Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org. El proxeneta lanzó un guiño, se mordió el labio inferior, y luego, más de cerca, para comprobar de qué nacionalidad era la presa, pronunció algunas palabras en el inglés o francés de la marginalidad habanera. Era un joven de aproximadamente 30 años, alto, ojos verdes y piel dorada por el sol.
“No entiendo nada, joder. ¿Qué usted quiere?”, ripostó enfadado el español.
“Señor, le ofrezco un chico auténticamente cubano, de 22 añitos. Lo invitas a un cóctel, conversan, se conocen un poco, y después te lo comes”, propuso el proxeneta sin el menor sigilo.
Ante la indiferencia del español, el joven proxeneta insistió una y otra vez, sin lograr nada. Abandonó el asedio, justo en los portales del hotel Telégrafo, ubicado en la esquina de Neptuno y Prado, municipio de Centro Habana. Luego, retornó por el paseo del Prado, rumbo al Malecón, en busca de otra presa.
Fui testigo de esta escena, en la mañana del miércoles 11 de enero.
El 30 de noviembre de 1971, Fidel Castro dijo en uno de sus discursos: “En nuestro país, la prostitución se erradicó hace muchos años. En nuestro país, todas esas tristes y horribles cosas de una sociedad explotadora, ya no existen”.
A 41 años de aquella sentencia, el rito de acechar a extranjeros muestra las coordenadas del mercado sexual en La Habana. No solo se vende sexo barato a extranjeros en el paseo del Prado, los portales del cine Payret, el Parque Central, el Malecón o el parque de G. También en la periferia capitalina hay ofertas para los nacionales con posibilidades.
Desde los años 90, muchos centros estatales de recreación, como discotecas, cabarets, hoteles y restaurantes que brindan sus servicios en moneda convertible, sirven como vidrieras para la prostitución clandestina.
Al oeste de la capital, en los alrededores de centro nocturno Tocororo, en la exclusiva barriada de Miramar, las chicas brindan todo cuanto quieras en materia de sexo. Orgías entre dos con dos o tres chicas, por unos 20 dólares de tarifa per cápita, es la oferta especial.
Más al sur, un INFOTUR (expendio estatal de bebidas y golosinas las 24 horas), en las afueras del municipio Cotorro, se transforma en cabaret después de las 12 de la noche.
La jornada comienza con un striptease de chicas, que luego se ofrecen al mejor postor. El gerente se hace el de la vista gorda, para que no merme el flujo de clientes.
La Habana es un antro de chicos que se prostituyen a plena luz del día, mientras las chicas prefieren hacerlo en la noche. Todos marcan su territorio bajo el patrocinio de proxenetas y al amparo de policías corruptos. De Vía Blanca y Agua Dulce hasta la Esquina de Tejas, en el Cerro, operan los chicos. Desde la Lonja del Comercio hasta el túnel de Miramar, por todo el malecón habanero, chicas, travestis y otras variantes del mercado del sexo.
Los puentes de la periferia son también boutiques de placer al menudeo, más barato, para clientes nacionales, choferes y transeúntes. También allí se ofrece de todo.
Esta es La Habana decadente y ruinosa que la Revolución de Fidel Castro y sus seguidores no imaginaron hace 20 años; ciudad donde la imagen del Che Guevara ha pasado a ser un suvenir más para turistas ideológicos y sexuales, clasificaciones que a menudo se combinan en un solo viajero, y los policías sucumben ante los ofrecimientos sexuales que debe combatir. La Habana de hoy no es sitio de antros ni burdeles autorizados, pero la prostitución es un negocio pujante, mediante el cual sobreviven muchas familias cubanas.
Más recientemente, el 4 de abril de 1992, en el Congreso de las Juventudes Comunistas, el entonces Comandante en Jefe quizás adaptando su discurso a los tiempos cambiantes volvió a hablar de la prostitución, reconociendo ya su existencia en nuestro paraíso socialista: “No hay mujeres obligadas a venderse a un hombre (…) Las que lo hacen, lo hacen por sí solas, en forma voluntaria…”
Desde entonces, la voluntariedad ha aumentado mucho y ya no tiene edad, género ni estatus social.
Quizás alguien deba pensar en escribir el libro “Fidel y la prostitución”, al estilo del famoso “Fidel y la religión”, escrito hace años por el cura pro castrista brasileño Frai Betto. Probablemente sea más grueso e interesante.
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