Sunday, January 15, 2012

8 horas y media

Alejandro Gómez S. TAL CUAL

En ese tiempo, cualquier automovilista que sale de Caracas pudo haber llegado sin apuros a Maracaibo, Ciudad Guayana o Mérida (distancias cercanas a los 700 kilómetros). Pues bien, ese fue el tiempo empleado por el presidente Hugo Chávez para dirigirse ayer al país.
Ocho horas y 35 minutos que el mandatario nacional usó, de manera francamente abusiva, para –entre chistes, anécdotas repetidas, cantos desentonados, citas de libros que nunca leyó y mentiras descomunales, como esa de la 200 mil viviendas construidas en un año– rendir cuenta de su gestión administrativa, para lo cual está facultado por mandato constitucional.
Pero ¿derrochar 510 minutos de los funcionarios de su Gobierno y de los diputados, aparte de confiscar ese tiempo valioso en radio y televisión, para expresar lo que ha podido resumir en una hora? Sinceramente, lo del viernes no fue más que otra demostración del abuso y el atropello que han signado estos 14 años de mandato de Hugo Chávez.
¿Le importaba al venezolano de a pie (chavista o no), por ejemplo, saber que el Presidente se presentó una noche, en forma sorpresiva, a la casa de su padre en Sabaneta de Barinas, con el cantante Cristóbal Jiménez y el compositor Omar Moreno, para obsequiarle una serenata con arpa, cuatro y maracas?
La improvisación, la falta de seriedad, la lectura a toda prisa de las verdaderas cifras que importaban al ciudadano, las burlas premeditadas a la oposición, segundos después de pronunciar el “con todo respeto” que utiliza como ardid retórico, constituyeron la esencia de este show del personalismo exacerbado que Hugo Chávez ha hecho de su permanencia de 14 años en Miraflores, show que se alimenta de los rabiosos aplausos, risas y vivas de sus seguidores, lo que prácticamente semejan esta manera de gobernar con la que se ejecuta en Cuba o en Corea del Norte.
Se suponía que ayer, el presidente Hugo Chávez ofrecería una explicación de su Memoria y Cuenta, es decir un panorama preciso de la situación del país y de sus grandes problemas y de las acciones que desarrolla o ha planeado ejecutar para resolverlos. Pero, a cambio de ello, el Presidente habló más de cómo preparó los golpes del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992 (no se refirió a los muertos inocentes que dejaron esas dos asonadas criminales), y no de los 19.336 homicidios registrados el año pasado, viéndose obligado a mencionar el tema de la violencia e inseguridad, a instancia de la intervención del diputado Juan José Caldera, salvándolo prácticamente del trago amargo que le hicieron pasar con justeza las palabras de María Corina Machado.
La pregunta hoy no es si teníamos que soportar los venezolanos tanto desorden presidencial, rayano en el irrespeto, de una alocución que pudo enviar al país la señal de que quien estaba en el presidio de los oradores era un Jefe de Estado. La pregunta es ¿hasta cuándo losa venezolanos están dispuesto a continuar aceptando esta práctica abusiva del poder autoritario? El 7 de octubre de este año, habrá la oportunidad para decidirlo.

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