Saturday, January 28, 2012

Del calabozo a la luz

Una entrevista a Oscar Elías Biscet
Mario Alegre Barrios. DISIDENTE UNIVERSAL


El doctor Oscar Elías Biscet en su residencia en La Habana, acompañado por su esposa, Elsa Morejón.

Encerrado en una diminuta celda total y perpetuamente a oscuras, el único sonido que solía escuchar era el eco de sus pensamientos y el murmullo de sus oraciones, sin la menor idea del tiempo que había transcurrido desde que no había vuelto a ver la luz del sol.

Cuando tuvo noción de haber salido por última vez de un aislamiento así ─ consumido, infinitamente sucio y al borde de la muerte ─ el doctor Óscar Elías Biscet supo que el castigo había durado poco más de cinco meses, pesadilla que nunca tuvo la claudicación como alternativa.

Desde entonces no han pasado muchos años y el doctor Biscet aún se recupera física y sicológicamente en su hogar de esta ciudad, donde lucha contra sus fantasmas con el mismo temple que ─ desde finales de los 80 ─ caracteriza su batalla contra el Gobierno cubano, como uno de los personajes emblemáticos de la oposición y miembro del famoso “grupo de los 75” que en la primavera del 2003 fueron apresados y sometidos a juicios sumarios y que fueron liberados en marzo pasado, luego de la mediación de la iglesia católica, con una gran presión internacional como telón de fondo.

¿Cómo un niño nacido en 1961, cómo recuerda su infancia durante aquellos primeros años de la revolución?

Bueno, en aquellos días prácticamente todos estaban con el régimen, estaban esperanzados en que las cosas serían para bien. Era también un tiempo en el que había mucha desinformación, la gente no sabía con certeza lo que había pasado y menos lo que iba a suceder, pero había esperanza...

¿Cómo se fue modificando esta percepción?

Al ir creciendo me di cuenta, por ejemplo, de la manera como se comenzó a perseguir a la gente, por cosas como la religión... recuerdo esto porque tenía unos amigos que eran testigos de Jehová y sus familias sufrieron mucho. Luego, hacia finales de los 80, yo no tenía más de 17 años cuando me enseñaron que Cuba tenía un ejército para defender al país. Sin embargo, mis amigos y yo también nos enteramos de que ese ejército estaba peleando en otros países, en guerras que nada tenían que ver con nuestra seguridad... Con el paso del tiempo se demostró que eso era verdad...

¿Qué precipita su alineamiento con la oposición?

Ya desde antes de la caída de la Unión Soviética yo sabía que algo estaba pasando en el mundo comunista gracias a lecturas clandestinas, nada oficial pero sí información confiable. Todo esto, mientras hacía mis estudios en medicina. A través de ese canal, mis compañeros y yo comenzamos a darnos cuenta de que algo se estaba gestando.

Poco a poco nos fuimos organizando de manera informal, para reunirnos y conversar al respecto, hasta que a principios de los 90 mi militancia en grupos contestatarios fue muy notable.

Y comenzó a ser perseguido...

Sí, y apresado. Estuve en la cárcel muchas veces, pero por periodos cortos, hasta que llegó mi detención en el 2002, cuando me golpearon y me fracturaron un pie. Estuve mucho tiempo sin juicio. Los cargos que tenía no eran tan graves y pude haber salido en libertad en unos 3 años, pero entonces me consideraron como parte del grupo de los 75 y me “ajustaron” la condena a 25 años, según ellos, por trabajar para una potencia extranjera, cuando mi  labor era realmente luchar por los derechos humanos. Ahora mismo, el hecho de que esté hablando contigo podría bastar para que me volvieran a detener y acusarme de que estoy reunido con alguien de un servicio del extranjero... pero no me preocupa, ya estoy maduro en esta causa...

¿Qué pasó por su cabeza cuando, luego de haber estado preso por periodos cortos, le cae esa condena de 25 años?

Bueno, mira, cuando escuché la condena, me reí, porque sabía que, en realidad, no iba a estar preso 25 años por una simple razón: el régimen está en el final de sus días. Hay tanto terror que la gente no actúa, pero más miedo hay en el Gobierno, porque saben que su tiempo se agota.

