Carlos Raúl Hernández. EL UNIVERSAL.
Hay un ambiente de triunfo en América Latina. Así se sintió en el Foro Internacional Juventud, Educación y Gobernabilidad Democrática (Lima 11 al 13 de diciembre 2011). Según Elizabeth Tinoco, directora general de la OIT en las Américas y Cepal, hemos llegado a bajas históricas de desempleo urbano (7%), pobreza (30.4%) e inflación.
Decía ella que Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, Panamá, México y otros, exhiben altas tasas de crecimiento económico y desarrollo social e institucional. El éxito se debe a que esos países desde los 80 corrigieron los desórdenes fiscales y establecieron equilibrios macroeconómicos gracias a los acuerdos del Consenso de Washington con el FMI, como ahora debe hacer a Europa.
El "programa de gobierno" dio resultados: fortalecer el Estado de Derecho, las instituciones representativas, la descentralización, la vinculación educación y trabajo, la economía abierta y la inmersión en los procesos globales. El círculo virtuoso.
Pero los muertos vivos salen de sus tumbas. Venezuela y Cuba, seguidos por Argentina, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. La primera hundida en la improductividad y en la autocracia (solo es capaz de vender petróleo) y Argentina que, con el auspicio de Joseph Stiglitz ha creado un régimen mafioso de transmisión conyugal del poder, control de cambio, y discrecionalidad gubernamental sobre el Banco Central. Varios de ellos aún no afectan irreversiblemente las reformas, pero han pervertido las instituciones con un caudillismo infeliz.
El 23 de diciembre pasado Argentina dio otra vuelta de tuerca con dos leyes para controlar los medios de comunicación. Una que decreta "de interés público" y nacionaliza la producción y distribución de papel periódico, y otra, la Ley Antiterrorista, que declara en delito un medio que informe de la fuga de divisas.
Bajo inspiraciones revolucionarias y dólares de Caracas ("entre mafia y revolución no existe contradicción") CK designó a José Sbatella, un "duro" de extrema confianza del desaparecido Néstor, para dirigir la Unidad de Información Financiera, que podría concebir una acusación por lavado de dinero contra el Grupo Clarín, dueño de medios críticos al Gobierno.
Correa persigue a los medios de comunicación, Ortega a la desarmada Costa Rica y Morales le busca pleito a Chile cumpliendo con una ley de los revolucionarios: convertir complejos de inferioridad personales en causas políticas. Todos perseguidores con la boca sucia. Fidel Castro y Chávez integran el obstáculo más importante en este momento para el progreso, la integración, la modernización y el desarrollo de una izquierda moderna en Latinoamérica, desligada de la ultratumba. Ese monstruo bicéfalo, vector del cretinismo leninismo, es responsable de tales desgracias y disparates.
Raúl Castro solloza en sus círculos íntimos, dice Carlos Alberto Montaner, que ambos dinosaurios (y el subsidio) le impiden soltar los cambios económicos para paliar la miseria y salvar la cara ante la historia. Microcambios administrados por cuentagotas.
Los petrodólares chavistas promueven a fracasados que no encuentran un autobús al qué subirse. Jugaron sus esperanzas a Lula y luego a Rousseff, a Tabaré Vásquez y Mujica, y perdieron. Su última apuesta frustrada fue Humala. El símbolo de esta etapa indecente del leninismo son las "abuelas de la Plaza de Mayo".
El autócrata venezolano tal vez sería comprensible para la siquiatría. ¿Por qué alguien destruye a mansalva su país y la generación de relevo que le fue leal (Jaua, Maduro), ante la evidencia de que todo lo que quiso hacer fue equivocado y su mundo se hunde? ¿Se querrá una matanza, para que no lo recuerden solo por incompetencia y despilfarro? ¿Qué extraña aberración le hace ignorar los éxitos de los vecinos, revolucionarios de verdad, hoy nuevos héroes del continente, mientras el Gobierno venezolano anuncia fuego y cenizas? ¿Cómo alguien ha podido apoyar personajes tan indecorosos (Hussein, Gadafi, Bin Laden, Al Assad, Kim Jon Il, Marulanda, Raúl Reyes, Alfonso Cano, El Chacal) mientras encanalla dirigentes democráticos? Pareciera más bien un chiste.
El mundo observa sin mucho interés lo que pasa en ese país petrolero fallido. Pero el resto de América Latina ha superado situaciones iguales o peores y Venezuela también lo hará. El país deberá construir un nuevo Pacto de Gobernabilidad entre los que han participado en este proceso, fuera y dentro del chavismo, para que Venezuela no siga siendo la vergüenza del continente.
Si eso se logra, se afirmará el optimismo de Elizabeth Tinoco.
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