en las primarias republicanas. El cuarto, Ron Paul, tendrá tarde o temprano que enfrentar la realidad.
La baraja republicana presenta un reducido abanico de cartas. Generalmente se juega con la mejor. No teniendo una carta claramente mejor que las otras, se juega entonces con lo que se tiene. Ese es el dilema republicano. Los líderes del partido quisieran una mano mejor pero no la tienen. Los demócratas juegan con carta única, Obama, esperando que los republicanos elijan su rival. Hoy por hoy hay que prestar atención al proceso republicano y sus tres punteros. De los tres resulta tentador dar por descontado al último, Santorum. No debe hacerse por la probabilidad de que Gingrich y Romney caigan víctimas de sus propios males. Allí estará Santorum entonces, para recoger el cetro caído.
Los males de Romney son simples, pero así como son simples también son difíciles de corregir. Son parte de su personalidad. Le falta esa conexión emocional con su audiencia, algo que está a la vista de todos. Es mal candidato por esa falta primordial. Luego tiene dos ‘faltitas’ más, faltas menores. Una le da visos de candidato tortilla, hoy por este lado, mañana por el otro. Es experto en voltear la tortilla. Su segunda falta menor está en lo que ha hecho para lograr los cientos de millones de dólares en su fortuna personal. Se le llama capitalismo de aventura, venture capitalism. Algunos lo llaman capitalismo buitre. Parte de lo que hace es recoger empresas moribundas a las que les quita carne a pedazos que vende a buen precio. No es agradable pero cumple una necesidad real y debería poder explicarlo con facilidad. No lo hace porque no sabe defenderse. Tampoco sabe atacar. Gingrich sí sabe defenderse, y lo hace atacando, con su aire molesto de víctima justiciera. De ahora en adelante el candidato a vencer será el airado, Gingrich, y quien le pise los talones será Romney. Los papeles se han trastocado. El mal candidato ha quedado atrás del candidato que apela a lo feo, con el candidato de lo bueno en tercer lugar.
Lo sorprendente de la victoria de Gingrich está en su margen, 40% versus 27% de Romney y 17% de Santorum. En octubre pasado las encuestas le daban menos de 10% en Carolina del Sur. Desde entonces ha gestado una avalancha que amenaza con arrasar todo a su paso. Ese es el peligro de la campaña de Gingrich, que arrasa. Un lector, escribiendo en la página web de El Nuevo Herald con el pseudónimo de “implacablemirón”, comenta lo siguiente. “Nunca como hoy los Estados Unidos de América se habían encontrado en tal peligro de perder su identidad nacional y sus libertades. Gobernados por el Obamismo de corte socialista… (que quiere) cobrar venganza, y que sean entonces los trabajadores blancos los que sufran las contingencias de la pobretería mental de su gobierno…” Allí están, retratadas en esa opinión, la fuerza y la debilidad en la campaña de Gingrich. Apela airado, recubriendo de esperanza lo feo del temor, prejuicio y resentimiento tan palpables en la crisis actual. Es una táctica que le ha sido efectiva. Ahora, al siguiente encuentro, a ver qué resultado le da en la primaria de Florida. El martes 31 de enero veremos que dicen los floridanos.

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