Sergio Muñoz Bata. EL NUEVO HERALD
Este sábado, a los votantes de Carolina del Sur les toca decidir si continúa la lucha fratricida entre los aspirantes a la candidatura del Partido Republicano a la presidencia o si mucho antes de que se cumpla el ritual optan por Mitt Romney para contender contra Barack Obama en noviembre.
Según el calendario de las primarias el cotejo debería concluir el 26 de junio en Utah pero después del apretado triunfo de Romney en Iowa y de su contundente victoria en New Hampshire, un uno-dos que ningún otro candidato republicano no titular ha logrado, las encuestas y los expertos pronostican que Romney podría salir de Carolina del Sur con la nominación.
Pero si Romney no asegura la nominación y Newt Gingrich o Rick Santorum salen bien librados en ese estado archiconservador, el tono de los ataques entre los contendientes subirá exponencialmente. La derrota de Romney evidenciaría que las campañas publicitarias que enfatizan las carencias, las insuficiencias, los yerros o las deshonestidades de los otros candidatos rinden dividendos cuando el elenco es tan endeble como el actual y ninguno de los aspirantes genera entusiasmo ni entre los republicanos. Según las encuestas, el principal contendiente de Romney sería ¡alguien nuevo!
La práctica no es nueva y solo los desmemoriados quieren hacernos creer que entre los republicanos existía un código de honor que prohibía hablar mal de los compañeros de partido. George H. W. Bush intentó desprestigiar a Ronald Reagan en 1980, y John McCain sacó a Romney de la contienda en 2007, utilizando campañas sucias.
Rick Santorum ha acusado a Romney de ser un oportunista que ahora pretende ser conservador de pura cepa pero que como gobernador de Massachussets aprobó una reforma sanitaria que sirvió de plataforma a la reforma de Obama; que después apoyó el rescate económico y el plan de estímulo del 2008; y accedió a ponerle límites al sistema de comercio para mitigar el calentamiento global, temas todos que son anatema para los conservadores. Romney se defiende balbuceando vaguedades y justificando algunos cambios de opinión. Lo cierto es que el exgobernador juega a decirle a la gente sólo lo que la gente quiere oír y nada más.
Ron Paul ha dicho que Gingrich es un “halcón cruzado con gallina” que aboga por mandar muchachos americanos a la guerra cuando él evadió pelear en Vietnam escudándose en su paternidad. Romney ha ido mucho más lejos revelando que el ex líder de la Cámara Baja se benefició millonariamente asesorando a agencias hipotecarias financiadas con dinero público que influyeron decisivamente en el colapso del mercado hipotecario del 2008.
Vapuleado por la intensidad de los ataques y reconociendo que la campaña sucia de Romney había logrado su objetivo de desplazarlo del primer lugar en las encuestas a un mediocre tercero o cuarto puesto, Gingrich reaccionó valiéndose de un Comité de Acción Política financiado por un multimillonario dueño de casinos para lanzar su propia campaña sucia que desprestigia a Romney acusándole de ser un “capitalista depredador” que hizo su fortuna (calculada en $250 millones) llevando a compañías a la bancarrota para despedir a los empleados y luego reconstruirlas con subsidios gubernamentales y ventajas fiscales para venderlas con un margen de ganancia exorbitante. Considere por ejemplo el caso de una compañía productora de acero que la compañía de Romney compró en $18.2 millones y cuatro años después, ya “deshuesada”, la vendió en $104 millones, obteniendo una ganancia neta de $85 millones.
Para defenderse de los ataques de Gingrich, Romney ha adoptado una estrategia que desde mi punto de vista puede traerle consecuencias fatales cuando empiece la verdadera contienda contra Obama. Romney ha dicho que con ese tipo de ataques lo que sus colegas de partido y Obama están poniendo en tela de juicio es el sistema de libre empresa que le ha permitido acceder al 1% multimillonario de la población. Convertido en improvisado ayatolá, también dijo que hablar de desigualdad en Estados Unidos es “divisivo y antipatriótico… e incompatible con el concepto de una nación bajo el mandato de Dios”.
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