Benjamín Santos. LA TRIBUNA.[1]
La palabra prensa, por el nombre de la máquina que los imprime, se refiere más a los medios escritos, pero por extensión se aplica a todos los medios de comunicación. En realidad quiero referirme, sobre todo, a la violencia contra los periodistas ya que esta semana circuló la información de que hemos alcanzado un récord más en el esfuerzo por disputar los primeros lugares en todo lo malo: en una lista de 40 países del mundo donde se mata a los periodistas, ocupamos el tercer lugar sólo detrás de Irak y México. Este récord se suma a los que ya tenemos en materia de corrupción, inequidad, pobreza, violencia, inseguridad en general, pésimos niveles en educación, Vih/Sida y otras bellezas de igual calaña.
Como parte de mis labores académicas, de las cuales vivo, me toca servir una materia que se llama Relaciones Internacionales y Comunicaciones.
Se trata de aplicar la ciencia de la comunicación al estudio de las relaciones entre los estados y las organizaciones de la comunidad internacional con especial énfasis en los cambios que la globalización de los medios de comunicación ha producido en el canal tradicional de las relaciones entre estados que es la diplomacia y que la ha hecho evolucionar de la diplomacia secreta anterior a la primera Guerra Mundial a la diplomacia pública que se inicia con los 14 puntos de Wilson en 1918 y de la diplomacia mediática de fines del siglo 20 a la diplomacia digital propia del siglo 21. Por cierto que Honduras ha vuelto en los últimos días a la diplomacia secreta.
Analizamos con los alumnos las funciones de la comunicación y concluimos que no hay convivencia en ningún grupo sin relaciones, no hay relaciones sin comunicación y no hay comunicación sin las libertades que la hacen posible. La comunicación informa, educa, orienta, entretiene, analiza, critica, estimula, promueve, manda, prohíbe, de manera que sin comunicación no hay desarrollo ni democracia y tampoco hay familia ni convivencia, porque la convivencia depende de las relaciones y las relaciones, de la comunicación y la comunicación, de las libertades que la hacen posible.
En cada periodista que muere y con cada medio que se reprime para provocar su autocensura, se da un paso atrás en el proceso de desarrollo y en la consolidación de la democracia y se avanza en un tema muy delicado: el irrespeto a los derechos humanos por doble partida: por una parte se irrespeta el derecho a la vida y por otra se viola el derecho humano a estar informado que es un elemento fundamental para ejercer el derecho a la libertad ya que este derecho es fundamentalmente la capacidad y la posibilidad de tomar responsablemente nuestras propias decisiones individuales y colectivas que no es posible sin la información necesaria.
En pocas palabras: quien mata a un periodista o reprime a los medios de comunicación, mata a una parte del alma del desarrollo nacional. ¿Quiénes y por qué se mata a los periodistas? Las autoridades no han podido o no han querido develar ese misterio. No se sabe si se les mata por problemas personales o como consecuencia del ejercicio de su profesión. Un periodista y cualquier comunicador social se vuelve peligroso al entramado de intereses y grupos que gobiernan la sociedad cuando analiza, critica y sobre todo cuando denuncia. Es decir, es el periodismo que investiga y el periodismo de opinión el que primero se convierte en el blanco de los ataques de quienes ven afectados sus intereses, pero a veces también se reprime al periodismo informativo cuando se pretende mantener en silencio las actividades que dañan a la sociedad o al Estado. el silencio vale oro y se paga bien tanto en las instituciones del Estado como en la sociedad civil.
Los periodistas que han muerto violentamente en Honduras, en su mayoría, son reporteros del interior que se concretan a informar qué pasó, dónde y cómo, es decir el abc del periodismo informativo. ¿Quién pudo sentirse afectado por su labor? ¿A quién le interesaba silenciarlos? Nadie sabe y quizá no se sabrá nunca. Mientras tanto la imagen de Honduras en el exterior se ve afectada por una mancha más: por el número de periodistas muertos estamos dentro de 40 países en los primeros lugares, apenas detrás de México donde se libra una guerra a muerte contra el narcotráfico y de Irak, zona de guerra desde las últimas décadas del siglo pasado. ¡AVANZAMOS!
[1] Carta del Comité para la Protección del Periodismo dirigida al presidente Porfirio Lobo:
19 de diciembre de 2011
Porfirio Lobo Sosa
Presidente de la República de Honduras
Tegucigalpa, Honduras
Estimado Presidente Lobo:
El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) le escribe para expresar su profunda preocupación por la violencia incesante contra la prensa hondureña. Nuestra carta está impulsada por hechos que ocurrieron este mes que, una vez más, ponen de relieve los riesgos extraordinarios que enfrentan los periodistas hondureños sólo por cumplir con su labor informativa.
Desde el derrocamiento del Presidente Manuel Zelaya en 2009, muchos periodistas han denunciado en forma permanente haber sido víctimas de ataques. Según la investigación del CPJ, 13 periodistas han sido asesinados durante su mandato, al menos 3 de ellos en represalia directa por su labor. Pero el fracaso sistemático de las autoridades hondureñas para investigar estos crímenes y la falta de voluntad de su administración para adoptar acciones han frustrado cualquier intento de resolver estos asesinatos. El CPJ continúa investigando si alguno de estos 10 casos estuvo relacionado con su trabajo.
Periodistas y medios continúan siendo víctimas de ataques. En un período de una semana al comienzo de diciembre, las oficinas del diario La Tribuna fueron baleadas por atacantes armados y la conductora de radio Luz Marina Paz Villalobos fue asesinada. Cuando miembros de la prensa convocaron a una protesta para reclamar justicia por estos ataques, fueron golpeados y atacados con gases lacrimógenos por las fuerzas de seguridad, según informes de prensa.
Un informe especial del CPJ de 2010 reveló negligencia y lentitud de la justicia para enjuiciar a los asesinos de periodistas. Como resultado, muchos periodistas temen que los asesinatos hayan sido perpetrados con la aprobación tácita o incluso la complicidad de la policía, fuerzas armadas, u otras autoridades.
En un ambiento político contaminado por la violencia y la falta de cumplimiento de la ley, la inoperancia de su gobierno para garantizar la seguridad de los periodistas o procesar judicialmente con éxito estos crímenes están obstaculizando la cobertura sobre temas sensibles y ponen en riesgo la democracia. El hecho de que los periodistas que protestan este registro de incompetencia e indiferencia se vean sometidos a la represión del gobierno, incluyendo ataques con gases lacrimógenos, lo hace aún más inadmisible.
Lo instamos a asegurar que estos asesinatos y todos los crímenes contra la prensa sean investigados, y que los responsables sean enjuiciados para que los periodistas puedan trabajar en libertad y sin temor a represalias.
Gracias por su atención a estos asuntos importantes. Esperamos su respuesta.
Atentamente,
Joel Simon
Director Ejecutivo
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