¿Cómo recuerda los últimos ocho años?

Me maltrataron bastante, me torturaron. Una de las torturas usadas en las cárceles cubanas son los solitarios en unos calabozos minúsculos, totalmente aislados y oscuros. Ahí me tuvieron una vez durante cinco meses ininterrumpidos, sin salir ni un segundo. Ahí mismo hacia mis necesidades, junto al agua que bebía y los pocos alimentos que recibía una vez al día, apenas para mantenerme con vida.

¿A qué otro tipo de tortura lo sometieron?

Me encerraron con enfermos mentales a quienes privaban de sus medicamentos y más desquiciados se ponían ahí. Se sabía que había casos en los que estos enfermos asesinaban al que estaba con ellos mientras dormía. Lo recuerdo ahora y sigue siendo como una pesadilla.

También eran comunes los casos de hombres esposados de pies y manos, tirados boca abajo en el piso durante 24 y 48 horas continuas… y las descargas eléctricas en los genitales.

¿A qué atribuye su excarcelación y la del resto de presos políticos del grupo de los 75?

Quizás al cambio de mando... ya desde antes de eso ellos sabían que era un error político tenernos presos, pero la soberbia de Fidel es inmensa y por eso no había cedido a nuestra liberación. Con el cambio de poder y la agudización de la crisis económica en Cuba, el nuevo presidente supo que no tenía otra alternativa que mostrar un poco de buena voluntad ante la comunidad internacional y por eso accedió a liberarnos. No es porque ellos hayan reconocido que nuestro encarcelamiento era un error, sino por un interés económico...

¿Qué opina de la aseveración de parte de funcionarios del Gobierno de que ustedes, los opositores, son invisibles en Cuba, que nadie sabe quiénes son?

Mienten... es parte del terror que es promovido por su dictadura totalitaria. Quizá la gente no nos conozca personalmente pero sabe que existimos... tal vez no sepa quiénes somos, pero lo más importante es que sabe que este movimiento está vivo. Antes de caer preso en el 2002, fui al pueblo de mi esposa y visité poco más de una docena de casas.

Poco después agentes de la seguridad del estado se presentaron en esos hogares para amenazar a las familias. Claro que si se le pregunta al cubano promedio si sabe quiénes somos, quizá diga que no, por el temor tan arraigado que tiene.

Parte de las condiciones para su liberación era que se tenía que ir del país...

Podríamos decir que me lo sugirieron. Me lo presentaron como una gran oportunidad para cambiar de aires... En varias oportunidades me han planteado la opción de irme del
país, tanto gente del gobierno, como amigos, cada cual por distintas razones, claro, pero nunca lo he considerado como una opción ni lo haré...

¿Por qué no se fue?

Porque este es mi país, porque estoy luchando por una causa justa, para que los cubanos tengan los derechos humanos que le pertenecen, que tengan libertad... Yo que he luchado tanto por eso, ¿lo voy a abandonar ahora? Imposible... aquí me quedaré y lucharé hasta el último de mis días.

¿Cómo es ahora su lucha, cuando seguramente está más vigilado que antes?

Estoy en una fase de recuperación, tanto física como sicológica. Me excarcelaron el 12 de marzo y tuve que operarme la boca porque en prisión se me cayeron todos los dientes. No obstante, me he dedicado a comenzar a reestructurar la lucha para seguir en esto. Sé que me juego la vida, pero eso es lo que he hecho desde hace más de 20 años. Aquí quizás el gobierno no te dé dos tiros en la calle, pero sí te prepara un accidente fatal. Recuerda que esto es un régimen totalitario, como el de Hitler, como el de Stalin.

¿No siente que ahora está más seguro que antes por la visibilidad que ha adquirido?

Puede ser, pero en el único que confío es en Dios. El Gobierno ha cometido tantas arbitrariedades.

En prisión, en esos días que describe, ¿en algún momento pensó en rendirse?

No, eso nunca ha pasado por mi cabeza. Aun en los momentos más extremos, ahí ha estado Dios para sostenerme y me ha dado fuerza para resistir.

¿Ve el futuro con optimismo?

Sí, por eso estoy aquí, porque mi esperanza está en el pueblo cubano.

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