René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -Este jueves circuló entre los disidentes cubanos un nuevo mensaje ominoso: “Acaba de fallecer Wilman Villar Mendoza”. Tras la breve frase se esconde la terrible realidad de otro compatriota más muerto como consecuencia directa de los atropellos y la prepotencia mantenida a ultranza por las autoridades castristas.
Los antecedentes del caso son conocidos: Por expresar de manera pacífica su inconformidad con las políticas del régimen, Wilman fue detenido y apaleado en la villa santiaguera de Contramaestre junto con otros hermanos de ideales, pertenecientes —como él — a la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) que encabeza el miembro del Grupo de los 75 José Daniel Ferrer, excarcelado hace unos meses.
Villar Mendoza fue sometido a un proceso festinado y tramposo, a puertas cerradas y sin garantías de clase alguna. Atentado, desacato y resistencia fueron los tipos penales esgrimidos en su contra. A resultas de la farsa judicial le impusieron una pena de cuatro años de prisión, y de inmediato fue trasladado a la cárcel de Aguadores, en la capital oriental.
En protesta por el atropello, el joven opositor de apenas 31 años se negó a vestir el uniforme de preso común y se declaró en huelga de hambre el pasado 25 de noviembre. Las autoridades penitenciarias le aplicaron una receta bien conocida en esos casos: el encierro en celda de castigo, sin tratamiento médico, ropa ni agua, según explicó el disidente Jorge Cervantes, también miembro de UNPACU.
La permanencia de Wilman en esas condiciones terribles durante semanas tuvo el único desenlace que cabía esperar: con sus defensas por el suelo, tirado en el piso sin ropas en medio de los fríos nocturnos de esta temporada invernal, su cuerpo debilitado por el prolongado ayuno cayó víctima de la neumonía.
Ni siquiera así terminó el calvario del valiente luchador oriental. Sus carceleros, insensibles, lo mantuvieron en las mismas condiciones, hasta que, ya inconsciente, comenzó a vomitar sangre. Sólo entonces lo condujeron a un centro asistencial, pero ya era tarde. Los facultativos que lo recibieron en el Hospital Juan Bruno Zayas de Santiago de Cuba, reflejaron la situación del paciente con una frase lapidaria: “Si se salva, será un milagro”.
Resulta imposible no encontrar las similitudes con el caso del también mártir Orlando Zapata Tamayo. Uno y otro apelaron al recurso supremo de la huelga de hambre en protesta por los atropellos sufridos; ambos quedaron abandonados en sendas celdas de castigo; los dos fueron privados de ropas, agua y asistencia médica adecuada. Tanto a Wilman como a Orlando los llevaron a un hospital cuando la muerte era ya inevitable.
En el caso de Villar Mendoza, sus familiares sí pudieron permanecer junto a él en el centro asistencial, pero las fuerzas represivas realizaron un amplio despliegue para impedir el acceso de sus hermanos opositores, así como para imposibilitar el contacto de éstos con los seres queridos del paciente agonizante. Incluso los cónyuges y parientes de otros ingresados confrontaron dificultades para entrar al hospital.
La esposa de Wilman, la digna dama de blanco Maritza Pelegrino Cabrales, tuvo que sufrir el acoso policial. En diciembre, la joven veinteañera ahora viuda tuvo que plantarse en las afueras del penal junto a sus niñas reclamando la hospitalización de su marido. Las autoridades, en el colmo de la vileza, la amenazaron con quitarle la custodia de sus hijitas de 7 y 5 años. ¡Y todavía se asombran de que, en los años sesenta, los padres de casi veinte mil niños hayan optado por enviarlos solos al extranjero, durante la Operación Peter Pan!
¿Qué podemos esperar ahora? Por desgracia, es probable que el mando castrista, animal que tropieza tres, cuatro y más veces con la misma piedra, reedite con el nuevo mártir la cobarde campaña de calumnias que orquestaron contra Zapata. Veremos a qué novedosas — o viejas — vilezas recurrirán los plumíferos y cotorrones del régimen para pintarlo como un peligroso antisocial.
Mientras tanto, tiene plena vigencia la pregunta formulada a raíz de la tragedia por la brillante bloguera Yoani Sánchez: ¿Cuántos muertos más tiene que haber para que el gobierno castrista comprenda la enormidad del abismo en el que ha hundido a la desdichada Cuba!
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