Bernadette Pardo. El nuevo Herald
En este enero nos honran con su visita no solo los Reyes Magos, a quienes dimos ayer la más cordial bienvenida, sino también los candidatos republicanos que aún sobreviven en la pelea por la candidatura presidencial. Tal y como van las cosas, la Florida en las primarias del 31 de este mes podría ser otra vez el Estado determinante en la nominación.
Claramente, tres grupos se disputan la nominación republicana. Uno, el más centrista, se agrupa en torno a Mitt Romney, aunque John Huntsman le disputa algunos votos. En el grupo de los más conservadores, hay dos opciones a la búsqueda de líder: el “tea party” y los religiosos. Entre los últimos Iowa proyectó con fuerza a Rick Santorum. Para los del “tea party” las cosas están más confusas. Ron Paul y Newt Gingrich se disputan los votos del “tea party.” Otros dos candidatos, Rick Perry y Buddy Roemer, se han quedado huérfanos y muy bien podrán caerse de la lista antes incluso de llegar a Florida.
Según yo veo las cosas, el principal problema de Romney es que podría ganarle la presidencia a Barak Obama y eso disgusta a muchos republicanos, sobre todo al grupo de los más activos políticamente que son quienes más participan en el proceso de primarias. Para estos republicanos, lo importante no es ganar sino “establecer principios” y poco les importa que esos principios sean ignorados por una buena parte de la opinión pública. Por ejemplo, la campaña de Santorum está basada en dos temas: prohibir el aborto y el matrimonio homosexual. El hombre esta tan obsesionado con estos temas que vi como le preguntaban en un programa de televisión cuál era su plan para relanzar la economía y su respuesta fue que reforzar las familias tradicionales porque los matrimonios homosexuales atraen pobreza. Las estadísticas le desmienten, porque la gran mayoría de las uniones homosexuales o lesbianas ocurren entre personas de clase media acomodada, pero aun suponiendo que lo que Santorum dice fuera verdad, que insisto en que no lo es, una buena parte de la opinión pública ha superado los prejuicios en el tema del matrimonio entre parejas del mismo sexo y simplemente le da igual.
En cuanto al aborto ocurre algo parecido. Las encuestas dicen que la mayoría de la nación acepta que es un mal cuya regulación es necesaria y que la legislación que ahora tenemos es razonable dentro del drama que para cualquier mujer supone abortar. En los últimos años los republicanos religiosos llevaron el tema a las urnas y perdieron: en las Dakotas llamaron a un referéndum para prohibir totalmente el aborto y la población les dijo que no, que preferían dejarlo legal bajo las regulaciones existentes. Más recientemente, en Mississippi los republicanos religiosos forzaron otro referéndum y también lo perdieron. Es decir, la prohibición del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo no es un tema de campaña que levante un gran interés entre los electores, aunque sí despierta pasiones entre un grupito de republicanos conservadores que están más preocupados de defender sus principios que de llegar a la Casa Blanca.
Algo similar pasa entre los que se disputan el apoyo del “tea party.” Ron Paul y Newt Gingrich, ambos tienen en la cabeza una idea de la nación que quizá luzca bien en el papel pero es imposible llevar a cabo. Ambos quisieran dar marcha atrás al reloj de la historia y que de pronto regresáramos a 200 años atrás. Entonces, no había minorías, ni inmigrantes, ni agencias federales y bastaba con cargar a la familia en una carreta, moverse hacia el oeste y clavar cuatro postes en el suelo para reclamarlo como propio. En aquella sociedad la única agencia federal necesaria era el Séptimo de Caballería. Bueno, los tiempos han cambiado mucho, somos una sociedad muy diferente y tenemos necesidades diferentes. Nos hemos convertido en la última gran potencia atómica de la humanidad y en la economía más compleja que ha conocido el ser humano. Y sí, desgraciadamente, necesitamos agencias federales que nos regulen la vida, como tenemos que pagar impuestos para mantenerlas, en una nación de 350 millones que crece cada día siendo más diversa. Vamos, que en lugares como Florida, para no ir más lejos, donde antes había tres chozas de cazadores de mapaches que malvivían de mandar las pieles al norte, ahora hay urbanizaciones ocupadas por gente que necesita servicios para tantas cosas, desde la educación hasta la sanidad, desde aeropuertos a acceso a internet.
Además a estos candidatos les esta pasado como al Congreso republicano que parece fuera de la realidad y le está dando a Obama tremendas victorias.
Sólo queda por tanto la esperanza de Romney para que las próximas presidenciales sean unos comicios disputados de verdad. El problema que Romney tiene es que es un hombre razonable: no le importa el matrimonio homosexual, cuando era gobernador de Massachusetts impulsó un sistema de salud pública que cubre a toda la población y no promete expulsar a los millones de inmigrantes indocumentados. En definitiva, tiene un discurso que le permitiría ganar la Casa Blanca, sobre todo si la crisis económica continúa azotando la nación y Florida puede ser su prueba de fuego porque este estado es una prueba política mucho más realista que Iowa, Nueva Hampshire o Carolina del Sur, que nos preceden en la selección de líder republicano.
Nuestro estado es un microcosmos de la nación. La gran mayoría de los 120 mil que votaron en el caucus de Iowa eran blancos anglosajones protestantes y residentes rurales. Los más de 600 mil votantes inscritos como republicanos en el sur de la Florida y los millones en el Estado viven en un clima y un mundo muy diferente. Eso se debería notar, por el bien de todos y para que en noviembre haya unas elecciones de verdad y no tengamos una vez más que ir a votar tapándonos la nariz para evitar el tufo pestilente de las urnas.
No comments:
Post a Comment