Saturday, January 21, 2012

La revolución controla todo

Thalía Flores Y Flores. HOY.com

Las "malas noticias" que los medios de comunicación sacan a la luz desactivan el encantamiento que produce el poder en los revolucionarios del siglo XXI. Allí estaría otra explicación -jamás justificación- de la cruzada de demonización contra los medios y los periodistas que encabeza el propio presidente Correa.
Los medios son el único campo que no ha cooptado, de manera definitiva, el oficialismo, que sí consiguió que algunos canales de TV prescindieran de sus periodistas insignia, quienes por años lideraron espacios de noticias y opinión. A partir de allí, el debate plural es casi inexistente, lo que habría provocado una general disonancia cognitiva.
El poder político también ha judicializado la opinión, llevando a los tribunales a periodistas y dueños de medios, exigiendo cárcel y millonarias indemnizaciones. Aun así, los ciudadanos de a pie pueden aún hacer uso de esos espacios para expresarse con libertad.
El poder, que no deja nada al azar, ha aplicado la vieja táctica de "golpear al pastor para dispersar las ovejas", con lo que ha conseguido desarticular el tejido social de casi todas las organizaciones.
Uno tras otro, como si de un ritual de aniquilación se tratase, se ha dividido a estudiantes, a indígenas, a las autoridades seccionales y a todo gremio que represente disputa de espacios electorales.
La tarea ha sido extenuante, pero la adrenalina del poder les ha insuflado energía como para juntar gente de confianza y armar cooperativas de taxis o nuevos gremios de maestros y empleados públicos, afines.
Las demás funciones del Estado no le son problema.
Una dócil y monocolor Asamblea le ha dado todas las votaciones requeridas, o se ha abstenido para que opere el ministerio de la ley, ─ que debería ser concebido como negligencia legislativa ─, y poner en vigencia leyes sin debate.
La Contraloría, Corte Constitucional, Consejo Nacional Electoral, Fiscalía y las superintendencias están integradas por cercanos al Gobierno, que actúan en concordancia.
La educación no podía ser desatendida: Escuelas del Milenio fueron levantadas con la mejor tecnología para el aprendizaje. Pero para los fines propagandísticos los textos escolares fueron reescritos y los niños de escuelas pobres debieron lucir los símbolos del partido de Gobierno en sus uniformes. La música tampoco quedó de lado: Diferentes estamentos del Gobierno han firmado convenios con artistas y cantantes que, incluso, escriben canciones y actúan para el poder. Para manejar el deporte han acaparado las federaciones y, desde el Mundial de Sudáfrica, parecen controlar la pauta de las trasmisiones del fútbol. Y como ningún espacio de masas podía quedar suelto, la propaganda ha saltado a las pantallas del cine, para que la gente la digiera con palomitas de maíz.
Estas acciones con tintes surrealistas opacan la vistosa obra pública de un Gobierno que también ha logrado reactivar la economía, ha hecho una gran inversión social y ha dado ejemplo internacional con el programa Manuela Espejo.
Cinco años después de llegar al poder por decisión popular, lo que queda es solo una carátula democrática; la revolución controla todo.

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